"Necesito hablar con vos. Es importante."
Aquél fue el mensaje que llegó al celular de Jenny hacía ya media hora. Pensó que era mejor no llamarlo, y decidieron encontrarse para hablar personalmente. Jenny no quiso alterarse, ya que no encontraba los motivos para hacerlo, pero aquél mensaje provocó unos nervios pasivos posibles de controlar.
"En la cafetería, en media hora. Te amo." Escribió Jenny.
"Yo también amor." Contestó él.
Ella se sintió más aliviada al suponer que no se trataba de la relación que mantenían, posiblemente sería de alguna otra cosa más, sin importancia, seguro.
La madre de Jenny, de camino al colegio de su hermano, la dejó a unas cuadras del lugar para encontrarse.
-Sabía que podría encontrarte por acá.- dijo una voz femenina tras de él.
-¿Qué haces...- no pudo terminar de formular la pregunta cuando unos labios fríos y maquillados besaron su boca.
Emmanuel ante la muestra desinteresada de cariño, se quedó inmóvil. Pero poco después, colocó sus manos sobre sus hombros, y la alejó lentamente.
Se limpió los labios, y luego la miró con desprecio.
-¿Qué? ¿No te gustó?- dijo su esposa.
-Tus preguntas estúpidas me irritan en este momento.- contestó molesto él.
-¿Perdón? ¿Porqué me hablas así? ¿No me amas?- se acercó a él, con un tono de tristeza en su hablar.
-No te amo. No, no y no. Cuántas malditas veces te lo tengo que decir, me molesta repetírtelo cada vez que preguntas.- se alejó de ella con desprecio.- Por cierto, estoy tramitando el divorcio.-
-¡Es por ella! ¡Es por ella, cómo pudiste!- gritó ella desesperada.
-¿Podrías no gritar, estoy al frente tuyo?- miró a su alrededor, observando como todos los presentes se fijaban en ellos.
Ella comenzó a realizar un berrinche entre llantos, rogándo a su esposo que no la dejara.
Tal fue el berrinche, que uno de los mozos le tuvo que pedir a Emmanuel que se retiraran del lugar, amablemente por supuesto.
-Si, disculpen.- dijo él antes de salir por la puerta, agarrando fuertemente del brazo a su esposa.
-¿¡Porqué!? ¡Decime porqué!- empezó a gritar otra vez afuera ella.
-¿Podés tranquilizarte por favor? Estás haciendo un papelón, enserio.- la tomó de ambos brazos, la observó a los ojos, y vió como cada lágrima caía por sus mejillas.- Basta, por favor.- quiso abrazarla para que se calmara, para provocar aunque sea algo de tranquilidad en ella.
Pero algo lo detuvo a hacerlo, y podría decirse que eso no era un algo, sino un alguien.
La dulce adolescente que había planeado encontrarse con su novio en aquélla pintoresca cafetería, lo veía ahora enfrente de una mujer baja de estatura, con una cartera en mano, cabello recogido y, por lo visto, parecía llorar.
-Jenny, hola.- dijo Emmanuel observándola.
-Hola. ¿Pasa algo?- preguntó inofensivamente, sin saber lo que sucedería.
La mujer que lloraba, se recompuso mágicamente al escuchar la voz de la chica que se encontraba a sus espaldas, giró sobre sí, la observó, y cuando se dió cuenta de quién era, su mano terminó en la mejilla de ella.
-¡Él, es, mí, esposo!- gritó entre intervalos.
Jenny llevó su mano directamente hacía su rostro, sentía como el calor aumentaba, y podía asegurar que su mejilla ya se encontraba totalmente roja.