Capítulo |25| -Por favor.-

754 80 10
                                    


"Nacer niña es un pecado, es horrendo."

.

Estaba esperando por ellos. Hoy me sentía emocionada, y no sabía porque, solo estaba feliz, contenta. Tal ves era mi bebé, el siempre me ponía de buen -o mal- humor. Acaricié mi barriga otra vez mientras sentía ese frío intenso, últimamente el frío era insoportable, tanto que tenía que ponerme muchas ropas para así poder aunque sea un poco, no ponerme a llorar. No me gustaba para nada es frío. Me hacía pensar en tantas cosas...

Cuando pasaron la puerta. En lo primero que me fijé, fue en las botas de ellos, llenas de algo blanco, al igual que sus cabellos, y su ropa, y se me hizo extraño, ¿qué era eso?

Últimamente siempre llegaban con eso, pero no me había atrevido a preguntar. La verdad, tampoco me atrevía a preguntar.

Ya había hecho muchas cosas y me habían castigado por eso. Así que ya no más, ahora siempre estaba callada y sin estar tanto.

-Es nieve.- dijo mi esposo de cabello amarillo, había entrado primero. Y se había quitado las botas con nieve... mientras mi esposo de cabello amarillo entro de último. Yo estaba en una esquina de la sala, así no podía ver qué había después, que había allá afuera. Que había en ese lugar tan desconocido para mi. ¿Algún día yo podré salir?

Si yo nunca podría salir, entonces quería que lo hiciera mi hijo, que salga él, y que conozca, que vea todo eso que es un misterio para nosotras. Que sea libre. Solo eso pido. Un niño para que sea libre.

-¿Y que es eso?- susurré.

-La nieve es...- mi esposo no había terminado de hablar cuando el gritó se mi esposo amarillo lo interrumpió.

-¡Es frío Elenne!, la nieve es frío.- subía las escaleras con los pies descalzos, aunque al frente de la puerta estaban las chancletas de él.- Por eso te levantas todas las madrugadas como un gusano Elenne. Porque hace mucho frío, y no te deja dormir. Y haciendo eso, no nos dejas dormir a nosotros tampoco.- cada vez se escuchaba menos, pero pude entender.

Mi esposo aún seguía frente a la puerta, quitándose todas esas ropas que ahora usaban para salir, para dormir, y para todo.

Sin duda odiaba mucho el frío.

|

Volví a despertar otra vez en la noche -madrugada-... Y por lo mismo, el frío, sentía el frío calarme los huesos, y como siempre hacia, me acurrucaba a uno de mis esposos. Solo que últimamente acurrucada o no acurrucada daba lo mismo, igual tenía frío. Igual temblaba toda la noche, igual no podía conciliar el sueño.

-Tengo frío.- susurré en la cara de mi esposo de cabello rojo. Sabía que era él, por la molesta barba que se estaba dejando crecer. Esa que me daba risa cada vez que tenía contacto con ella- Tengo frío.- volví a susurrar mientras movía un poco su cuerpo. Abrió los ojos, pero lo volvió a cerrar otra vez. Y yo otra vez repetí lo mismo. Solo que un poco más alto.

Me abrazó, pensando que así se iba a quitar mi frío, pero no, así que volví a decirle. Y se paró, no se le veía muy feliz, pero yo ya no sabía que más hacer.

-Levántate,- dijo, y yo negué. No, no quería pararme.- Levanté joder.- gruñó. Y yo está vez si me pare, estaba temblando, y mis dientes castañeaban. No quería estar parada. Parada hacía más frío, parada mi bebé daba saltos en mi barriga.

Lo vi caminar hacia algo que siempre me dio intriga, estaba ahí, pero nunca se usaba, y era grande, tomó uno de los tantos cerillos que había por doquier, y lo tiro a eso, me asusté cuando vi mucho humo, y él simplemente se quedó hay, mirando como el fuego crecía más y más.

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora