Capítulo |26| -¡Era mi bebé!-

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"No debería ser tan bueno tenerlas en tanta ignorancia."

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Me sentía incómoda, si, estando cerca de ellos me sentía incómoda. Y capaz de siempre hacer las cosas que a ellos no les gusta. Me sentía presa, enjaulada, me sentía...

No me sentía cómoda con ninguno, ni con Tom, ni con Stefan. Ya no había un lugar seguro para mi en esta casa. Ya no tenía nada, solo mi bebé. Mi bebé y yo contra todo.

Te amo bebé.

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¿Qué era eso?, eso era algo rico para mis oídos. Estaba cocinando, y estaba sola, las otras niñas no se donde estaban la verdad. La verdad es que cada vez que las necesitaba, nunca las podía encontrar. Así que las cosas difíciles para yo hacer con mi barriga, o la hacía con miedo de lastimarme, o solamente no las hacía. Cosa que siempre era la primera, no podía darme ese lujo que yo no poseía, de hacer las cosas cuando quiera o si quería.

Estaba haciendo la comida, no me hacía falta cocinar, porque siempre lo hacía. Así podía pensar en otras cosas y despejar esos pensamientos que yo tenía. Así no me daban tantas ganas de llorar, o de dormir. Aunque, si me dolían muchos los pies, estar parada tanto tiempo me pasaba factura después.

Pero eso que yo escuchaba era... no sabía que era, nunca lo había escuchado en toda mi vida. Así que salí de la cocina, y caminé despacio a donde se escuchaba eso. Y me encontré a mi esposo de cabello amarillo en la sala, y estaba cerca de algo, algo que desde que estaba aquí, en esta gran y solitaria casa, nunca había visto eso. ¿Eso era lo que se escuchaba tan suave?, ¿Eso era?

Estaba media escondida. Ya no quería más problemas, la verdad es que desde el último inconveniente, ya casi ellos no hablaban conmigo. Ni yo tampoco, y estaba bien. Yo solo era una esposa, y ya, mi deber es dar bebés -niños-, mantener la casa siempre limpia, y estar presentable yo. Nada más, mi deber es obedecerles, muchas veces me lo advirtieron. No estar hablando con ellos siempre. Y lo entendí. Lo entendí de formas feas.

Iba a dar media vuelta ya para irme, ya no quería más. Pero su voz me detuvo;

-Sal de dónde estás, Elenne.- dijo en voz alta, para que yo pudiera escucharlo. Para que yo lo obedeciera. Y no quise, de verdad que no. Yo... yo no quería molestar. Solo quería saber de dónde salía ese sonido. Yo no... perdón.

Salí despacio de dónde estaba, con miedo, si, últimamente siempre andaba con miedo en esta casa. Con miedo de que si aunque fuera pisará mal, uno de mis esposos iba a salir a decirme cosas feas, o a golpearme, o a lastimarme. O sino, todas esas cosas juntas. Si, siempre andaba con miedo. Siempre andaba en silencio, y siempre hacía las cosas rápido. Siempre estaba sola. Ya nunca los molestaba, ya nunca preguntaba, ya nunca hacía nada de esas cosas que a ellos no les gustaba.

Ya no era yo...

-Perdón.- susurré bajito. No, la verdad fue que no lo dije, ni siquiera moví los labios. Solo lo pensé. Lo pensé porque quería arreglar cualquier molestia que yo hubiera podido causarle. Ya no quería más golpes, ni más gritos, ni más regaños.

-¿Qué hacías ahí?- exclamó, mientras se volteaba para estar de frente a mi. Mientras yo, miraba al piso, eso seguía sonando, y era tan bien escucharlo... pero seguro por eso ahora van a castigarme, a golpearme, a insultarme.

-Solo quería saber qué era eso.- susurré, siempre estaba esperando el manotazo, ¡es que ya yo no sabía que esperar de ellos!, no sabía.- Perdón, por favor perdóneme. No quise molestar, ya me voy. No me pegue.- volví a susurrar, aún con la mirada en el piso, y algunas lágrimas en mis mejillas.

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora