Capítulo |45| -Otra vez no.-

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No tenía ya noción de nada, tenía un nudo en la garganta, y otro más grande en el corazón. Me estaba marchitando, lo sabía, lo sentía...





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Eran peores. Sin duda los castigos de Thomas eran cada vez más peores, más dolorosos, más vergonzosos.

Y quería que por primera vez, aunque fuese por una sola vez, él dejara de lastimar mi cuerpo, de dañarlo, de marcarlo.

Intenté agarrarme cuando al finalizar el castigo y pararme de la cama, sentí mis piernas temblar, mi trasero doler y mis oídos pitar y si no fuera mucho ya, tenía mucho mareo, —estar en esa incómoda posición, recibiendo correazos, dejaba más consecuencias de las que me gustaba recordar.— pero me agarré tarde, recibiendo un golpe en la cabeza, del cual no duró mucho, habían mas dolores en mi cuerpo reclamando mi atención, y en el piso tampoco dure mucho, cuando Thomas me levantó, claro que lo hizo, pero por los cabello. Alzando mi cara a su altura y él era tan grande.

-Vas a salir allá afuera, vas arrodillarte, vas a besar los zapatos del rey, y vas a pedirle perdón, vas a rogarle su perdón, que perdone tu vida.- asentí despacio, con las mejillas llenas de lágrimas que brotaban de mis ojos sin permiso. Tenía la nariz llena de mocos, dificultándome respirar y el trasero me dolía a horrores.- Espero que el castigo que el rey te vaya a dar, sea peor que él mío, así nunca más harás algo tan atrevido como eso.- Solo quería acurrucarme en una esquina, solo quería que el dolor pasara, aunque no sabía de todos, cuales. Solo quería descansar, ya no sentir más. Thomas no paraba de repetir en el castigo que yo no era nadie, y que ellos eran los reyes, y que a los reyes se les trata con respeto, o en el mayor de los casos ni siquiera se le trataba.

Puse una mano en la de él, tratando de aliviar el dolor que sentía en esa zona, me tenía levantada por los cabellos, ¡los cabellos!

Me sobé, mi cabeza ardía feo, y a él parecía no importarle, a él nunca le importaba yo, y menos ahora que no llevaba a su bebé en el vientre. Solo éramos yo y él, y él siempre me hacía lo que quería. Me soltó, y ni siquiera me preparé para la caída, cerré los ojos y la boca con tanta fuerza, aguantando el dolor al sentir el contacto de mis nalgas con el suelo y uno de mis pies chocar con el piso y torcerse.

Intente reunir fuerza, pero de verdad que no tenía, no tenía nada, solo lágrimas y dolor por todo el cuerpo. No sabía donde sobarme primero, o donde dolía más. No tenía ya noción de nada, tenía un nudo en la garganta, y otro más grande en el corazón. Me estaba marchitando, lo sabía, lo sentía...

Quise pararme antes de que Thomas dijera algo, pero falle, cómo en todo, cómo siempre;

-Párate.- fue lo único que dijo, no me miró, ni siquiera se molestó. Así que me agarré de la pata de la cama, e intenté pararme, pero al hacerlo, al haber logrado mi objetivo, me arrepentí, me dolía todo, y mi cuerpo no quería quedarse parado.

Me solté de la cama, confiando en que si me caía otra vez, ya Thomas si iba a matarme. Era lo único que sabía, lo miraba en sus ojos, en sus puños, en sus palabras, él me detestaba por algo que yo no sabía, por algo que yo seguro no había hecho.

Y al pasar mis manos, me arrepentí tanto de haberlo hecho, dolía más, y mi mano estaba manchada de sangre. Los correazos fueron tan fuerte, que...

Terminé de bajar mi vestido bien, y antes de pasarme la mano por la cara, la pasé por mi vestido, no quería tener la cara ya más sucia de lo que la tenía. Thomas no apartaba sus ojos de mi, y no lo sabia precisamente porque lo estaba viendo, sino porque sentía esa presión, como si quisiera perforarme solo con su mirada. Cuando estuve lista, con el pelo lo mejor recogido y la cara más limpia, solo así, Thomas se dirigió a la puerta para salir de la habitación. Recordándome justo el momento donde lo conocí por primera vez. Solo que esta vez, si podía golpearme, herirme o usarme. Madre ya no estaba aquí para salvarme. En realidad, no había nadie para salvarme, y aunque hubiera, si hubiera estado alguien viendo como Thomas me castigaba, estaba más que segura que igual no haría nada. Nadie lo haría.

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora