Otra vez.
Desde la primera escapada que había decidido realizar aquel horroroso e inolvidable día cuando encontro a su ex mujer con otro, se había prometido jamás volver a realizar otro viaje, otra escapada. Pero aún así lo hacía, lo hizo esa desolada noche de despedida. Con una maleta en la mano y su mochila en la espalda, Emmanuel caminaba con paso firme pero ocultando su pesar por los cálidos pasillos del aeropuerto.
Vestido con un pantalón deportivo negro, unas converse y una musculosa con aberturas a los costados, dejando entrever parte de sus costillas, Emmanuel se dirigía hacia el chequeo habitual. Desde aquella mañana, no había vuelto a hablar con ella.
El sudor recorrió su mejilla y cayó justo en la lúcida y suave piel de Paola. Con el pelo revuelto, la frente sobre las azules sábanas con lunares blancos y una mano apretando con fuerza y dolor el colchón y con la otra acariciando el hermoso culo de Lucas, mientras éste la penetraba analmente, Paola se encontraba en un éxtasis de lujuria hasta entonces inalcanzable.
Sus cuerpos mantenían una simetría gloriosamente exquisita.
-Despacio, hazlo despacio.- le susurró Paola entre jadeos mientras él besaba su cuello y la movía hacia arriba y abajo cuando se encontraba a horcajadas suyas penetrándola con dulzura, segundos antes de explorar su culo con su fornido pene.
-¿Estas segura ?- le preguntó agarrando su cuello y obligándolo a que lo vea.- No quiero lastimarte. -
- Jamas lo harías.- respondió enseguida.
Lucas, seguro y confiado, la recostó sobre el colchón, la observó tumbada; tan serena, tan tranquila, tan segura del hombre que tenia enfrente.
-Eres hermosa.- le dijo una vez que asimiló tenerla esperando allí.
Los ojos azules de Paola lo observaron por segundos, minutos, horas, en realidad eran incontables los momentos que pasaban cuando sus miradas se fundían en una, pero ella sintió como lentamente él se despedía indirectamente. La destrozó darse cuenta de la verdad.
La giró sobre su cuerpo, y una vez que la tuvo de espalda, se tumbó encima de ella, pero con sus brazos se mantenía a una distancia adecuada para no asfixiarla. Con la mano derecha recorrió desde la punta de su dorada cabellera hasta el último centímetro del culo más bello que sus ojos habían visto. Y la besó, desde el hombro hasta sus costillas, bajando lentamente hasta llegar a esos cachetes que lo volvían loco cada vez que se contoneaba con su pollera entre los concurridos pasillos del instituto. Las lágrimas comenzaron inconcientemente, recorrieron las mejillas de Paola en silencio e inundaron el colchón, lo mojaron, lo invadieron de gotitas calientes. Apretó las sábanas con ambas manos mientras Lucas la seguía adorando con sus labios.
-Para. - dijo en un sollozo ella. - hazlo de una vez, despidete y listo. No me hagas sufrir, no lo alargues. - terminó sus palabras con un largo suspiro.
Lucas detuvo su besos, y llevó sus labios al hombro derecho de ella, justo por debajo de su mejilla. Con la pierna derecha empujó el muslo de ella para abrirla, sumidos en pleno silencio, con una lentitud sofocante, la penetró, entró en ese trasero hermoso que añoraba hacer suyo.
Paola emitió un ligero grito ahogado, y cuando Lucas comenzó a acelerar su ritmo pero manteniendo la delicadeza por temor a herirla fisicamente, ella empezó a gritar. Despacio, bajito, en silencio, con lágrimas en sus mejillas, con aquellas reveladoras lágrimas por toda su cara, gritaba lento y dolorosamente. Estiró su mano izquierda y la posó sobre el cómodo acolchado que habían retirado a un costado y lo apretó hasta que sus nudillos se pintaron de blanco, un blanco inimaginable. Y con la otra mano, la mano libre que le quedaba, la apoyó sobre los dedos que Lucas tenía apoyado sobre las divertidas sábanas, los apretó, levantó su mano y se la llevó a la boca. Besó cada dedo con ternura, y su palma la llenó de gloriosos besos, y cuando ya no quedaba ninguna parte que no haya sido proclamada suya, la mantuvo en su boca, tapando con ella sus sollozos.