Capítulo |44| -Castigo.-

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-Por favor, por favor... no volveré a portarme así jamás, por favor, perdóneme, se lo suplicó.- susurré bajito, despacio, de verdad no quería que me castigara.


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Thomas, aquella persona que desde la primera vez que lo vi hasta ahora solo demostraba odio e ira, estaba llorando. Si, desde donde estaba podía ver dos lágrimas deslizarse por sus ojos, mientras esté veía a mi pequeña y frágil bebé en sus manos.

-Dios...- susurró en jimoteos.

Tenía miedo por mi bebé, no quería que él la tuviera en sus manos más, quería cargarla yo, solo yo. Donde sabía que mi bebé iba a estar segura, a salvo.

No podía pararme, y eso lo sabía. Sabía que si me paraba de la cama iba a parar directo al piso, y hasta peor, podía lastimar mi columna, podía no volver a caminar nunca más. Lo sabía, claro que lo sabía, pero tenía miedo por mi bebé, tenía mucho miedo y eso hizo que no me importaran ningunas de esas consecuencias, y como pude me paré de ella. Solté un pequeño quejido, y me recosté de la pared, aún lejos de Thomas. Pero este ni se inmutó, seguía inmerso en los ojos tan hermoso de mi bebé. Mientras más lágrimas seguían rodando por sus mejillas rojas.

Quería arrancarle a mi bebé de las manos. Necesitaba con urgencia rescatar a mi bebé del monstruo de su padre. Pero Thomas estaba perplejo, sin moverse, sin hacer nada, solo miraba a mi bebé.

La reina estaba al lado de él, susurrando una que otra cosa, mientras este solo movía los ojos de arriba y abajo en el delicado rostro de mi bebé.

-Es idéntica a Nora.- susurró al fin, después de quedarse minutos interminables sin siquiera pestañear. Aún no sabía quién era esa tal Nora, pero sea quien sea, les trae mucho sentimiento al ver a mi bebé.- ¡Es idéntica a Nora!- gritó está vez, mientras sus ojos iban de un lado a otro en mi bebé, en mi pequeña Olivia.

-Tiene los ojos de mi Emmy.- dijo esta vez Stephan. Mientras yo solo me quedaba estática, sin mover nada. ¿Qué estaba pasando?, ¿Qué pasaba?

Nunca esperaba ver ese momento. Aunque siempre lo anhelé.

Estaba tan sumergida en mi pequeño trance, que me sorprendí tanto cuando los ojos de Thomas se despegaron de la bebé para verme a mi. Por primera vez desde que entró me había mirando a mi.

-¿Cómo la hiciste?- dijo hacía mi, a la vez que le pasaba con mucho cuidado la bebé a Stephan.- ¿Cómo la hiciste tan perfecta?, ¿Cómo la hiciste tan idéntica?- estaba caminando hacía mi, pero detrás de mi solo había la pared, y más nada. No había a donde ir.

-Yo...- no llegue a decir nada, cuando sus enormes manos zarandearon mis hombros con fuerza. Sintiendo cosas en mi espalda que había preferido no sentirlas.

-¡¿CÓMO LA HICISTE?!- está vez gritó, tenía tanto miedo. Él podía hacerme lo que quisiera y donde quisiera, y nadie haría nada por detenerlo, nadie iba a salvarme. Era de él, y era desechable.

-No se dé que habla señor... no lo sé.- no lo sé, no lo sabía. Mordí mis labios al sentir que algo en mi espalda me comía, me ardía, me molestada. Quería tan solo acostarme con mi bebé. Por favor, tan solo eso, solo eso.

-Es perfecta... sencillamente perfecta.- dijo mientras me miraba, directo a los ojos, esos ojos que siempre estaban negros, hoy estaban de un color verde cálido, suave. Creo que era la primera vez que los veía así. Que lo veía a él así.

Emocionado.

Si, era era la palabra. Él estaba emocionado porque había tenido una niña idéntica a alguien llamada Nora.

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora