capítulo 46: Eres mi pequeño.

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4 años después...

-Papá... - dijo en un susurro una pequeña voz, su manita movía mi hombro para despertarme, me traté de hacer el dormido para ver si insistía en llamar mi atención o se rendiría y se iría con su mamá - Papá, despierta - su voz titubeo y comenzó a sollozar muy bajito - papá...

Me sentí culpable y terminé cediendo. Me recargué en la cabecera y prendí mi luz de noche, a mi lado se encontraba un pequeño rubio que tenía cubierto su rostro con sus manos y sollozaba con sentimiento.

-¿Qué pasó mi amor? - lo cargué y retiró sus manos, así me dejó ver esos celestes que estaban empapados de lágrimas - ¿Tuviste una pesadilla? - él asintió y se recargó en mi pecho, atrapó mi playera y la arrugó con su manita - ¿Quieres dormir conmigo y con mamá? - volvió a asentir y suspiró para calmarse. Acaricié su cabeza y enredé sus mechones entre mis dedos.

-Tengo frío - murmuró y lo envolví con las cobijas y con mis brazos, su cabello picó mi nariz y me hizo estornudar, mi niño soltó una risita y se acurrucó más en mí.

Era difícil para él dormir solo, y eso era en parte mi culpa, a pesar de ya tener casi cuatro, aún seguía viéndolo como mi bebé que lloraba cuando tenía hambre o porque solo quería estar en mis brazos. Besé su cabeza y peiné sus mechones rebeldes.

Canté un poco para arrullarlo y su respiración se fue calmando, él sabía que yo cedería a su capricho, y tenía razón. Marinette se removió y se acercó a mi lado de la cama, así se topó con el intruso.

-Tenemos a un polizón... - se quejó y comenzó a hacerle cosquillas a nuestro hijo, él solo reía y pataleaba para escaparse de mi agarre y del ataque que le estaba dando su mamá.

-¡Basta mamá, no puedo más! - no paraba de reír y retorcerse - ¡Papá! Ayúdame - yo solo empeoré sus risas cuando en vez de soltarlo lo llené de besos en sus mejillas.

Era feliz con ellos y en verdad me odiaría si sí hubiera cruzado por esa puerta aquel día que dude sobre mi familia.

-¿Qué hora es? - me preguntó la madre de mi hijo.

-Seis y media - suspiré, me levanté de la cama y abrí las cortinas para que la poca luz natural iluminara la habitación. Una pequeña pulga saltó de la cama y abrazó mi pierna para colgarse de ella.

-No te vayas - hizo un puchero en sus labios y ojos de cachorro para convencerme.

-tu papá tiene que trabajar, Louis - dijo Marinette mientras tendía la cama. Lo cargué y toqué su nariz para hacer como si se la estuviera quitando.

-Debo mejorar para poder cuidar de tu salud.

-Pero ahora estoy sano ¡Mira! - Louis se retorció para safarse de mi agarre y me mostró como brincaba para demostrarme que estaba con energía y fuerte.

Hace unos meses le dio una fiebre que casi me sobrepasa, creí que lo perdía y tuvimos que recurrir con mi profesor, no tenía corazón frío y mi mente era un caos cuando se trataba de mi hijo. Me decepcionaba a mí mismo.

Después de recuperarse tomó energía que tenía dormida y se convirtió en un niño más hiperactivo, quizá se dio cuenta de mi preocupación y la de Marinette que ahora quiere demostrar que esta bien.

Yo lo volví a cargar y lo apreté demasiado fuerte, él se quejó un poco, pero no se separó de mi abrazo, bajamos los tres al comedor y entre Marinette y yo preparamos el desayuno, yo bebí rápido el té que me preparó Marinette y subí a cambiarme para irme al trabajo.

En lo que arreglaba mi corbata, detrás de mí se escucharon unos pasos y la dueña de ellos hundió su rostro en mi espalda.

-Eres su héroe.

-No pude hacer nada la última vez, debo seguir esforzándome para poder cuidarlo y evitar que sus fiebres sean así de graves.

-Oye, no seas tan duro contigo mismo - me giró para estar frente a frente y jaló de mi corbata para acercarme más a ella -No puedes controlar todo ¿De acuerdo? Además también es mi hijo, no fuiste el único que se asustó esa vez.

-Tienes razón, pero se supone que estoy preparado para algo así.

-¡Papá! - el grito sonó desesperado y mis alarmas se activaron al escucharlo, lo mismo pasó con Marinette y ambos corrimos en dónde lo habíamos dejado.

Louis se encontraba llorando en el suelo y de su nariz salia un poco de sangre, Marinette rápidamente lo levantó, yo se lo quité de los brazos y lo senté en la barra para revisarlo, afortunadamente solo había sido un trauma y no se había roto la nariz, su mamá me acercó un pañuelo húmedo y yo lo empecé a limpiar.

-Lo siento... -murmuró - quería cereal pero no lo logré alcanzar - me señaló el estante en dónde se encontraba su antojo.

-No debimos dejarte solo, perdónanos tú a nosotros - Marinette acarició su cabello y depósito un beso en él.

-Debo irme, llegaré a la hora de la comida ¿Esta bien?- mi pequeño asintió y me abrazó, odiaba dejarlo así, quería seguir consintiendolo, pero también Marinette me regañaba cuando hacía eso.

No quiere que lo mal críe, por una parte lo entiendo , sé que no puedo protegerlo de todo peligro, son caídas que todo niño sufre y debe aprender a controlar sus emociones, pero a veces es difícil aceptar que no puedo evitar todos sus tropiezos y dolores. Me levanté y me despedí de ellos.

-Te esperaremos en casa de tu madre.

-Ahí estaré mi madame - le di un último abrazo y después cargué a mi bebé para frotar mi nariz con la suya - portate bien con mamá mi principito, no te subas a banquitos sin que nosotros te ayudemos y recuerda que... - dejé de hablar para que él terminara mi sermón.

-me amas.

-Eso - le hice cosquillas - te amo mucho, mucho, mucho - sus risas contagiaron a mi azabache. Me lo quería llevar a todas partes que fuera y a veces lamentaba que no le dedicaba el tiempo que yo quería por el trabajo - ahora sí debo irme.

-Papá, no te tardes.

-No lo haré - le prometí y lo pasé a los brazos de Marinette. Salí con prisa porque se me hizo tarde, pero siempre valía la pena esos retardos.

Continuará...

Grietas Del Corazón (Adrinette / Felinette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora