𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈

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𝟔. 𝐋𝐚 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐯𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐝𝐢𝐬𝐟𝐫𝐚𝐳𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐞𝐥𝐥𝐚.

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Si tuviera que decir todas las veces en las que un omega, beta e incluso alfa coqueteo con él los dedos de la manos y de los pies no le alcanzarían. No es que fuera un egocéntrico o un narcisista, pero tampoco era ciego sabía su atractivo, la gente en la mansión de sus padres se lo decían casi a diario desde niño algo que siempre estuvo presente fue: su gran rostro.

Con el tiempo su familia le enseñó a usar este para su beneficio porque una cara bonita también era parte fundamental para hacer negocios, para manipular a la gente.

Sinceramente nunca se vio interesado en algo más, tenía quince cuando vio a una omega particularmente bonita pero jamás pasó esa línea de aceptar la belleza en las demás personas sobre todo porque en su línea de trabajo no era factible tener a un amante, eso significaba debilidad y sus enemigos podían tomar esa pequeña vulnerabilidad contra él.

Hace unos años no le importaría.

Lo habían forjado a ser una maquina sin sentimientos, a ser un monstruo qué recibe ordenes y las ejecuta con una probabilidad del cien por ciento, que además fuera lo más elegante posible pero dejando en claro el mensaje. Su vida fue esa desde niño, no solo era controlar su sangre como alfa puro y dominante, si no también esos instintos primitivos con lo que podrían atacarlo.

Los celos de los omegas eran la debilidad de cualquier alfa, su abuelo le enseñó a tener una resistencia aterradora a cualquier indicio de celo. O a un celo en su máximo apogeo.

Era agotador porque cuando era adolescente lo único que quería era aliviar ese calor insoportable qué crecía en su vientre y quemaba su piel, dejando a su mente con un solo y asqueroso pensamiento.

Recuerda las veces en que lo sometieron a estar en celos de otros omegas, lo sometieron a sus propios celos una y otra vez. Y aunque sonara tan bien para otros alfas, para él fue una tortura humillante.

Vio a la omega qué lo veía desde una de las esquinas con una mujer mayor que también lo veía disimuladamente. Estaba apuntó de rodar los ojos cuando Ori se acercó a él y jalo su pantalón para que lo viera, alzó al niño de inmediato era un poco egoísta tomar al niño como escudo contra otros omegas pero sinceramente no tenía el humor de lidiar con estas cosas:—¿Te vestiras igual que los señores de las fotos?

—Por desgracia— asintió, viendo de soslayo como la omega seguía viéndolo, mierda—. Tu también lo harás.

—Gon dijo que me vería muy guapo— se alzó de hombros como si fuera lo último que le importara—. Creo que a esa señorita no le caes bien.

𝙻𝚊 𝙽𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎𝚕 𝚂𝚘𝚕. 𝙺𝚒𝚕𝚕𝚞𝚐𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora