𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈𝐈𝐈

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𝟖

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𝟖. 𝐋𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞 𝐜𝐚𝐫𝐦𝐞𝐬í.

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Su cuerpo temblaba, el olor a humo y a cemento se filtraba por su nariz haciendo que sus pulmones dolieran, el recuerdo de hace años lo golpeó con fuerza cuando aún era un niño: tonto y sin control. Escuchó la voz de Ara en sus oídos como un susurro doloroso, un nuevo estallido se escuchó, su mente regresó al presente.

El edificio donde estaban casi se caía, además se escuchaba afuera una guerra, seguramente la milicia de este lugar ya estaba peleando con los del Ryodan. Lo cual era horrible, había mucha gente inocente aquí, los gritos fuertes y el sonido de los disparos empezaron a llegar como si su cabeza dejara de estar sumergida en agua.

Zushi estaba agarrando su estómago donde una mancha oscura y carmín crecía; Kurapika estaba a su lado sosteniendo un trapo que se pintó de color rojo. Cuando el sonido llegó, todo lo demás lo hizo, Killua caminaba de un lugar a otro con una pequeña radio.

—Mierda— la aventó al suelo frustrado—. No hay señal.

Canary tenía los ojos inyectados de furia, dejo lo que estaba haciendo y se levantó para dirigirse a él y con ambas manos lo empujó hacia atrás con fuerza:—¿¡Qué mierda fue lo que hiciste!?— le gritó, se quedó pasmado porque las cosas no debieron salir así, dejó que la chica diera otro golpe porque esto era su culpa, sin embargo su cuerpo aún estaba en modo supervivencia por lo que al siguiente empujón violento y al alzar sus manos por instinto para protegerse de estas salió poca pero agresiva energía dorada.

La carga fue lo suficientemente dolorosa para hacer a Canary caer, Killua y Kurapika corrieron para ayudarla.

—Oh, lo siento... — se inclinó para ayudarla pero al ver la mirada de Killua paró en seco.

—¿Qué eres?— y el miedo, la desconfianza en los ojos azules le dolió '¿qué eres?' por su cabeza llegaron recuerdos de sus maestros. Mismos que le dijeron que las personas normales jamás los entenderían, que les tendrían miedo y cuando algo no se conoce  lo ocultan o lo cazan.

Kurapika llevaba una mirada más curiosa que asustada, todo ello oculto tras el velo de la desconfianza.

—Yo...— se sentía pequeño.

—Un monstruo— dijo Canary levantándose, tal vez lo era, por su culpa miles debieron morir cuando dejó caer esos edificios—. Uno que nos traicionó, ¡te lo dije Killua!— la alfa miró al albino—. ¡Ahora todo se fue a la mierda y fue por su puta culpa!

—Ni siquiera sabemos que hizo Canary— Zushi dijo con voz temblorosa, mientras intentaba levantarse.

—¿Lo defiendes?— Canary lo miro como si no pudiera creerlo—. Después de lo que te hizo.

𝙻𝚊 𝙽𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎𝚕 𝚂𝚘𝚕. 𝙺𝚒𝚕𝚕𝚞𝚐𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora