Capítulo 15

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Tanjiro estaba sentado dentro de una cueva, ocultándose de los rayos del sol. Ya paso un mes desde que se enfrentó contra Kyogai y en esa casa junto con esos dos cazadores. 

Que aburrido —Pensó para sí mismo —¿Qué puedo hacer hasta que el sol se oculte?  —

Tanjiro suspiró, apoyando su cabeza con la pared de piedra detrás de él. Su mirada estaba en la oscuridad de la cueva, una oscuridad que le recordaba el cabello de ella. Aún recuerda su expresión, recuerda todo lo que pasó esa noche. La noche en que Kanae se enteró de que es un demonio.

Debí de habérselo dicho ese día —Se dijo mentalmente — Ahora me pregunto, ¿Me odia? ¿Me sigue amando? No lo se —

El demonio cerró los ojos, intentando dormir un poco y recuperar fuerzas. Cuando despertó, vio que ya había oscurecido, por lo que sin perder tiempo salió de la cueva y siguió su camino. 

—La presencia y el olor se hacen más fuertes, me estoy acercando —Tanjiro se dijo así mismo mientras caminaba por el bosque —Los demonios están por aquí —

Camino por el oscuro bosque, evitando los arboles y siguiendo el olor del demonio que buscaba. Se encontró con un camino, donde caminó hacía llegar a una montaña.

—El olor viene de esta montaña —Dijo mientras usaba su sentido del olfato, tratando de ver si estaba en el lugar correcto —No hay duda, el olor viene de aquí. Hay demonios en esta montaña —

No queriendo perder tiempo, Tanjiro corrió hacia la montaña, donde podía sentir y oler a los demonios que habitan en ella. Corrió hacia la montaña, pasando y sin fijarse en un letrero que decía:

"Bienvenido a Montaña Natagumo"

[.....]

El bosque estaba oscuro y vacío, y nada más que el chirrido de los saltamontes y el incienso eran las únicas criaturas que escuchaba además de el mismo. Apenas había luz para poder ver dentro del mar de árboles, solo el brillo dela luna le proporcionaba alguna fuente de iluminación cuando era capaz de penetrar a través del espeso follaje de arriba. 

Hacía frío, lo que significaba que un fino velo de niebla cubría el suelo bajo sus pies, y sus sandalias aplastaban el musgo cubierto de rocío de vez en cuando. Tanjirō pudo ver fácilmente por qué esta montaña estaba tan cubierta de bosques que prácticamente no había sido tocada por la civilización humana. El terreno era irregular prácticamente en todas partes, y los árboles estaban tan juntos en algunas áreas que abrir un camino a través de él requeriría cantidades obscenas de mano de obra y recursos. 

El viento soplaba ligeramente entre los árboles y Tanjirō miró a izquierda y derecha, observando las sombras más oscuras de los árboles dentro del bosque en busca de cualquier cosa que pudiera considerarse un enemigo. Su nariz también estaba en alerta máxima, olfateando el aire de vez en cuando en busca del más mínimo indicio del olor a presencia demoníaca que había recibido antes. Sin embargo, había un olor que estaba constantemente presente, sin importar qué.

El olor a sangre está por todas partes... ¿Qué pasó aquí? ¿Cuántos humanos pasaron por aquí?¿Y qué clase de demonio pudo hacer esto al bosque? —Pensó Tanjirō mientras seguía escaneando el desierto circundante, su mano descansando constantemente sobre la empuñadura de su espada. 

Desde hace un tiempo ya no sentía hambre hacía carne humana, con todos los demonios que ha matado, y caminando entre humanos como si fuera uno de ellos, ya no lo han hecho sentir hambre. Solo necesita un poco de sangre y ya.

Después de uno o dos minutos más de caminata, gruñó cuando sus puños atraparon algo a su alrededor y miró sus dedos. Enredados entre cada uno de sus dedos había finos trozos de telaraña, que brillaban ligeramente a la luz dela luna y que se asomaban desde arriba mientras permanecían casi invisibles a simple vista, pero no para él. 

La Flor De Un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora