Palmer
Me desperté a los pies de la cama.
Abrí los ojos y el sol quemó mis pupilas.
Mierda. Era por lo menos mediodía y nosotros seguíamos dormidos.
Miré a mí alrededor y no encontré a Kael. Pero esta vez no sentí pánico. No. Supe que estaba cerca.
Me incorporé para ir a buscarlo, porque desvergonzadamente quería hacerlo con él una vez más, pero una serie de ronquidos suaves me hizo ver hacia abajo, al suelo a los pies de la cama y ahí estaba.
Estaba durmiendo sobre su espalda, su rostro estaba relajado y su cabello despeinado de tantas veces que lo tomé entre mis dedos. El pecho subía y bajaba al igual que nuestra marca. Mi marca. Tenía una mano sobre su vientre bajo y una rodilla flexionada. No había rastro de cansancio, ojeras, mordiscos ni rasguños que hice la noche anterior en ningún rincón de su cuerpo perfecto.
Y sí que lo maltraté anoche.
No pude aguantar y comencé a reírme con ganas.
Él abrió un ojo y sonrió de medio lado, dejando a la vista solamente uno de sus hoyuelos.
–¿Estás cómodo? –Me acomodé sobre mi estómago con mis manos bajo la barbilla, disfrutando de las vistas.
–Fue la única manera de que me dejaras dormir, mujer.
–¿Qué? –Jadee indignada– ¡No es cierto!
–Haz memoria, Miann. –Se rio ronco ahora mostrando los dos hoyuelos bajo sus comisuras– Uno más, mi amor. –Hizo más aguda su voz, intentando imitar a la mía– Te necesito, entra en mí, por favor.
El calor se deslizó por mi cara. Una parte de vergüenza y otra parte porque volvía a desearlo. Ya estaba húmeda y lista para su intromisión.
–En ningún momento oí tus quejas.
Sus ojos que comenzaron siendo zafiros se volvieron completamente negros cuando me miró desde abajo.
–Ni siquiera en mi lecho de muerte sería capaz de decirte no, Mo ghràidh.
Sentí el peso de sus palabras y esta vez el calor se alojó dónde estaba nuestra marca. Tan dulce y tan tibio que despertó las mariposas que aun dormían en mi vientre.
–Ven aquí. –Le dije sin aliento.
–Te espero en la ducha. –Me guiñó un ojo y rápido como solo él sabe serlo se fue al baño.
Me giré sobre mi espalda y me obligué a respirar profundo. Podía sentir como nuestros fluidos seguían mezclados en mi centro. Ni siquiera fui capaz de asearme antes de dormir y eso era bien raro en mí. De hecho, ni siquiera recuerdo haber decidido dormir, de seguro solo perdí el conocimiento después de ¿Cuánto? ¿Ocho, nueve orgasmos?
Suspiré satisfecha. No me dolía ningún musculo del cuerpo y tampoco tenía sensible mi piel íntima. Me sentía espectacular, como si hubiese dormido doce horas. Totalmente reparada.
Nunca me había sentido así y yo creo que se debía a la naturaleza extraterrestre de Kael. El vínculo me hacía hecho sentir todo sumamente fuerte e intenso, y había colonizado mi cuerpo la misma naturaleza de Kael porque éramos los dos muertos de hambre, incapaces que quitarnos las manos de encima.
Con otros amantes con suerte me daba para un orgasmo o dos si era excepcionalmente bueno o si se parecía mucho físicamente a él. Anoche estaba insaciable. Loca perdida en su cuerpo y en el mío.
No era diferente a como me sentía ahora.
Así que me levanté y raudamente me metí a la ducha con mi hombre, lista para otra ronda.
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Llevábamos aproximadamente seis horas de viaje cuando le pedí a Kael un descanso.
Pero no estaba cansada de verdad.
De alguna retorcida manera estaba caliente otra vez. Su actitud protectora, la forma en como tomaba mi cuerpo para correr conmigo en sus brazos, el aliento caliente que soltaba en mi cuello cuando lo rodeaba con mis brazos, la forma en cómo se aseguraba que mi piel estuviese cubierta por protector solar, como me ofrecía agua cada treinta minutos o comida si es que tenía hambre.
Estaba harta. Harta de tener siempre ese calor vacío en mi centro, desesperada por tenerlo dentro una vez más. Una puta ves más.
–Kael... –Dejó de abrir paquetes de barritas de proteína para mirarme a los ojos.
Estábamos bajo un árbol seco, en el medio de la nada y con el sol casi ocultándose en el horizonte. Sus ojos azules estudiaron mi rostro.
–¿Qué pasa, Miann? ¿Te sientes mal?
Toqué su rostro con una mano, acaricié su labio inferior y bajé, lentamente por su cuerpo, recorriendo su cuello, clavícula, pectoral, mi marca, su abdomen, hasta su entrepierna semi dura ante mi tacto.
–Palmer... No podemos aquí, es muy peligroso.
–No lo soporto más. Te necesito. –Llevé una de sus manos bajo mis pantalones y gemí cuando encontró mi clítoris y comenzó a tocarlo con movimientos circulares.
–¿Crees que es fácil para mí? –Gruñó sobre mi boca y mordió mi labio inferior– Cada vez que estas en mis brazos quiero romper tu ropa y penetrarte, sin importarme el tiempo o el lugar. ¿Es eso lo que quieres?
–Sí... sí. –Ronroneé.
–¡Joder! Serás mi puta ruina.
Sus dedos se volvieron locos tocándome, entraban y salían, vibraban, eran suaves, eran castigadores. Poco después me vi corriéndome, desesperada buscando su boca.
Cuando bajé del pico del placer me fui a tocar su eje ahora duro, marcándose en su pantalón cargo, pero lo impidió con una mano fuerte en mi muñeca.
–Después. Cuando lleguemos a un hostal.
–Pero me necesitas...
–Sí, te necesito. Te daré todo el placer que quieras, Palmer. No soy capaz de negarte nada. Pero en lo que a mí respecta, esperaré. Nos pondré a salvo primero y después... Cuando te tenga desnuda en una cama, haré contigo lo que se me plazca.
Un quejido, casi gemido escapó de mi boca antes que me besara. Entre medio del beso metió un dedo, impregnado de mí a mi boca para saborearme.
–Mírate. Siéntete. Eres insaciable, haciéndome perder la cabeza con tu olor, con tu sabor. –Terminó de lamer sus dedos hasta dejarlos limpios.
–No sé qué me pasa, no lo puedo controlar. –dije sin aliento, aun con mis ojos perdidos en su boca– Llega a ser doloroso verte y no sentirte.
Mordí mi labio cuando sus ojos se volvieron negros.
–Come. Debemos llegar a Aguelhok para el anochecer. ¿Cómo te sientes? ¿Podré correr más rápido?
–Claro, podemos intentarlo.
–Bien, sigue comiendo, partiremos pronto.
No sé por qué tenía esa actitud tan protectora. Ósea, siempre había sido protector, pero ahora, con suerte me dejaba tocar el piso o vigilaba cada paso que daba cuando quería caminar por mi cuenta. No me molestaba, me gusta sentir su atención y su preocupación. Pero tendría que hablar con él para saber que cambió.
Teníamos el vínculo, era nuevo y punzante en el centro de mi pecho, pero dudaba que esa fuera la única razón.
Y tenía el arma perfecta para sonsacarle la información que necesitaba.
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Y bueeeeno, igual se me ponian las mejillas rojas escribiendo los capitulos anteriores jejejeje pero que se le va a hacer, es parte escencial de la historia jajajaja
Besitos.
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Protégeme (Amores perdidos 1)
RomanceEn las sombras de la noche, Palmer, una joven desesperanzada de 17 años, se encuentra al borde del abismo. La vida le parece un oscuro túnel sin salida, y la idea de la muerte se cierne sobre ella como una sombra ineludible. Pero en ese momento de d...