-No, basta.- respiró profundo, alejándose de ella.- No está bien, lo lamento, perdón, esto... esto no está bien.- se acomodó en su asiento, mirando hacia la gran pantalla que había iluminado la escena prohibida e indecorosa.
-¡No pienses por favor!- volvió a acercarse, sus labios rozaron con los de él, exitándolo, seduciéndolo.
-No, Jenny...por favor.- no pudo resistirse, cerró sus ojos, y se dejó llevar por el momento, por ella, por el ambiente. Apoyó su mano sobre su cabello, y retomaron lo que habían dejado.
La proyección de la pantalla fue la vidente en este único y prohibido momento surgido de una atracción inocente, una fantasía. Un mayor, una hombre ya con los años cumplidos, junto a una jóven, una dulce y madura jóven, de tan sólo 17 años. Pero unos bien cumplidos años. Lo que pasó en el auto, y lo que pasó entre ellos, quedó como un secreto, un secreto que los unía, los acercaba y los diferenciaba del resto, de la demás gente, eran ellos dos, juntos.
La llevó a su departamento. Oscuro y silencioso. Cortinas cerradas, televisor en una esquina, sillón y cama. Un ambiente cálido, y muy acogedor.
-Lindo lugar.- dijo apenas entró. Jenny se quedó observando el ambiente, el pequeño y hogareño espacio, repleto de papeles por todo el suelo, lapiceras, y borradores.
-Si, no...no es gran cosa, pero...es algo- dejó sus llaves en la mesa de la cocina, y se sintió un poco avergonzado por el desorden que había.
Jenny dejó su diminuta cartera, que guardaba su celular y un pintalabios, sobre el sillón, y se acercó a él, besó sus labios húmedos anteriormente, y comenzó a desabotonarle, sacarle la campera y explorar su varonil pecho.
-Jenny...espera.- decía mientras ésta besaba su cuello. La tomó de los brazos, y la llevó a la cama.
Jenny sonrió con la rapidez del hombre que la había cautivado lentamente. Pero fue mayor su sorpresa al enterarse que aquélla noche, en aquél departamento, y en ese piso y dormitorio, nada ocurriría entre ambos.
-No quiero hacerlo contigo.- fue lo que dijo.
-¿Qué? ¿Porqué?- respondió confundida.
-Quiero esperarte. Soy un tipo anticuado, prefiero hablar y mimarte en la cama. El tiempo dirá cuando será el momento de hacerlo. Además...¿Eres virgen? Porque mi cabeza imagina una respuesta con la palabra No.- ambos rieron.
-Eso lo averiguarás, algún día.- lo tomó de la camisa, y lo acercó a ella. Las lenguas se entrelazaron, pasearon y disfrutaron ensimismados en la boca del otro. Emmanuel tocó y rozó, jugando con sus dedos sobre la desnuda espalda de Jenny, mientras que ésta disfrutaba del cosquilleo y el calor corporal que él le emitía.
Con la espalda de ella mirando al techo, Emmanuel quitó, con suavidad, los enormes tacos que llevaba puesto, subió por sus piernas, acariciándolas, hasta llegar al borde del escote, desde allí, besó cada parte de su desnuda piel, cada roze, cada caricia, cada beso, provocaban en Jenny una sensación de plenitud y satisfacción, sin la necesidad de haber tenido relaciones sexuales. Corrió su cabello, y besó su cuello, acostándose sobre ella.
-¿Tienes sueño?- le preguntó al oído.
-Un poco.- rió sobre la almohada.
-¿Quieres quedarte?-
-Si no hubiera querido, hace rato hubiera desaparecido.-
Emmanuel corrió las sábanas, acomodó las almohadas, y ambos se metieron en la cama doble, una pequeña cama doble. Jenny se apoyó sobre su pecho, y lo abrazó, rodeando su cuerpo, mientras que Emmanuel acariciaba su cabellera para relajarla, besó su frente, y esperó a que se durmiera. La acomodó para que no se sintiera incómoda, y la vió dormir. Tan dulce, callada, simple, hermosa, sus cualidades eran infinitas, al igual que su belleza. De tan solo mirarla, cerró sus ojos y no volvió a abrirlos hasta la mañana siguiente.