Palmer
¿Había algo en Kael que estuviera realmente mal?
Después de ducharnos, otra maratón de orgasmos y vestirnos (me pidió que usara poleras de mangas largas y buzos holgados para no distraerlo) llegamos a la cocina para echar un ojo al libro que había comprado.
–¿Hay algo que te guste de estas recetas? –Preguntó echando una ojeada a todas las páginas– Escoge algo que de verdad te guste, por favor.
Tomé el libro y me gustó la mayoría de las preparaciones. No era especialmente difícil de complacer, así que elegí una pasta con salsa Alfredo.
–Esta. –Le tendí el libro– ¿Puedo ayudarte? Por ultimo a cortar el jamón o a hervir el agua.
Leyó la receta y pude ver como fruncía el ceño. Era simple, pero Kael nunca había entrado a una cocina que no fuera a ser simpático con las cocineras de Vin o a buscar comida ya lista.
–Puedo elegir algo más simple...
–¡No! Yo puedo, solo... –Se rascó la cabeza y dio un vistazo a la pequeña cocina– Déjame buscar lo que necesito... ¿Qué necesito?
Sonreí y lo besé en la mandíbula, pues con los pies descalzos no alcanzaba mucho más de su rostro por la diferencia de altura.
–Yo te presentaré los utensilios, tu ve a buscar los ingredientes.
Salió de la cocina con el libro bajo el brazo. Abrí los gabinetes, saqué dos ollas, un colador de pastas y un sartén. Abrí los cajones para sacar dos cuchillos, una cuchara de palo y un tenedor.
–Listo. –Entró a la cocina con pasta, leche, harina, mantequilla, jamón, el resto de los condimentos ya los teníamos aquí porque me había puesto a cocinar un par de veces, solo por aburrimiento porque Kael había comprado mucha comida lista para calentar.
–Bien. –Dejó todo dispuesto sobre la encimera y me miró– Solo recuerda que me amas cuando vayas a probar el plato de comida.
Me reí y alcé una mano para tomarlo del cuello y prácticamente forzarlo a bajar la cabeza y besarlo. Siempre era un gusto tomar a Kael, sus labios y su lengua sabían exactamente como moverse en sincronía con los míos. No teníamos control. Ningún tipo de control porque yo ya había empezado a contorsionarme para quedar más cerca de él. Me tomó del pelo y me alejó sin mucho tacto.
Lo que me prendió aún más.
–Eres exquisita –Su lengua volvió a entrar a mi boca que la esperaba muy dispuesta– Jodidamente deliciosa.
–¿Y la comida?
–Mmm... Cierto, la cena.
Me levantó para dejarme sentada en la encimera, rodeada de todos los ingredientes y utensilios.
–Sé buena chica y quédate ahí, así puedo besarte o manosearte cuando quiera.
–Vaya, estás mandón. –Sonreí pícara– ¿Quieres hacer juego de roles en la cama, mi amor?
Gruñó, tomó el hervidor de agua y lo llenó hasta el tope.
–¿Ya se fue la sangre para otro lado? Puedo ayudarte a cocinar si quieres.
Volvió a gruñir.
–Dame indicaciones cuando veas que haga falta, pero solo yo tocaré la comida.
–Vale, vale. –Alce ambas manos como rendición.
ESTÁS LEYENDO
Protégeme (Amores perdidos 1)
RomansaEn las sombras de la noche, Palmer, una joven desesperanzada de 17 años, se encuentra al borde del abismo. La vida le parece un oscuro túnel sin salida, y la idea de la muerte se cierne sobre ella como una sombra ineludible. Pero en ese momento de d...