XXXII.

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La luz de la luna entraba por las ventanas del coche

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La luz de la luna entraba por las ventanas del coche. Rosé descansaba su cabeza del asiento, al igual que Jisoo. Ambas miraban el agua de la playa, la cual subía y bajaba, dependiendo de que tan fuerte vinieran las olas.

Ninguna de las dos quería mirarse, porque ambas tenían el mismo pensamientos. Rosé se frotó las manos repetidas veces, reteniendo las ganas de tomar a Jisoo del cuello y besarla. Y la coreana no se quedaba atrás, la tentación de subirse en el regazo de la rubia, la estaban traicionando.

El ambiente se empañó de tensión, y una corriente eléctrica por ambos cuerpo.

—Es muy lindo —musitó Rosé. Rompió el silencio, el cual no era incómodo, pero si se dejaba llevar fallaría a su palabra de no ver a Jisoo sólo con esos ojos—. Igual que tú.

—Rosé... —Jisoo cerró los ojos con fuerza—, ¿no sientes eso?

—¿Sentir qué? —dijo fingiendo inocencia.

Pero se removía incómoda en su asiento por los latidos enloquecidos que no sólo provenían de su corazón.

—Joder —tomó el rostro de Rosé y la besó con fuerza.

Rosé se dejó llevar por el momento, y con una de sus manos, sostuvo la mejilla de la más baja. Mordió su labio inferior y gimió ante el beso impetuoso que le plantó Jisoo sin más perdida de tiempo. Porque ya no había tiempo, ambas se deseaban, y ambas lo querían.

—Me muero por hacerlo —susurró Jisoo.

—Jisoo, ¿no crees que es mejor..?

—No, en otro momento no —fue bajando sus besos por el cuello de Rosé—. En otro momento no. Te quiero ahora.

Rosé mandó al diablo todas sus propias reglas, y quitó el cinturón de seguridad de Jisoo con torpeza, acelerando sus movimientos para que la otra pueda subirse en su regazo. Echó el asiento hacia atrás, y permitió que Jisoo la montara. Mientras el beso se nivelaba, y ambas tomaban el ritmo otra vez.

Las manos de Rosé estaban en la cintura de Jisoo, pero esta misma las movió a su trasero, y la rubia no desaprovechó la oportunidad para apretarlo con fuerza, robarle ese fuerte gemido que innundó el auto, así como sus pequeños gemidos.

Jisoo se encargó de quitar la parte de arriba de su ropa y quedarse en sostén, permitiéndole la vista a Rosé, bañándola en placer. La rubia no podía sino mirarla con deseo y admiración.

—Estás hermosa —le susurró—. Eres perfecta para mí.

Aquel pantaloncito corto fue desabotonado por Rosé, quien metió su mano y sintió la humedad que tenía la otra ahí. Se bañó en lujo al saber que provocaba algo en ella, y sin duda, sus pezones endurecidos ya se lo decían. Jisoo se tomó el atrevimiento de quitarse el sostén y darle una vista completa a Rosé de sus pechos.

Heaven And Back. (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora