Al despertarse, dejó la habitación y se dirigió directamente a su nuevo departamento.
El hombre lo esperaba en las afueras del enorme edificio, con las llaves en manos.
-Aquí tiene, el departamento es suyo, debe firmar estos papeles y listo.-
-¿Y listo? ¿Nada más?- le preguntó confundido Emmanuel.
-Si señor el departamento es mio, al igual que el edificio y el terreno, puedo hacer lo que quiera.-
-Bueno.- firmó los papeles y le entregó sus llaves.
Al entrar, divisó el cuarto, las habitaciones y las vacías paredes.
Era todo tan nuevo y diferente al lugar que había abandonado.
Una nueva vida, nuevo departamento, nuevo Emmanuel.
Dejó sus maletas en la mesada de la cocina, y se sentó en el piso. Veía a su alrededor, fascinado con la inversión que había realizado, no tenía ninguna otra compañía que sus bolsos, ningún mueble, no había nada.
Era todo tan extraño, sentía que podía reiniciar su vida otra vez, volver a empezar.
Sentía la libertad de poder hacer lo que quiera sin sentirse juzgado por una segunda o tercera persona. Victoria, sus hermanas o su madre.
Las semanas pasaron, al igual que los meses.
Dos meses exactos desde su partida. Había decorado su departamento y conseguido trabajo. Como profesor de historia, como profesor suplente.
Reemplazaba a un profesor llamado Oscar Mariani, se tomaba licencia temporaria debido a que tenía que visitar a su madre enferma en las afueras del país. Emmanuel se alegró al saber que había sido elegido entre los demás postulantes para ese puesto. Por lo que decidió salir a comprarse algo adecuado para la primera impresión.
Era un tipo joven, no del todo joven, pero así lo aparentaba.
Los 32 casi 33 años no se le notaban para nada. Además de ser buenmozo, era un hombre carismático y divertido, de una total oscuridad y abismo te alumbraba con una simple sonrisa o un apoyo moral.
Al buscar algo de ropa, visitó los lugares del pequeño pueblo que antes no había conocido, la iglesia, un enorme centro comercial que no había visitado, y una tienda de waffles. Rarísimo para él ver una tienda que venda todo tipo de waffles, con dulce de leche, chocolate, banana split, mermelada, vainilla, canela, crema de maní, miel y hasta lo servían con helados o cubiertos de diferentes tipos de crema.
Sin perder nada, decidió probar uno de esos waffles.
Estaba indeciso entre el banana split y miel. Pero se decidió por el de miel.
Creía que sería delicioso, ya que la imágen que lo representaba lo mostraba como riquísimo.
Se sentó en una mesa de la esquina, y esperó a que le trajeran la orden.
Habían varios chicos alrededor, parejas compartiendo un waffle, otro grupo de chicas comiendo más waffles, luego un matrimonio con sus hijos y amigos embarrándose por el dulce del waffle.
A todos los compradores los identificaba con una cosa en común, los waffles, los unía, de una manera extraña.
Claro que todo era imaginación de Emmanuel, la soledas lo llevó a inventarse, en su tiempo libre o solitario, historia ficticias sobre las personas de su alrededor.
Le divertía imaginarse a esas personas desde otra perspectiva de la que él veía.
Como la semana pasada. Estaba en una confitería, leyendo una novela de Nicholas Sparks,"The Notebook". Su sobrina se lo había regalado para su cumpleaños número 31. Nunca le había interesado ese tipo de libros, no le atraían en lo absoluto.