40. El paquete

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Estoy tirada en mi cama, completamente borracha, una semana después de la reunión en casa de mis padres. Hace seis días los tíos me llamaron para preguntar sobre la reunión, y su tono de voz revelaba su enfado. No tuve más opción que enviarles diez mil euros adicionales para calmar su ira.

Por otra parte, no he recibido noticias de la empresa que contraté para ayudarme en esta situación, lo que aumenta mi preocupación. Siento que cada movimiento que hago está siendo vigilado de cerca, y la sensación de paranoia crece con cada copa que bebo. En este momento, temo que si bebo otra copa, podría desmayarme y perder aún más el control.

Escucho el timbre, y a pesar de mi intención por ignorarlo, su insistencia me irrita, por lo que me arrastro hasta la puerta y abro para encontrar al cartero sosteniendo un paquete de Amazon que claramente no he pedido. Antes de que pueda decirle algo, el cartero me interrumpe.

—¿Mucho tiempo en el bar? —Sonríe inocentemente mientras extiende sus manos para que agarre el paquete. —¿Es usted Gabriela Elizalde? Tengo un paquete a su nombre.

—Sí, soy yo.

—Genial. Firme aquí. —Después de firmar, el repartidor se marcha y se aleja en su furgoneta. Antes de que pueda analizar la situación dejo el paquete en el suelo y vuelvo a agarrar la botella. Después de un par de tragos caigo inconsciente al suelo.

Me despierto aturdida. El día anterior me ha dejado completamente agotada. Busco mi teléfono por el suelo, son las nueve y media de la mañana y al ver la fecha en mi teléfono, una sensación de malestar se apodera de mí. Es 21 de mayo, perdí todo el día anterior bebiendo sin parar. Después de una arcada y de un momento de desahogo en el baño, decido que es buena idea darme un baño relajante. Intento recordar algo de ayer, en vano, nada importante sucedió.

Salgo del baño, me seco y comienzo a vestirme el primer traje que pillo con bastante calma, a pesar de la confusión y la ansiedad que me embargan. Al volver al salón me fijo en algo que podía jurar que no estaba ayer. Hay un paquete de Amazon en el suelo. Mi encuentro con el cartero se hace presente e intento entender lo que pasó.

Después de mirar fijamente el paquete durante un largo rato, caigo en las palabras del cartero. "¿Mucho tiempo en el bar?" ¿Podría significar algo o simplemente estoy paranoica? Salgo de casa y con la moto me dirijo al bar.

Cuando llego, me dirijo a la barra y pido una cerveza. El camarero que está de turno me mira con sorpresa por mi elección siendo tan temprano, pero no dice nada y me la sirve. Félix, que también está, junto a él, está observándome con preocupación.

—¿A estas horas de la mañana? Ni hablar —Me dice Félix con gesto de desaprobación intentando quitármela.

—Venga ya, Félix, estoy teniendo una mala racha. Necesito relajarme un poco.

Me mira con ojos comprensivos y luego señala hacia arriba.

—Para hablar de tus problemas está mi hija. Paula está arriba en su habitación. ¿Por qué no subes? Hace mucho que no habláis. —Está claro que aquí hay gato encerrado. Paula y yo nos parecemos bastante, tanto, que jamás hemos hablado de nuestros problemas. Ambas somos demasiado frías para hacerlo desde que yo perdí a mi hermano y ella a su madre.

Asiento y dejo la cerveza en la barra antes de dirigirme hacia la escalera que conduce a la habitación de Paula.

—Pero bueno, la tía más mujeriega de Madrid en mi habitación, ¿debería tener miedo?

Pone música a todo volumen en los altavoces, seguramente se escuche hasta en el bar. Yo sigo en la puerta de su habitación, sin entender que sucede. Miro hacia atrás a la ventana que está frente a su puerta, pero las vistas son pésimas debido al edificio de enfrente. Siento que alguien tira de mí obligando a girarme y es entonces cuando siento unos labios posarse sobre los míos con fiereza.

Quererte en silencio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora