Despierta

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Kael


Hace cuarenta y seis días

   –Adiós, Palmer.

   Miré por un último milisegundo su hermoso rostro y corrí. Si seguía de pie frente a ella no iba a ser capaz de dejarla. Ya me estaba costando mucho esfuerzo hacer que mis pies aumentaran la distancia entre nuestros cuerpos, cuando todo lo que quería era volver.

   Me detuve a unos tres kilómetros de las pirámides de Giza, porque ya no pude seguir.

   No estaba cansado, no me sentía fatigado. Simplemente mi cuerpo se negó a seguir avanzando. Cerré mis ojos y dejé que mi mente navegara por los recuerdos de este día.

   Tomé el recuerdo de cuando salté encima de su cuerpo para protegerla de la réplica. Cuando caí sobre su cuerpo al sentir como la roca partía por la mitad mi cráneo. Cuando entre la bruma de la conciencia escuché su voz, molesta conmigo porque no había encendido mi escudo. Cuando presionó sus labios contra los míos, pensando que no lo sentiría. Cuando me sentí furioso porque no pude corresponderle.

   Cuando abrí mis ojos y todo se vio diferente. Sus ojos negros brillaban. Su pelo color caoba a pesar del polvo brillaba en un tono rojizo. Sus labios, carnosos, sus mejillas marcadas por las lágrimas que derramó por mí.

   Cada musculo de mi cuerpo reclamaba, porque todo quemaba y recordé en ese momento cuando me hicieron. Cuando me convirtieron en lo que era ahora. Un androide.

   Mi cuerpo recordó el dolor, como mis huesos se quejaban, como mis músculos se tensionaban, como mis vasos sanguíneos eran forzados a trabajar como ellos querían.

   Yo no era así antes.

   Pero tampoco era como Palmer.

   Mis sentidos se agudizaron. Respiré su olor, sudor, tierra, miedo, angustia. Muy cítrico, no iba con ella. Mis oídos tomaban todo a su alrededor, los latidos de su corazón, sus intestinos moviéndose, sus pulmones quejándose ante el aire insuficiente de oxígeno.

   ¿Qué soy entonces?

   En ese momento, cuando desperté solo estaba seguro de dos cosas: Primero, deseaba a Palmer, más allá de estar cerca de ella, mi cuerpo respondía de una manera que no había conocido antes. O tal vez sí, pero no lo recordaba. Mi mente sin control volvía a ella una y otra vez, mis músculos tenían vida propia, mi corazón martilleaba fuerte, todo estaba fuera de control.

   Segundo, tenía que protegerla. Por eso estaba aquí ahora, en Egipto, intentando con todas mis fuerzas seguir corriendo, seguir aumentando la distancia entre nosotros para mantenerla a salvo, para hacer que pierdan su rastro. No podía dejar que la tomaran.

   Todo se trata de su seguridad.

   Tomé aire con fuerza.

   Debía decidir.

   Tenía solo dos opciones. Seguía corriendo y me dedicaba a estar escondido, a destruir el traje, a borrar mi existencia, hasta que me dieran por muerto, por aniquilado y seguir esperando a que se olvidaran. Aunque era poco probable.

   La otra opción era volver a Palmer.

   Podía protegerla estando con ella. Podría vivir el resto de mi vida a su lado, estaría en la primera línea si la encontraban.

   Pero no.

   Mi presencia no sería necesaria. Es una mujer inteligente, no necesitaría de mí para mantenerse segura. Si volvía con ella sería por mi propio egoísmo, mi propio beneficio.

   Sacudí la indecisión y corrí. Me adentré en la cuidad, no me importó cual, la verdad. Quité ropa de unas perchas, me acerqué a un rincón oscuro, apreté el botón oculto en el centro del pecho. Todos los compartimientos se abrieron y también el traje, dejando mi pecho a la vista.

   Me lo quité apresuradamente, un dolor penetrante atravesó mi pene y jadeé. No tenía idea que una sonda entraba por mi uretra hasta mi vejiga, pero ahí estaba, sangrando porque la retiré sin cuidado. Lo tomé en mi mano y apreté hasta que dejó de sangrar.

   Me quedé unos momentos viendo mi cuerpo desnudo. La sonda en mi entrepierna no era la única, tenía pequeños puntos sangrantes a lo largo de mis brazos y piernas.

   Seguí mi estudio, cada musculo estaba perfectamente marcado, no tenía ningún vello, ni siquiera en la entrepierna como había visto a algunos humanos. Era impoluto, demasiado.

   Dejé el traje en el suelo y me puse a ropa a toda velocidad. Desmantelé todos los suministros. Medicamentos, cuerdas, provisiones de emergencia, granadas paralizantes. Guardé todo en los bolsillos de mi nuevo pantalón y llevé el traje a un contenedor de basura que estaba en llamas.

   Lo lancé y vi como mi antigua vida se pulverizaba. Nunca quise ser quien era, siempre quise que terminaran con mi sufrimiento, que alguien fuera lo suficientemente fuerte para matarme. Y una mujer, una perfecta y hermosa mujer lo había logrado.

   Me había hecho libre.

   Mis convicciones, mis deseos, mi egoísmo me llevó a ella y ella me dio mi libertad.

   El fuego crepitó y salí corriendo antes de que ocurriera la explosión. Di gracias internamente que no estaba cerca de ninguna casa y ningún humano.

   Mi cuerpo se sentía diferente ahora.

   ¿Acaso corro más rápido?

   La gravilla, el cemento, el adobe a mis pies quedaba destruido cuando lo tocaban. Debía ser cuidadoso si quería pasar desapercibido. El traje amortiguaba mi exceso de energía, ahora yo debía encargarme personalmente de eso.

   No sé cómo mis pies me llebaron una vez más a ese pueblito.

   Tan silencioso como pude, me acerqué a su ventana. La abrí y me deleité con su figura dormida.

   No me sentía lo suficientemente seguro de mí mismo y mi discreción para ir y tocarla, asique mantuve mi distancia hasta que los rayos del sol comenzaron a entrar por la ventana. Ella se removía incomoda, jadeaba y resoplaba. Sus ruiditos me recordaron a esa vez en el aeropuerto cuando estaba con su amante.

   – A... AT1... –Gimió y mi pene se sacudió en mis pantalones.

   El calor trepó por mi cuerpo, endureciéndome, dejándome eléctrico.

   ¿Qué era esto?

   Salí de ahí. Acomodé mi recién descubierta erección, difícil de ocultar ya que no llevaba más soporte que el pantalón holgado. Busqué un kufiyya para tapar mi cabeza y unos lentes oscuros para cubrir lo más posible mi rostro. Seguí caminando, mezclándome con las personas, estudiándolas, sobre todo a los hombres.

   Había estudiado a los humanos antes, pero ahora me sentía un poco como ellos, así que encorvé mi espalda e hice más largos y pausados mis pasos.

   Mezclarme no iba a ser difícil si me mantenía cubierto, el problema verdadero era si podría mantenerme lejos de Palmer y qué me pasaría ahora que el dispositivo biométrico de mi cuerpo estaba dañado.

   ¿Viviría?

   ¿Me haría mortal?

   ¿Tendría otra vez la oportunidad de ver a Palmer? ¿De mantenerla segura?

   No sé por qué, pero sospeché que lo averiguaría y muy pronto.

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Yap. Aquí les dejo una pequeña versión de lo que le pasó a este hombre cuando dejó a Palmer en ese hostal después de sacarla de la cueva.

Poco a poco iré desempolvando dudas, lo prometo :)

Protégeme (Amores perdidos 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora