Palmer
Su cuerpo pesado y duro cayó sobre mí, robándome el aliento. Intenté mantener la calma, mis manos se apresuraron a rodear su cabeza, buscando la herida que había provocado su colapso.
Nunca lo había visto sangrar, nunca lo había visto herido, nunca lo había visto sin su escudo. Ahora sabía, después de encontrar el corte en la parte trasera de su cuello que no era invencible.
Podía sangrar.
Sentía su respiración pesada entre mis pechos. Bien. Solo estaba inconsciente.
Quité con dificultad mi mochila que colgaba de su hombro y la dejé caer sin cuidado a nuestro lado. Intenté recostarlo sobre su espalda, pero era increíblemente pesado. Empujé con más fuerza y con un plof cayó hacia al lado.
A ciegas toqué su cuerpo, buscando heridas mientras intentaba llenar mis pulmones con el aire pesado a nuestro alrededor.
Volví a ejercer la fuerza para recostarlo de lado y tocar sus omoplatos, columna vertebral, y piernas. Nada. Solo la herida sangrante de su cuello. Lo volví de espaldas y seguí tocando su rostro, pecho y abdomen. Nada tampoco.
–Hey. Despierta. –Las luces de su traje seguían apagadas así que comencé a golpear su rostro, golpes suaves, solo para hacerlo volver en sí– Abre los ojos, por favor.
Tragué con fuerza. Tenía un nudo alojado en mi garganta, que imposibilitaba que mi voz saliera clara y segura. La oscuridad y el silencio, la ausencia de su respuesta hacían que el pánico entrara en mi cuerpo y no encontrara una salida.
–Mierda.
Busqué mi mochila y hurgué dentro hasta alcanzar mi botella de agua. La abrí y derramé un poco sobre mi mano para mojar su rostro.
Nada.
Seguí golpeando sus mejillas, sacudiendo su pecho.
Nada.
–Despierta. Por favor, despierta. –Ya no me importaba rogar. Mi voz salía temblorosa.
Acerqué mi cara, y desesperaba pegué mis labios a los suyos. Tapé su nariz y empujé aire a sus pulmones. Sentí como mis lágrimas se deslizaban por mis mejillas y caían en las suyas.
Sorbetee con mi nariz, perdiendo totalmente la compostura.
Un hipo lastimero salió desde mi vientre, llevando consigo la angustia, la pena, el miedo de que no despertara.
Volví a pegar nuestros labios, volví a introducir aire a sus pulmones, pero esta vez me quedé ahí, pegada a él. Cerré mis labios y lo besé.
No estaba en mí darme por vencida pero no podía cargar con él por la oscuridad hasta encontrar la salida. Necesitaba ayuda y tenía que dejarlo aquí. Sabía que tenía que hacerlo. Pero no pude obligar a mi cuerpo a moverse.
Planté otro beso en sus labios inertes.
Mis lágrimas seguían cayendo, sollocé bajito, muy bajito, lamentándome. No tenía por qué hacer esto. Él debería estar a salvo en Chile. Cumpliendo con su deber. No aquí en la completa oscuridad atrapado conmigo.
–¿Por qué no usaste tu escudo? ¿En qué estabas pensando?
Sentí mi rostro contraerse con la rabia que crecía en mi pecho.
–Eres un necio, un maldito necio. –Gruñí, furiosa.
Golpee su pecho, una y otra vez, enojada con él. Por estar aquí, por hacerme sentir tanto, por desearlo. Por ser tan perfecto.
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Protégeme (Amores perdidos 1)
RomanceEn las sombras de la noche, Palmer, una joven desesperanzada de 17 años, se encuentra al borde del abismo. La vida le parece un oscuro túnel sin salida, y la idea de la muerte se cierne sobre ella como una sombra ineludible. Pero en ese momento de d...