XV.

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—Y cuéntame, Lisa —Rosé se dejó caer en el sofa individual—, ¿qué fue lo que te dolió realmente?

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—Y cuéntame, Lisa —Rosé se dejó caer en el sofa individual—, ¿qué fue lo que te dolió realmente?

—Rosé.

—¿Darte cuenta que repudiaba a Pranpriya o no poder sacártela de la cabeza? —se cruzó de brazos—. Porque yo a ti te lo dije. Te dije que esa mujer tenía veneno, que no era esa buena persona que parece ser.

—Rosé, eso es lo de menos, ahora mismo no quiero ni hablar de Jennie Kim —resopló la pelinegra—. Es más, por mí puede... no sé... irse derechito al infierno.

—O a tu cama.

—Rosé, basta —increpó—. Basta. Yo quiero hacer las cosas bien, y si me sigo preocupando por aquella cara bonita con el corazón de piedra, no podré hacer las cosas que me propongo.

–Lisa, lo estamos logrando tal cual tú lo quieres, pero tienes que entender una cosa; si te mantienes en esa casa saldrás malherida de ahí.

La tailandesa pensó en las palabras de Rosé, después de todo, de un tiempo para acá no había hecho otra cosa que hacerle caso a sus consejos o por lo menos intentarlo. Pero para su mal juicio, Lisa siempre elegía lo que menos le convenía.

Quedarse en esa casa le traería más problemas, no sólo con Junhui, sino también con Jennie. La cual para Lisa no es más que una mujer fría. Recordar todas las cosas que dijo de ella, le dolían. Pero le dolía más saber que se estaba auto-engañando.

Con alguien que no existía.

—Renunciaré —confesó. Rosé se quedó boquiabierta, sin poder creer lo que había logrado—. Renunciaré a todo, y nos haremos cargo solo de nuestras cosas.

—¿En serio lo dices?

—Lo digo muy en serio. Mañana a primera hora tendrán mi renuncia —se colocó de pie—. No tengo nada que hacer ahí.

Rosé no dijo nada más, porque en el fondo podía sentir la desilución que había tenido Lisa, de algo que ni siquiera llegó a ocurrir. Y lo que más le duele es saber que aunque todos le hicieron tanto daño, ella aun sigue mirándolos como a una familia.

Lisa se encerró en su habitación, y se sentó en la cama, mirándose directamente en el espejo, el cual le permitía una vista completa. Se secó las pocas lágrimas que había rodado por su mejilla, e infló sus mejillas.

—Soy una imbécil —se dijo a sí misma—. Soy una completa imbécil por confiar en las personas equivocadas toda mi puta vida. ¿Para esto querías que regresara, Dios?, ¿para reírte en mi puta cara de todas las equivocaciones que cometí?

Sollozó. Estaba perdida en el dolor que le provocaba. Saber que su familia no eran más que personas falsas, que pretendían ver su muerte para quedarse con todo. Pero más le molestaba ver bondad donde sólo había interés.

Heaven And Back. (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora