Capítulo veintiocho

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-¿Porqué?- preguntó Jenny con la taza de cappuchino entre sus manos, la rodeaba por el calor que emitía. Ambos, sentados en una pequeña cafetería cercana al departamento de Emmanuel, comentaron sobre el papel que poseía él cuando salió de la dirección.

-Porqué es un nivel superior. Algo que pueda acrecentar mi nivel de estudio.- respondió sin mirarla, revolvía la cuchara con la leche y el azúcar.

-¿Y qué va a pasar? Hablo de nosotros.- su voz parecía frágil, débil, se sentía destrozada por el anuncio de su intercambio.

-No lo sé.- la miró a los ojos, una mirada triste por parte de ella fueron suficientes para que no se resistiera y arriesgara su carrera.- Nos podemos ver los fines de semana, o algunos días no tan ocupados. Es una universidad Jenny, tenemos las noches para vernos.-

-No va a ser lo mismo.- dijo tomando un sorbo del plástico vaso.

-Jenny, es una gran oportunidad para mí, no quiero desperdiciarla.- apoyó su mano sobre la de ella.

-Sí, lo sé.- guardó silencio por segundos.- Te voy a extrañar.-

-Jenny, no me voy del país. Voy sólo a unos cuantos kilómetros de aquí, nada más. Prometo venir a buscarte todo el tiempo que pueda.-

-¡Promételo!- dijo ella con los ojos llorosos.

-Lo prometo nena.- la besó en la nariz.

Jenny se sentía devastada por la noticia que arruinó su tarde. Su traslado hacia una universidad a 240 kilómetros de ella fue un golpe fatal. No poder verlo todas las mañana, tener que visitarlo sólo dos días en la semana, eso sin contar lo ocupado que iba a estar con su profesión. Cada día, el tiempo les iba demostrando que la relación decaía con lentitud, pero aún así, ellos querían mantener a flote su amor, aunque doliera y requiriera hacerlo.

Luego de salir de Instituto, Lucas y Paola fueron a comer juntos a un kiosco cercano. Luego él la dejó en la parada del autobús, y se dirigió al entrenamiento de natación.

-En la noche nos vemos amor.- la besó en los labios, y luego se fue.

Paola se quedó esperando que su medio de transporte llegara, y mientras lo hacía, jugaba con su pelo, hasta que un auto se estacionó frente a ella.

Una camioneta negra, una que conocía con mucho detenimiento. Se quedó helada cuando la puerta se abrió y de él salió Martín. Dió la vuelta al coche, y se quedó apoyado en él.

-Necesito hablar con vos.- dijo luego de guardar un silencio aterrador. Con las manos en los bolsillo, y el rostro golpeado, la miró entristecido, y pudo convencerla de subir con él al auto.

Tuvo el valor de llevarla hasta su casa, y una vez estacionado el auto, apagó el motor y se quedó en silencio.

Paola sentía que su mundo se movía. Al verlo frenar frente a ella, bajar del auto todo lastimado y, en parte, rogarle que suba al auto, no pudo negarse. Aún así, no olvidaba su promesa.

-¿Y cómo has estado?- le preguntó él.

-No creo que quieras saber eso. ¿De qué querías hablar?- respondió firme, decidida.

-Bien. Quería...pedirte perdón por...- acercó su mano lentamente y acarició su lastimada mejilla. La marca morada ya no se presentaba en su rostro, pero aún así le dolía si le tocaban con demasiada frecuencia. Paola se alejó de él, y miró por la ventana.

-No te creo.- se desató el cinturón de seguridad, y estaba dispuesta bajar del auto sin siquiera escucharlo.

-¡Espera!- la agarró de la mano, la retuvo, como una vez ya había hecho.- Lo digo enserio Paola, lamento, lamento el día en que dejé que nuestra relación se destruyera, lamento haberte levantado la mano, lamento el haber estado con otra mujer, lamento haber decidido todo sin pensar, lo lamento, y vivo cada día, cada hora pensando en nosotros, en lo que eramos y en lo que pudimos ser. Te sigo amando, cada día más, hasta he llegado a enamorarme de vos incondicionalmente.- su rostro se cubrió de un líquido que cayó por sus ojos.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora