Palmer
Un mes.
Un mes necesitamos con Vincent para terminar de descifrar todas las fotos y todas las piezas de arcilla que quedaban.
No fue un mes fácil. Dormimos poco. Ah, pero no se confundan, Vincent es el mejor jefe del universo entero, me enviaba a la cama muy temprano y no me despertaba al amanecer. Pero yo, estaba teniendo serios problemas con el sueño.
Me negaba a dormir.
Me iba a mi habitación todas las noches y... nada.
Extrañaba a mi hermano, extrañaba la libertad de salir a tomar un café, salir a correr, ir a un gimnasio como una persona normal, O algo tan simple como salir a caminar, tomada del brazo con mi mejor amigo.
Extrañaba saber de él, también.
Ya conocía todos los rincones de la propiedad de Vin, había recorrido todos los rincones de la casa, el cocinero estaba harto de que fuera a meterle conversación, porque estaba bastante segura que no le caía bien que siempre estuviera con vestidos cortos o short. Las mujeres me evitaban. Limpiaban mi cuarto cuando sabían que yo no estaría cerca, salían prácticamente corriendo cuando yo entraba en la misma estancia que ellas.
Era agotador.
Vincent era bastante independiente, como yo. Entonces estábamos acostumbrados a tener cada uno su espacio. Pasábamos tiempo juntos, sí, pero también necesitábamos pasar tiempo con nosotros mismos.
No puedo quejarme de mi amigo, siempre que salía me traía cualquier antojo que tuviera o un vestido floreado nuevo para usar.
Una noche, de hecho, me compró un vestido de noche, cubierto por completo de pedacitos de espejos (digo yo, porque la moda no es lo mío) de espalda baja y largo, pero con una raja a lo largo de toda la pierna derecha hasta la parte superior del muslo.
"Tendremos una cita" me dijo. Ponte más guapa.
Esa noche, que fue nuestro día libre, nos reímos mucho, bebimos mucho y terminamos sentados en césped del patio trasero, llorando mis penas. Porque Vin sabía lo mal que lo estaba pasando.
Sabía que necesitaba despejarme, sociabilizar, hasta tener sexo.
Un día de hecho me ofreció llevar un hombre o una mujer. Pero me negué. Otro día me ofreció a Francesco y me negué también.
No estaba de humor, aunque mis sueños húmedos no disminuían, no me apetecía hacer el estúpido juego previo, coquetear, prepararme, depilarme, encender mis social skills.
No me apetecía ningún hombre ni mujer. Quería, deseaba a uno solo y ni siquiera sabía si estaba vivo. Había desaparecido, tal cuál como estaba planeado.
Y poco a poco me fui hundiendo.
Ya no tenía hambre, no dormía por las noches ni por el día, caminaba sola todo el tiempo. Vincent me armó un gimnasio en uno de sus muchos salones y me mataba haciendo cardio, muay thai, calistenia y un poco de crossfit.
No me miraba al espejo, porque sabía lo que vería. Vincent me lo decía con solo mirarme por las mañanas cuando dejaba mi desayuno a medio terminar. Cuando terminaba mi café y las lágrimas caían por mi rostro y sus brazos me rodeaban.
–Necesito que llames a Kendal otra vez. –Mi voz sonó rasposa por el llanto.
Vin lo llamaba regularmente y se hizo cargo de todos sus gastos, mi hermano lo adoraba así que cada vez que hablaban podía escuchar la alegría en su voz y me gustaba pensar que se dirigía a mí. Pero siempre, cuando estaban a punto de terminar de hablar, mi hermano se ponía cabizbajo y decía, por sus delgados y preadolescentes labios "la extraño" y yo solo lloraba más.
–¿No crees que lo llamo muy seguido? Es un pre adolescente, estará a solo dos llamados de dejar de contestar.
Le dí la razón. Dejé de insistir.
Casi dejé de respirar.
******
–Voy a traer un puto psicólogo. –La voz de Vincent me hizo saltar.
Estaba tirada en la colchoneta en el centro del gimnasio. Había terminado una serie de treinta abdominales.
–No gastes más dinero en mí.
–Te amo, maldita sea. Gastaré lo que sea para que estés bien.
Me detuve, cansada de todo, irritada con todos.
–Dame mi vida de vuelta, Vincent. –Respondí seca.
Un estruendo cortó el aire en la estancia y me levanté sobresaltada. Al otro lado de la pared, estaba desparramado por el piso el café con leche de Vin con su tazón hecho pedazos.
Lo había azotado contra la pared.
–Levanta tu sexy culo, usaremos esa información, lo último que nos falta para darte tu vida de vuelta.
Mis ojos lo encontraron.
–Sabemos que tenemos poco margen de éxito. –Solté sin ganas de nada.
–Lo sé, pero si trae a mi Pampam de vuelta, lo tomaré todo. Todo lo que estos tres putos años nos ha costado.
Se acercó a mí y me levantó del piso. Vincent es casi media cabeza más bajo que yo y más delgado, pero sus manos fuertes siempre me daban consuelo.
–Terminemos esta mierda. Te necesito, sana, hermosa, fuerte, empoderada. Como lo has sido cada vez que te levantas del hoyo que te encuentres. –Acarició mi mejilla hundida– Tú no eres así, amore mio. Eres mucho mejor que esto.
–Lo sé.
–Entonces pon tu hermoso y sexy cerebro a trabajar.
Me besó la barbilla y me metió en la boca un cup cake que llevaba escondido no sé dónde. Me lo comí algo desganada, pero tenía razón. Esta no era yo. Lo fui una vez, casi lo pagué con mi vida, le prometí a Kendal que no lo haría otra vez.
Mi hermano. Ya cree que me perdió, no tiene que perderme de verdad. Él siempre fue mi cable a tierra. Cuando era pequeño, solo un bebé me prometí que no sería como yo. Las escasas cosas que teníamos se las daba a él. Creció fuerte, guapo, contento. Porque fui su mamá, esa mamá que yo nunca tuve.
Sacrifiqué muchas cosas en el camino.
Y había olvidado mi propia promesa.
Que no lo volvería a hacer.
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Madre mía.
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Protégeme (Amores perdidos 1)
RomanceEn las sombras de la noche, Palmer, una joven desesperanzada de 17 años, se encuentra al borde del abismo. La vida le parece un oscuro túnel sin salida, y la idea de la muerte se cierne sobre ella como una sombra ineludible. Pero en ese momento de d...