Capítulo 38

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Palmer


–¿Dónde está nuestra ropa de ayer? –Entré y salí del baño en tres ocasiones para cerciorarme que no estaba loca– Estoy segura que la dejamos aquí anoche.

–La llevé a la tintorería del hotel. –Kael estaba revisando un mapa con el ceño fruncido. Se veía magnifico al lado de la ventana en posición india. Su pelo negro casi le llegaba a la parte baja de las orejas, las ondas brillaban bajo los primeros signos del amanecer. Se había colocado una pinza de cabello para apartarlo de sus ojos, esos orbes, de un azul eléctrico estudiaban los documentos frente a él, sus labios estaban apretados en una mueca tensa pero de concentración que solo lo había visto hacer a él. Estaba medio vestido, con solo los pantalones. Su piel, mucho más clara que la mía brillaba, joder, cómo resplandecía.

Me hormiguearon las manos. Quería acercare a él, quería tocarlo, quería pasar mis dedos por su cabello sedoso, quería lamer su mandíbula marcada, quería provocarle otro orgasmo, porque verlo perdido por mí se había hecho mi actividad favorita.

Suspiré. Obligándome a estar en mi lugar.

La noche anterior estaba fácilmente en mi top tres de mejores veladas de mi vida. Después de nuestro desenfrenado encuentro con la fatídica muerte del lavamanos, nos adentramos en la bañera, donde Kael se dedicó a masajear cada musculo de mi cuerpo con sin ánimos de provocarme o excitarme. Aunque fue inevitable sentirme caliente y necesitada una vez más. Pero el cansancio ganó la batalla y solo minutos después de terminar de secar mi cabello me dormí sobre la cama y desnuda.

Me desperté con el rápido andar del corazón de Kael en el oído y al abrir los ojos me encontré con su erección matutina, la cual, como buena pareja y potencial novia me dediqué a brindarle ayuda con mi boca.

Aún podía sentir su sabor. Aún podía escuchar su respiración. Aun podía ver los músculos de su abdomen tensos, brillantes de sudor. Aun podía escuchar el estruendo que profirió por su garganta cuando se derramó en mi boca. La miraba febril que tiene cuando me ve tragarlo y disfrutarlo.

Será propio de su especie, no lo sé, pero su sabor no es el mismo que los humanos, no se siente agrio o salado, pero tampoco es insípido... En fin, daba gusto tenerlo en la boca.

–Mo ghràidh. –Salí de mi ensoñación para verlo mirarme con una sonrisa en la boca, sus hoyuelos se marcaron bajo las comisuras– ¿Dónde te fuiste?

Dejé lo que estaba haciendo (meter todas nuestras pertenencias en las mochilas) y me acerqué a él, atraída por una órbita imaginaria, para sentarme entre sus piernas. Sus brazos inmediatamente me envolvieron y ambos suspiramos satisfechos. Como si todas las piezas encajaran a la perfección.

–Sabes perfectamente en qué estaba pensando. –Lo acusé.

–Aun así, me gusta oírlo. –Su nariz trazó un camino desde mi hombro desnudo, pues solo llevaba sujetador y bragas, hasta el arco de mi oreja.

Me tragué el gemido de placer cuando besó mi oreja e intenté concentrarme en el mapa a nuestros pies.

–¿Cuál es el plan hoy? –Me incliné hacia delante para estudiar los trazados de Kael cuando sentí su boca en la base de mi cuello.

–Estudié los mapas y llegué a una conclusión. Avanzaremos más rápido a pie que tomando un autobús. –Se inclinó, pegando su pecho a mi espalda– iremos por toda la costa hasta llegar a Trípoli, Libia.

–¿Cuántos kilómetros? –Pregunté.

–Dos mil kilómetros, aproximadamente. Quizás un poco más.

Protégeme (Amores perdidos 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora