La resaca aún seguía presente, junto a un terrible dolor de cabeza.
Por más que intentara, no lograba recordar sobre la noche anterior. Aquél recuerdo tan exitante se había esfumado de su memoria.
El despertador sonó avisándole que volvía a llegar tarde. Se levantó y se metió en el baño. Se vistió con el uniforme, y la corbata.
Desayunó y se fue directamente al instituto.
En la puerta de entrada encontró a Paola con Matías, el chico que la traía loca. Estaban conversando y compartiendo sonrisas.
Lucas apareció por atrás y le besó la mejilla.
-Hola nena, tenes una carucha de dormida.- le dijo acariciando sus mejillas.
-Parece que alguien está más despierta que nunca.- respondió Jenny mientras que señaló a ambos con una minuciosa mirada.
Lucas miró a Paola con ese chico, y no dijo nada, sólo expresó un simple "Ah".
Ingresaron al instituto y luego se separaron. Jenny por un lado y Lucas por el otro. Paola apareció minutos después con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
Se sentó al lado de Jenny y le apretó con fuerza la mano, como suele hacer las veces que esta euforica, nerviosa, exaltado o demasiado feliz.
-¡Me invitó a salir!- le dijo en el oído para que nadie escuchara.
-¿A dónde ...-
-¡Hoy vamos a la tarde a pasear al centro comercial!- la interrumpió sin siquiera escuchar la pregunta.
Jenny quiso seguir preguntándo sobre la salida y sobre Matías, pero la profesora de físicoquímica las interrumpió entrando de un pésimo humor al salón.
Ni siquiera fue capaz de saludar, ni siquiera un "Buen día alumnos". Nada.
-¡Saquen sus libros!- fue lo primero en decir.
Mientras que Paola y Jenny soportaban a la profesora y a su mal humor, Lucas trataba de ordenar sus sentimientos.
Desde que empezaron el instituto, siempre vió a Jenny y Paola como amigas irremplazables. Nunca había sentido algo más que amistad, y jamás hubiera querido tener que ponerse en el papel de el chico celoso.
Pero al ver a Paola coqueteando con aquél chico nuevo, una rabia lo inundó por completo. Odiaba verlos, hubiera querido jamás tener que pasar por un momento así, pero había una buena razón para que lo este. En lo profundo de su corazón, sentía algo más fuerte que una simple amistad por Paola.
Amaba su cabello, su sonrisa, sus ojos,su carisma,su locura y exaltación, su dulzura para con los demás, sus enormes cualidades como persona, y lo que lo atraía fatalmente eran sus firmes y redondos senos.
No quería admitirlo, por miedo o por orgullo. Era un chico que jamás admitía un error o se demostraba como un sentimental o romántico, por ese motivo le gustaba coquetear con chicas menores o con cualquier chica que le de un puntapié para que él avance.
Todas las de su curso morían porque él las mirara. Le coqueteaban y insinuaban de una manera poco delicada.
Lucas había estado con la mitad de ellas. Era sexo y listo. Si las veía las saludaba, pero de ahí a pasar a una relación era imposible.
El día transcurrió con normalidad, los tres amigos almorzaron juntos, y durante la media hora Lucas tuvo que escuchar hablar a Paola sobre lo entusiasmada que estaba y sobre las terribles ganas que tenía de llevarse a su habitación a Matías.