"Necesito pensar." Había dicho aquella tarde él.
"¿Vas a dejarme? ¿Vamos a terminar?" Fueron las palabras de ella.
Desde el momento en que Emmanuel se subió a su auto, prendió el motor y se fue, Jenny supo que las cosas no serían iguales.
Las duras palabras del padre seguían rebotando por su cabeza. Mientras manejaba por la oscura calle de Olianto, con las manos apretadas sobre el volante, y con la ventanilla abierta, pensaba en lo ocurrido, pensaba en ella, y en lo que pasaría.
"No importa lo que pasé, sino lo que está pasando." Recordó la frase que ella le había dicho una noche juntos. Estacionó el auto, bajó y se introdujo en el edificio.
Jenny subió las escaleras de su casa, llegó a su habitación, abrió la puerta y se encerró en el cuarto. No quería ver a nadie, hablar o escuchar a alguna persona, especialmente a sus padres.
El padre, aún furioso, hablaba con su esposa, decía groserías y amenazaba con llamar a la policía, pero sólo lo hacía por la calentura de la situación vívida, una vez en frío, todo lo que pensaba hacer iba a ser razonado más de dos veces. La esposa, paciente y educada, sentada con ambos brazos a los costados, fingía escuchar a su marido, pero en realidad trataba de idear algo para que ambos salieron beneficiados.
-¿Cómo pasó?¡Cómo!- repetía el padre, caminando de un lado a otro, con la mano en la cadera, la otra en la frente y dejando las huellas de sus firmes pisadas.
-Sólo pasó Mike, no trates de buscarle una explicación a algo inexplicable. Se enamoraron, se quieren, punto, no más discusión.- respondió molesta ella.
-¿Qué te pasa?- preguntó él al verla reaccionar así.- ¡Sos tonta! ¡Nuestra hija sale con un señor, un adulto de casi treinta años! ¡No sólo pasó!- gritó él.- ¡Fue él, estoy seguro que la embaucó, hizo algo para que ella cayera, algo, no sé qué, pero sí sé porqué!-
-¿Porqué? ¿Sabes el porqué? ¡Decime por favor que quiero saber igual que vos, así estamos adecuados con la misma información!- respondió furiosa.
-¡Ayy...por favor! -refunfuñó el padre.-Sabes exactamente el porqué. Lo sabes, no me hagas decirlo.-
-No, no lo sabes querido. ¡Y tampoco lo vas a saber! No tenés la misma mentalidad que el muchacho, así que podría afirmarte que no lo sabes.- la madre caminó con los ojos abiertos, fijos en la mirada de su esposo hasta llegar a las escaleras. Las subió y se acercó a la habitación de su hija.
Pensó bastante tiempo en tocar o no, o hablar o no. Pero finalmente apoyó la mano sobre la manija, y mientras abría la puerta con lentitud, mencionó el nombre de su hija.
Pero al ingresar al cuarto, no vió a nadie. Se fijó en el baño, y tampoco. La ventana se encontraba cerrada, pero no con la traba.
-Jenny...- murmuró la madre.
A los cinco minutos en que había cerrado la puerta de su habitación, Jenny agarró su mochila del Instituto, y metió un buzo negro y un pantalón deportivo gris. Abrió la ventana, y antes de salir escuchó como su padre gritaba, sacó un pie por el balcón, y luego salió completamente. Bajó despacio la ventana, la cerró y descendió por el árbol hasta tocar el piso.
Caminó despacio por el verde pasto, con la mochila sobre el hombro y cuando llegó a la vereda, salió dispara corriendo hasta la parada del ómnibus.
Jenny tuvo que esperar quince minutos, pero por suerte propia, cuando llegó, el medio de transporte se encontraba desolado, sólo dos personas sentadas en los duros asientos.