Palmer
Apoyé mis manos en el metal frio que conforma las barandas del barco y dejé que mis ojos se deslizaran por los kilómetros y kilómetros de montañas verdes.
Brasil.
El aire viajaba por mi piel en una brisa tibia y húmeda. Mi cabello estaba sufriendo las desventajas del clima húmedo, por ende, estaba esponjoso y muy rebelde. Se ganó limpiamente estar amarrado en una cola alta.
Me dejaba una especie de gusto agridulce estar a solo un par de horas de tocar tierra firme por casi un mes en alta mar. El balanceo del barco era parte de mi ahora y extrañaría lo que fue nuestro hogar, el único hogar que ambos habíamos tenido. El cual nos cobijó y nos hizo conocernos más y más, afianzando nuestro amor.
Miré hacia atrás, donde Kael estaba terminando de guardar algunas cuerdas. Llevaba puesto solo unos pantalones holgados de algodón, lo que dejaba a la vista su espectacular torso y espalda. Y los chupetones que le hice la noche anterior.
Quedaba poco, tan poco para terminar esta travesía. Me había costado mi libertad, la relación con mi hermano, mi estilo de vida. Todo lo que conocía seria diferente ahora, porque mirando a Kael me di cuenta de que... Lo haría todo otra vez y de la misma manera.
Solo para ver sus ojos azul zafiro una vez más. Solo para volver a ser envuelta en ese escudo, en esos brazos fuertes. Volvería a creer que es una ilusión para sumergirme en sus labios, en su sabor, para sentir su lengua entrar por primera vez a mi boca. Volvería a subir por esa pendiente para que esa roca cayera otra vez en su cabeza y lo hiciera libre. Libre para que volviera a mí, para enamorarme de él, para que él se enamore de mí.
El desierto, la persecución, mi salud deteriorándose.
Él diciéndome que me amaba justo después de decir que se iba, que me dejaría, por mi bien, para que volviera donde mi mejor amigo y siguiera con mi vida. Sin él.
Él entrando a mi cuerpo, el vínculo, nuestros cuerpos ardiendo, la sed insaciable que tengo de él y él de mí. Ese hombre muriendo bajo mi mano, la cabaña, el barco.
Haría todo exactamente igual, para pararme frente a mi pareja, mi compañero y decirle:
–Te amo.
Kael giró sobre su eje, con una media sonrisa en su deliciosa boca y me miró apreciativamente.
–Tienes la cara roja, ¿Estás bien?
–Sí, solo... –Me encogí de hombros– Tengo sentimientos encontrados.
–Eso es... ¿bueno?
–En este momento sí. Son todos sobre ti, sobre nosotros.
Quitó con su mano el sudor y un mechón de pelo de su frente para después tomar una botella de agua que descansaba junto a sus pies.
–¿Cómo va la resaca? –Pregunté apuntando a la botella de agua.
–Horrible. El calor ya de por sí empeora mi ánimo, pero tener sed, dolor de cabeza y dolor de estomago no es lo mío. –Acarició mi labio inferior con su pulgar– No sé por qué los humanos lo hacen todo el tiempo y hasta perder el sentido.
–La sensación del momento lo vale, aunque sea solo por unas horas. Y si eres adicto, como un alcohólico, esperas volver a emborracharte para evitar la caña y seguir caminando sobre nubes.
Caminé los dos pasos que nos separaban y me abracé a su torso.
–Estoy muy sudado, Miann.
–No me importa. –Separé mi rostro de su pecho y besé con mucho cuidado mi marca– Necesito tenerte cerca. No sé por qué.
Él me abrazó de vuelta y nos quedamos así mirando al horizonte donde Brasil se acercaba más a y más. Mi cuerpo se relajó contra el suyo y me sentí plena, completamente en paz, llena por todo lo que él me daba y satisfecha de todo lo que yo le daba a él.
Cerré los ojos y me dejé llevar por el viento. Me dejé sumergir por los brazos de Kael abrazándome por la espalda baja y los latidos de su corazón, tan rítmico y fuerte bajo mi oído.
Todo era plenitud hasta que la piel de mi nuca de erizó por un momento y abrí los ojos.
Que extraño.
Un estremecimiento le siguió después que viajó por toda mi columna vertebral hasta mis pies descalzos. Los brazos de Kael se tensaron a mi alrededor y antes de que pudiera preguntar qué había pasado, la sentí.
No me di tiempo de mirarlo, me retorcí en sus brazos para que se aflojaran y me dejaran salir de su protección. Sentía algo extraño, justo en el centro del pecho.
Era incomodo, era molesto, no debía estar ahí.
Y la vi.
Era una mujer de pie al lado de la cabina del capitán.
Era sumamente hermosa.
Y estaba absolutamente furiosa.
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Jeje, no me odien
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Protégeme (Amores perdidos 1)
RomansEn las sombras de la noche, Palmer, una joven desesperanzada de 17 años, se encuentra al borde del abismo. La vida le parece un oscuro túnel sin salida, y la idea de la muerte se cierne sobre ella como una sombra ineludible. Pero en ese momento de d...