28. Extraoficial

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Mi corazón da un vuelco en mi pecho, acelerándose ante sus palabras. Antes, esas dos simples palabras me aterraban, pero ahora, cuando las escucho de la persona que quiero, siento que mi corazón se hincha de felicidad. La emoción es abrumadora, y siento que todas las dudas y temores se desvanecen en ese momento.

Sin poder contenerme, me lanzo hacia ella. Nuestros labios se encuentran en un contacto suave y dulce al principio, pero rápidamente la intensidad aumenta y el beso se vuelve cargado de deseo. Nuestros cuerpos se acercan aún más, Aida quejándose de dolor por el camino pero sin querer soltarme.

Corto el beso, pero mi deseo no disminuye. En cambio, mis labios comienzan a trazar un camino húmedo por su mandíbula, dejando besos suaves y provocativos a lo largo del recorrido. Mi aliento cálido acaricia su piel, y siento cómo se eriza bajo mi contacto.

Llego a su oreja y mis labios se posan sobre el lóbulo, dándole un suave mordisco. El efecto es instantáneo: un gemido escapa de su garganta, llenando el aire con el sonido de su placer. Ese sonido enciende aún más la chispa dentro de mí, aumentando mi deseo y pasión.

Mis manos encuentran su cintura, apretándola suavemente mientras continúo dejando besos y mordiscos por su cuello y hombros. Cada reacción, cada pequeño suspiro, alimenta el fuego entre nosotras.

El timbre suena inesperadamente, rompiendo el momento entre Aida y yo. Aunque nos separamos con cierta reluctancia, el sonido repentino nos da un respiro necesario. Me levanto con cierta prisa, con el corazón latiendo rápido, y me dirijo hacia la puerta para ver quién ha venido a estas horas de la noche.

Al abrir la puerta, el alivio inunda mis sentidos al descubrir que es Kayden quien está allí.

—Ehm, siento interrumpir. —Mis mejillas enrojecen al ver que se ha dado cuenta de nuestra situación. Es entonces cuándo veo que va todo de negro, con gorra y una braga en el cuello, poco común siendo él. —Bell tiene a los tres. Aida debería ir a reconocerlos.

—De acuerdo. Pasa, vamos a cambiarnos y nos vamos.

Llevo a Aida a mi habitación para prepararnos antes de salir. Le presto ropa negra y le paso una gorra y una braga para el cuello, similar a las que usamos Kayden y yo.

Con discreción, salimos de la habitación y nos dirigimos al salón. Bajamos las escaleras y llegamos al garaje del edificio. Mi Chevrolet del 67 espera en su lugar, luciendo imponente y listo para la acción. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al verlo, hace mucho que no salgo con él.

Siguiendo las indicaciones de Kayden, avanzamos por callejuelas oscuras y poco transitadas, lejos de las miradas indiscretas de las cámaras de seguridad. Finalmente, llegamos a un edificio desolado, cuya apariencia refleja su abandono.

El lugar parece sombrío y silencioso, como si estuviera suspendido en el tiempo. Nos dirigimos hacia los trasteros, donde supuestamente están los agresores. Aida toma la delantera, entrando en cada uno de los tres trasteros para confirmar si son los mismos individuos que la atacaron.

El ambiente es tenso y el silencio solo es interrumpido por nuestros pasos cautelosos. Me mantengo alerta, observando todo a mi alrededor mientras esperamos a que confirme sus identidadades. Aida regresa con la confirmación de que son ellos.

Bell llega al escenario saludándonos y mueve a los tres agresores a una misma sala para que Kayden y yo podamos hablar con ellos.

—Tenéis antecedentes por agresiones sexuales, acoso, maltrato y hurtos menores. Y no podéis iros de rositas. —Kayden indica a Bell que se acerque, el pánico aparece en sus caras.

—Quiero hacer un trato con vosotros, ¿entendéis? —Asienten con la cabeza cómo si les fuera la vida en ello. —Vosotros vais a la comisaría a confesar todos vuestros crímenes o, este grandullón de aquí, os mata de una paliza. Es exmilitar así que sabe dónde esconder bien un cuerpo. —Dos de ellos asienten frenéticamente pero el otro no da su brazo a torcer. Aida me hace una seña para que me agache y pueda susurrarme.

Quererte en silencio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora