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El mundo siempre fue un misterio para él, uno que sabía jamás lograría conocer; al menos no como en realidad deseaba. La idea de pasar sus años sin conocer de sí mismo, ni de aprender que había más allá de Yamatai lo dejaban e...
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Había algo que le molestaba, estos días trabajando y viendo con otra perspectiva a los anteriores donde parecían tener vida normal le estaban haciendo cuestionar demasiadas cosas. Muchas para su gusto.
Incluso nacieron inseguridades qué simplemente no tenían sentido. Para empezar Ori estaba bien, antes de que escaparan de Slunce el niño enfermaba con mucha frecuencia y sus recaídas iban empeorando Aziz y él tenían la teoría de que era porque estaba en Yamatai.
Por años existió el mito que cuando Hanako lloro esa noche funesta en la que perdió contra el emperador Mao sus lágrimas cayeron al suelo dejando que la bendición poco a poco echara raíces por toda la isla. Se decía que solo los solis podían sentir a la isla viva, cómo si respirara los cuentos que contaban en el palacio hacían énfasis en que si los solis se alejaban de su reino entonces la bendición se haría débil.
En parte esas conjeturas eran ciertas, de niño le gustaba salir de noche al jardín más alejado del palacio, recostarse mirando las estrellas y sentir el hormigueo en su nuca, en la punta de sus dedos. Era sentir viva a la Diosa qué los cuidaba.
Según sus maestros, decían que el hecho de que nosotros aún se ocupaba la bendición esta no se volvía débil en la isla. Si eso era cierto, Ori estaba constantemente sintiendo la energía que lo estaba matando, por eso Aziz quería sacarlo de ahí porque tal vez alejado de Yamatai podrían observar si esa hipótesis era correcta.
Y lo era.
Ori estaba más vivo, no tan cansado como siempre lo veía cuando se escapaba. Las marcas en su cuerpo poco a poco estaban desapareciendo, bueno, se veían como cicatrices pero parecía que se estaban curando.
Miro a Basilius cargar al niño sin nada de esfuerzo y ponerlo en su hombro mientras reía y daba patadas con sus pies, una sonrisa floreció en sus labios la marca en su hombro comenzó a arder por lo que rodó los ojos y cerro los ojos intentando concentrarse.
Las palmas picaron, no de una forma dolorosa si no una conocida, una qué le gustaba de hecho, abrió los ojos y dejó que de su palma saliera una pequeñísima flama brillante y juguetona que comenzó a bailar a su alrededor, Ori corría hacia él con una sonrisa de oreja a oreja pero paro en seco al ver la flama danzando al rededor.
—¿Cómo hiciste eso?— preguntó curioso y animado viendo como la misma comenzaba a dar vueltas a su al rededor.
Se alzó de hombros:—Solo... Con la mente— y cómo estas pequeñas cosas no dolían hizo más, mismas que rodearon a Ori y que lo hicieron reír mientras se abrazaba a sí mismo para que las flamas no lo quemaran.
Basilius llego y se sentó a su lado al ver que las flamas comenzaron a sobrevolar todo el lugar y que Ori las correteaba como si fueran burbujas.
—Estas pensativo— dijo el alfa con una ceja alzada—. ¿Pasa algo?