Capítulo 12

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Palmer


   Era bien entrada la noche cuando llegué al portón metálico de la mansión de Vin y como si estuviese esperándome, salió él mismo a recibirme. Llevaba pantuflas, un albornos elegante y su cabello rubio estaba despeinado, como si con sus manos hubiera intentado domarlo.

   –¿Cuándo envejeciste diez años? —Pregunté tentada de risa.

   –Quando pensavo che l'amore della mia vita fosse morto. –Me abrazó, se separó para mirarme de cuerpo completo y volvió a abrazarme– Me alegro mucho que estés bien, amore mío.

   –Estoy bien. También me alegro mucho de verte.

   –Vamos. Debes estar cansada.

   Emprendió el largo camino hacia la puerta de su casa, conmigo tomada de su mano.

   Recorrimos su suntuoso jardín. Él al igual que yo, es chileno. Nació en Chile, pero la mayoría de su infancia y adolescencia la había vivido en Italia, con sus padres. Hasta que por el fallecimiento de su progenitor y por negocios volvió a Chile. Cuando las pistas de nuestras investigaciones llegaron a Siria hace un año atrás y no pudimos encontrar más signos en ningún otro lado. Decidió comprar una propiedad, era mejor resguardar todos nuestros hallazgos en su hogar que en hoteles.

   Entramos por la puerta principal que daba a un patio, con una fuente en el centro. Me encantaba esta casa. Tenía postes de piedra por todo el balcón del segundo piso, dándole esa tradicional apariencia Árabe. Vin la compró casi en las ruinas, contrató los mejores arquitectos en reliquias que pudo encontrar y logró que la casa tuviera un aspecto antiguo, pero renovada por completo.

   Siguió caminando, no tenía que decirme donde ir porque yo conocía esta casa de memoria, tenía hasta mi propia habitación y me aliviaba pensar que podría cambiar mi atuendo. El hijab me hacía sudar por montones.

   Entramos a un salón, el mayordomo nos esperaba con snack y tazas de té.

   –Gracias Francesco, puedes retirarte. Hasta mañana.

   –Hasta mañana, señor.

   Era joven, y por las miradas que intercambiaron pude saber que era más que su mayordomo.

   –Francesco ¿eh?

   –Oh, cállate.

   Tomé asiento y bebí un poco de té. Suspiré, dejando salir todo el cansancio y el estrés de mi cuerpo. Por fin estaba en casa.

   El entendimiento cruzó las facciones de mi amigo y sonrió.

   –Creo que tienes mucho que contarme.

   Intercambiamos una mirada.

   Me quité el hijab y Vin se quedó con la boca abierta.

   Ya no tenía mi pelo largo, liso y de color caoba. Ahora lo había cortado hasta la parte superior de mi cuello, creando una melena bastante moderna, era más corta en la parte posterior de mi cuello y hacia delante un poco más larga.

   –La santa madre che ti ha partorito, Palmer. –Sus ojos recorrían mi pelo una y otra vez– Nunca lo habías tenido tan corto y nunca lo habías teñido. Amore mio, el rubio oscuro te queda de maravilla, te vez más hermosa.

   –Gracias.

   –¿Por qué lo hiciste?

   Me senté erguida y bajé la voz hasta casi un susurro.

   –Vin, necesito que todo lo que escuches ahora sea completamente confidencial. Si alguien escucha lo que tengo que decirte, estaremos fritos.

   La sonrisa socarrona de Vin desapareció de su rostro. Se levantó y fue a la lámpara de la mesita para quitar un micrófono que tenía escondido.

   –Los registros de las cámaras los eliminaré por la mañana.

   –Gracias.

   Y así fue como comencé a contarle todo a Vin. Sabía la mayoría de la historia desde que tenía diecisiete años, cuando lo conocí a él y por qué había estudiado arqueología, así que fui directo a lo que había pasado en las últimas veinticuatro horas.

   Mis hallazgos, la cueva, el terremoto, AT1 ayudándome, su chip descompuesto. Omití el beso, obviamente, no era un detalle importante. Aunque el alma chismosa de mi amigo se muriera por más detalles.

   –Lo más curioso de todo, Vin –Continué hablando– Es que sangró. Todo este tiempo pensamos que eran máquinas, que no podían sentir, que no tenían un sistema circulatorio, un cerebro. Pero lo tiene.

   –Entonces, ¿No es un androide?

   –Supongo que lo era. Después que su chip dejó de funcionar tuvo que irse, debía investigar que le iba a pasar, si podía seguir viviendo sin ese aparato.

   Miré a Vin. Él me miró a mí y leyó mi expresión, mi dolor. Se disculpó con la mirada.

   –¿Y tú que harás ahora, amore mio?

   –No lo sé con seguridad, se me comenzaron a acabar las opciones junto con el efectivo. Tengo que mantenerme oculta, tener una identificación nueva, otro nombre, no lo sé. Tu casa es una fortaleza impenetrable, así que solo pensé en venir aquí y trazar ideas contigo. –Me encogí de hombros– Eres mi otra mitad.

   –Oohh... Créeme que solucionaremos esta mierda. Tu sei l'amore della mia vita. No dejaremos ningún hilo al aire.

   –¿Puedo quedarme entonces?

   –Esta es tu casa, Palmer. –dijo esta vez con voz seria– Nunca lo dudes. Aquí estarás a salvo.

   –Gracias.

   Sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas.

   –No. No, no, Pampam. –Se apresuró a sentarse a mi lado y rodear mis hombros con un brazo.

   –Estoy sumamente asustada, Vin. –Él me entregó un pañuelo de su bolsillo– Cuando venía de camino aquí casi me atrapan. Me morí de miedo.

   –¿Cómo saliste de eso? Estos tipos son muy difíciles de burlar.

   –Hubo una explosión en otra parte, solo así el taxista pudo seguir avanzando.

   –Ya. Ya. Tranquila, ve a descansar, mañana nos pondremos al día y veremos qué información lograste encontrar. Ve, date un baño, duerme, recupérate.

   –Cargaré la cámara para descargar todo en un laptop.

   –Déjamela, yo lo haré, tu solo descansa.

   Hice lo que me pidió. Me fui por el patio interior hasta las escaleras a un lado de la pared y subí al segundo piso. En el segundo pasillo a la derecha se encontraba mi habitación, con baño privado.

   La había decorado a mi antojo. Vincent tenía la costumbre de mimarme, mucho. Todas las tonalidades de lila cubrían cada parte de mi cuarto.

   Las cortinas, el cubre cama, las lámparas de noche, mi bata de levantarse. Me encanta. La extrañaba mucho.

   Era simple, una cama tamaño queen, dos mesitas de noche a cada lado, un tocador, el ropero y la puerta del baño.

   Mi atención volvió a la cama, alcancé a quitarme los zapatos y caí sobre mi abdomen. Quedándome profundamente dormida en cosa de minutos.

Protégeme (Amores perdidos 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora