Capítulo 48

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Palmer


¿Había algo en Kael que estuviera realmente mal?

Después de ducharnos, otra maratón de orgasmos y vestirnos (me pidió que usara poleras de mangas largas y buzos holgados para no distraerlo) llegamos a la cocina para echar un ojo al libro que había comprado.

–¿Hay algo que te guste de estas recetas? –Preguntó echando una ojeada a todas las páginas– Escoge algo que de verdad te guste, por favor.

Tomé el libro y me gustó la mayoría de las preparaciones. No era especialmente difícil de complacer, así que elegí una pasta con salsa Alfredo.

–Esta. –Le tendí el libro– ¿Puedo ayudarte? Por ultimo a cortar el jamón o a hervir el agua.

Leyó la receta y pude ver como fruncía el ceño. Era simple, pero Kael nunca había entrado a una cocina que no fuera a ser simpático con las cocineras de Vin o a buscar comida ya lista.

–Puedo elegir algo más simple...

–¡No! Yo puedo, solo... –Se rascó la cabeza y dio un vistazo a la pequeña cocina– Déjame buscar lo que necesito... ¿Qué necesito?

Sonreí y lo besé en la mandíbula, pues con los pies descalzos no alcanzaba mucho más de su rostro por la diferencia de altura.

–Yo te presentaré los utensilios, tu ve a buscar los ingredientes.

Salió de la cocina con el libro bajo el brazo. Abrí los gabinetes, saqué dos ollas, un colador de pastas y un sartén. Abrí los cajones para sacar dos cuchillos, una cuchara de palo y un tenedor.

–Listo. –Entró a la cocina con pasta, leche, harina, mantequilla, jamón, el resto de los condimentos ya los teníamos aquí porque me había puesto a cocinar un par de veces, solo por aburrimiento porque Kael había comprado mucha comida lista para calentar.

–Bien. –Dejó todo dispuesto sobre la encimera y me miró– Solo recuerda que me amas cuando vayas a probar el plato de comida.

Me reí y alcé una mano para tomarlo del cuello y prácticamente forzarlo a bajar la cabeza y besarlo. Siempre era un gusto tomar a Kael, sus labios y su lengua sabían exactamente como moverse en sincronía con los míos. No teníamos control. Ningún tipo de control porque yo ya había empezado a contorsionarme para quedar más cerca de él. Me tomó del pelo y me alejó sin mucho tacto.

Lo que me prendió aún más.

–Eres exquisita –Su lengua volvió a entrar a mi boca que la esperaba muy dispuesta– Jodidamente deliciosa.

–¿Y la comida?

–Mmm... Cierto, la cena.

Me levantó para dejarme sentada en la encimera, rodeada de todos los ingredientes y utensilios.

–Sé buena chica y quédate ahí, así puedo besarte o manosearte cuando quiera.

–Vaya, estás mandón. –Sonreí pícara– ¿Quieres hacer juego de roles en la cama, mi amor?

Gruñó, tomó el hervidor de agua y lo llenó hasta el tope.

–¿Ya se fue la sangre para otro lado? Puedo ayudarte a cocinar si quieres.

Volvió a gruñir.

–Dame indicaciones cuando veas que haga falta, pero solo yo tocaré la comida.

–Vale, vale. –Alce ambas manos como rendición.

Protégeme (Amores perdidos 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora