Bienvenido al mundo real

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Kael


Hace cuarenta y cinco días


   Jadee por el esfuerzo de correr a toda velocidad, después de provocar la explosión que quitó a atención de CR22 del taxi donde viajaba Palmer.

   Aun podía sentir sus sollozos y el rápido palpitar de su corazón. Me había provocado una reacción instantánea de ir y darle consuelo, de pegarla contra mi cuerpo. Pero me contuve.

   Me detuve en Lisboa. Llevaba unas horas sintiéndome débil, el estómago me dolía y mis ojos ardían, casi no los podía mantener abiertos. Mis labios estaban agrietados y la vejiga me dolía cada vez que un líquido amarillo salía por mi pene.

   No podía pensar con claridad, había una sola persona en el mundo en la que podía confiar, solo esperaba que no me traicionara. Porque si lo hacía, Palmer y yo estaríamos acabados.

   Corrí una vez más, crucé el océano, la selva, el desierto, la cordillera de los Andes y llegué a Chile deseando morir. Me caí detrás de un motel, mi cabeza palpitaba dolorosamente y mi lengua se pegaba al paladar. Miré la noche, el cielo estrellado y antes de que mis ojos se cerraran, pensé en Palmer.


****************


   Desperté en una cama, bastante pequeña o yo era muy grande, no lo sé. Miré mi entorno, sintiéndome muy cansado para hacer algo más que quejarme. Había un cable, conectado a mi brazo y al otro extremo una bolsa que goteaba una y otra vez. Mi cuerpo aún se sentía débil pero me sentía menos cansado y mi lengua se podía mover con facilidad en mi boca.

   –¿Qué hiciste?

   Mis ojos viajaron a la forma a mi lado. CR32.

   –Te espera una explicación bastante larga. –dije con la voz rasposa.

   –Tengo tiempo.

   En vez de dejarme hablar, comenzó él, me dijo que una vez que sonó la alarma de mi traje, cuando el dispositivo biométrico se descompuso, supo que no volvería. En ningún momento me creyó muerto. Porque intuía que algo me hacía levantar por las mañanas y alargar mis turnos por las noches. Dijo que era peligroso indagar más, pero esperaba que confiara en él, para hablar de ella.

   Le conté todo, desde el día uno, mi accidente en la cueva, hasta hace unos días, cuando la dejé en Siria de camino a la casa de su jefe.

   Sus ojos solo mostraban comprensión. Y algo más. Estaba haciendo muchas preguntas y quería muchos detalles. Sabía que algo me ocultaba, siempre lo hacía, pero no podía hacerle preguntas, por el secreto profesional y todo eso.

   Me contó que como la situación en Chile está tranquila, no se habían dado prisa para reemplazarme. Aun había equipos de búsqueda en la zona y estaban demorando más de lo normal porque cada vez que escavaban para buscar mi cuerpo encontraban baratijas o casas mesopotámicas. Lo que provocaba que interrumpieran su búsqueda por la protección del patrimonio de la humanidad.

   Poco después de nuestra conversación me volví a dormir y cuando desperté me sentía peor que el día anterior.

   CR32 me llevó comida y administró algunos medicamentos mientras me explicaba cómo funcionaba el cuerpo. Tenía archivos. Ocultos, claro. De nosotros, de nuestros cuidados. Aun así nuestra alimentación y medicamentos eran los mismos que los humanos. A excepción por la exposición a la radiación y las ondas electromagnéticas. Eso me hacía ser más fuerte, más rápido y tener los sentidos más desarrollados. Aunque si sospecha que era una característica que yo ya tenía en nuestro planeta.

Protégeme (Amores perdidos 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora