Capítulo veintisiete.

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-¡Ay no!- dijo Paola alejando la computadora que se asentaba sobre sus piernas, corrió las frazadas que la cubrían, y salió corriendo, descalza y en pijamas, atrás de Lucas. Éste, apenas divisó la imágen que destrozó la última esperanza que poseía sobre la fidelidad de Paola, desenganchó su mano que aferraba al picaporte de la puerta de su amada, y bajó las escaleras a prisas, furioso y con el corazón acongojado.

-¡Lucas!- gritó mientras corría escaleras abajo. Mientras tanto, Fernando, aún sentado sobre el perfumado colchón color rosa, confundido e indeciso sobre la posición en la que se encontraba, y avergonzado por el papel que tuvo que interpretar en aquél amorío, decidió levantarse, y arreglar los problemas que habían surgido entre Paola, de seguro su novio, y el tercero en discordia, quién sin duda, se apodaba sin más remedio.

Lucas abrió la puerta principal, y estaba decidido, completamente decidido a abandonar aquella casa, y a ella. Abandonar sus sentimientos, comprimirlos y hacerlos desaparecer. Una promesa no se rompe, simplemente se deshace con el tiempo.

Paola llegó justo a tiempo. Se abalanzó sobre la puerta de caoba oscuro con decoraciones incrustadas, apoyó ambas manos, y colocó su cuerpo entero, impidiendo el paso de cualquiera que se atreviera a abandonar la casa por esa puerta.

-Correte. Paola correte. ¡Ahora, movete!- gritó eufórico Lucas. Sus ojos se tornaron rojos, pero ninguna lágrima cayó por su delicada mejilla.

-¡No! ¡Tienes que escucharme, puedo explicarlo todo!- respondió desesperada ella.

-¡No quiero escuchar ninguna excusa! ¡No quiero escucharte! ¡No quiero otra maldita mentira Paola!- la agarró del brazo para que se moviera del paso, pero con todas sus fuerzas se retuvo a moverse, y se estacionó plenamente en aquellas baldosas grises.- ¡Maldita sea!- caminó con velocidad hacia la cocina, acercándose hacia la puerta del personal.

-¡No, no, no es ninguna mentira! ¡Escucha Lucas! ¡Por favor!- lo siguió a paso rápido.- ¡Es el hermano de Jenny!- gritó, tratando de salvar su relación, salvarse de la agonía que le produciría perderlo una vez más.

-¿Hermano? Él no es su hermano. Su hermano tiene 10 años Paola.- contestó irritado, pero frenó sus pies, y descanso su agitación que lo consumía. Tal vez por curiosidad, o simplemente porque la amaba.

-¡No, no, es su hermanastro, por parte del padre! Es una larga historia. El tema es que el se está quedando aquí porque no tiene un lugar donde quedarse. Jenny me pidió el favor, y pienso complacerla.- se acercó a él, observando sus llorosos ojos.

-¿Porqué debería creerte? Me cuesta a veces darme cuenta si dices la verdad o no.- apoyó su mano sobre la mesada.

-Porqué esta vez no miento. No miento desde la vez que me dijistes que me amabas, y te prometí jamás engañarte. Hablo enserio Lucas, no te estoy mintiendo.- descansó su frente sobre su pecho, lo agarró de la cintura, esperando una respuesta.

-No sé porqué, pero te creo, aunque odie hacerlo.- su pera invadió su dorado cabello.

Fernando había observado toda la escena, pero escondido por temor a interrumpir un momento especial para ellos, se quedó tras la puerta de vaivén, escuchando.

Luego decidió presentarse cortésmente. Pero temiendo arruinar algún que otro pensamiento positivo que pudiera influenciar sus relaciones de amistad con su nueva compañera de cuarto. De todas maneras entró, miedoso por la puerta que devolvía cachetadas, con el torso descubierto, y los pantalones por debajo de la cintura.

-Hola hermano.- su voz era gruesa pero a la vez descompensada. Parecía cansado, pero fingió no estarlo.

-Hola.- respondió Lucas. Decidió fichar su vestimenta, capaz sabría así más de él. Pero por lo poco que llevaba puesto, y por su saludo un tanto familiero, no pudo percibir mucho su personalidad.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora