Capítulo veinticinco.

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-Tengo que irme.- le susurró Lucas al oído. Paola descansaba sobre la acomodada almohada rosa. Abrió los ojos, y le pidió que se quedase.

-No puedo Pao, tengo que irme.- se levantó desnudo de la cama, con su escultural cuerpo caminando hacia su ropa, se vistió, y luego se recostó a su lado.

-¿Qué va a pasar ahora?- le preguntó inocente ella, lo miró con sus azulados ojos brillantes de alegría consumida por su sonrisa.

-Bueno. No lo sé.- rió él.

-¿Deberíamos comprometernos en una relación, que luego nos va a llevar al fracaso ya que ambos vamos a pelearnos por estupideces?- Lucas la miró sorprendido, para luego contestar un sí.

-Creo que no entendistes Lu, nos va a llevar al fracaso, nos vamos a odiar y todo lo que a eso le siga.- se sentó, cubriéndose con las suaves sábanas.

-¿Tienes que ser tan pesimista?- la tomó de la mano.

-No soy pesimista, soy realista. ¿Acaso no me vistes con Martín? No quiero involucrarme con otra persona sabiendo que voy a ser yo la que salga lastimada.-

-Eso significa que no quieres tener una relación conmigo, no te entiendo.-

-Sí....eso.- se encorbó mirando sus uñas, mientras que Lucas la observaba.

-¿Porqué haces esto? Porqué no simplemente me dejas formar parte de tu vida, no como amigo, sino como la persona a la cual cada día añores tener a tu lado, que te despierte con un beso sin que lo rechaces, pasar las noches enteras acariciándo cada parte de tu cuerpo, cada parte de tí, y que al amanecer ambos despertemos juntos, sin que uno desaparezca con el primer rayo de sol que ingresa por la ventana. ¿Porqué simplemente no me dejas...ser...-

-Porqué tengo miedo.-

-¿De qué? ¿Enamorarte de mí, amarme como tantas veces me lo declarastes? -

-No, de que te vuelvas parte de mí, de que te ame como nunca a nadie en mi corta vida he hecho, y un día cualquiera desaparezcas, y yo quede destrozada.- se apoyó en sus brazos, tratando de que no la viera llorar.

-Puedes estar segura que jamás lo haré. Pero para eso debes prometerme una cosa, sólo una cosa.-

-¿Cuál?- lo miró esperanzada.

-No me engañes, es lo único que te pido, no lo soportaría, me destrozaría en mil pedasos y no volverías a verme.- la tomó del rostro, e introdujo su mirada en aquél mar azul, abierto a lo ajeno, descubriendo, aprendiendo, pero amando con intensidad cada momento que transcurría a su lado.

-Lo prometo. Lo prometo amor.- lo besó en los labios, él la recostó sobre las almohadas, y se subió sobre su desnudo cuerpo, cubierto por una débil sábana, y comenzó a acariciar su cabellera, su rubia y dorada cabellera.

Hasta que el sonido de su celular oculto en su bolsillo trasero lo hizo detenerse, y contestar el aparato de larga distancia.

Para su mala suerte, la llamada provenía de su madre, quién le pidió que volviera a su casa, ya que mañana tenía un importante torneo de natación.

-¿Tienes que irte?- le preguntó.

-Sí, mañana tengo que competir para el ingreso a la universidad.-

-¡Mi nadador!- dijo sonriente Paola.

-Nos vemos mañana amor.- se colocó la chaqueta, y Paola cubriéndose con las sábanas lo acompañó hasta la puerta.

-¿Tengo que llamarte novio?- se dirigió a él confundida.

-Llamame como quieras, de todas maneras mi corazón te pertenece, los apodos no me importan.- respondió caminando hacia la camioneta de su amigo. Para luego desaparecer en la oscuridad de la noche.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora