Palmer
Salimos de la casa de Vincent, literalmente por la puerta trasera. El personal de la casa de despidió de nosotros con bastante amabilidad y las señoras de la cocina le dieron muchos bocadillos y comida para el camino a Kael, su favorito.
Nos esperaban más de treinta y siete grados para la tarde y más de ciento cincuenta kilómetros que recorrer, diré que me siento bastante afortunada porque podría ser peor, podría hacer más calor.
Iba vestida con unas zapatillas de montaña nuevas, aunque si las había ablandado los últimos tres días para que no me dañaran los pies con las largas caminatas que nos esperan. Un pantalón cargo color beige, una polera sin mangas del mismo tono y un gorro tipo safari. Y para cuando estemos con más público, sobre todo en este país, tenía listo en mi mochila el hiyab y una burka, por si las moscas.
Kael llevaba puesto las mismas zapatillas que yo, unos pantalones cargo que se podía desprender de la parte inferior de las piernas por medio de una cremallera para los momentos más calurosos, una polera sin mangas color blanco y lentes de sol. También en su mochila llevaba su agal y kufiyya para cuando tuviéramos que pasar más desapercibidos.
Tuvimos varias discusiones con respecto al contenido de cada mochila, porque básicamente Kael quería llevar todo. Se preocupaba que me fatigara o me sobre exigiera mucho en el camino. Me costó horrores hacerle entender que mi condición física era muy buena, que si bien es cierto no estoy del todo acostumbrada a caminar largas distancias, si tengo fuerza, resistencia y buen tono muscular. Gracias a todo lo sagrado había recuperado mi peso normal y las largas horas en el gimnasio de Vin me habían hecho más fuerte. Y musculosa. Así que me mantuve firme y llené mi mochila lo más posible.
Tres litros de agua, barritas de cereal, barritas de proteína, sales hidratantes para mezclar, una navaja suiza, ropa de repuesto, encendedor, nuestros documentos de identidad, papel higiénico, protector solar, dinero en efectivo y un celular desechable que mantenía apagado. Lo usaríamos solo en caso de extrema emergencia.
No había cargado tantas otras cosas quizás igual de necesarias, porque las rutas que habíamos trazado solo nos hacían movilizarnos de día y por las noches intentaríamos dormir en hostales de baja categoría para que no pidieran muchos documentos.
Kael cargaba casi lo mismo que yo pero él incluyó una pequeña carpa, una manta térmica, otra manta normal. Se lamentaba porque cuando estuvo en su transición le robaron todos los medicamentos e instrumentos que había rescatado de su traje. De seguro algún drogadicto estaría ahora haciéndose dinero con eso. También llevábamos cada uno una copia de los documentos de mi investigación con Vin.
Su metabolismo corría mucho más rápido que el mío, por ende tenía que estar alimentándose e hidratándose más seguido que yo. Al igual que su exceso de energía. Parecía nunca estar cansado o fatigado.
En el único momento que lo vi realmente afectado y con la respiración agitada fue cuando le hice la mamada y se corrió en mi boca.
La idea principal era mantenernos en los países bajos o volver a latino américa. Donde los controles policiales y la cantidad de guardianes es más baja que en los países de grandes conflictos o grandes masas, como Siria.
¿Cómo cruzaríamos el mar sin tener que comprar un pasaje y quedar registrados en alguna frontera?
No lo sé.
Salimos de Tudmur con el sol aun por encima de nuestras cabezas. En ocasiones, para apurar el paso, sobre todo en terrenos más empinados o cuando la arena me hacía ir mas lento, Kael me cargaba y corría a una velocidad medianamente rápida, según él, para recorrer más distancia en menos tiempo.
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Protégeme (Amores perdidos 1)
RomanceEn las sombras de la noche, Palmer, una joven desesperanzada de 17 años, se encuentra al borde del abismo. La vida le parece un oscuro túnel sin salida, y la idea de la muerte se cierne sobre ella como una sombra ineludible. Pero en ese momento de d...