𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈

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𝟔

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𝟔. 𝐋𝐚 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐯𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐝𝐢𝐬𝐟𝐫𝐚𝐳𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐞𝐥𝐥𝐚.

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Kurapika estaba sentado en la parte de atrás totalmente serio pasando sus dedos delgados por la tela de seda roja que empacaba la pintura, a su lado Canary llevaba un portafolio con el collar en un bonito joyero.

—¿Qué vamos a hacer si nos dan largas?— preguntó Canary con voz fría.

—No les daremos los objetos— contestó fácilmente sin voltear a mirarlos.

—¿Qué?

—No les daremos los objetos— usó un tono sabiondo, de cuando explica algún plan muy elaborado—. Si algo tiene esta familia es que creen mucho en los tratos y en las promesas.

—Solo cuando les conviene Killua— dijo Kurapika advirtiendo.

—Lo sé— movía sus dedos en su muslo de abajo hacia arriba—. Pero no sé, tengo el presentimiento de que quieren estos objetos mucho más de lo que dejaron ver.

—Por eso amenazarlos con ellos es un error— Kurapika suspiro.

—Es un arma de doble filo— concedió—. Pero si sabemos ocupar nuestras opciones, terminaremos ganando.

—Es un plan de contingencia Kurapika— la mujer a su lado le dio una palmada qué esperaba ser tranquilizante en su hombro—. Pensemos qué ellos cumplirán con su palabra.

—Gracias por el optimismo Canary— le sonrió alegre desde el espejo—. Ahora, tenemos que pensar qué haremos después de que todo esto termine.

—No lo sé— Kurapika miró su muñeca cubierta por las muñequeras de cuero qué siempre se coloca—. Aún no encuentro nada de mi familia.

—Si las cosas van bien— Canary dio una pequeñísima sonrisa—. Quiero poner una  cafetería.

Sonrió al ver el entusiasmo de su amiga, luego pasó a ver el semblante tranquilo pero serio de Kurapika:—Lo resolveremos— miró a ambos qué asintieron.

De pronto el auto se estacionó cerca del muelle donde había un enorme barco iluminado por el dorado y el blanco, gente bien parecida reía encantada por encontrar un buen negocio. Entraron sin mucho preámbulo, caminando por las elegantes maderas.

Llegaron gracias al sirviente en turno a una cabina de colores café oscuro, entraron con rapidez notando de inmediato las luces bajas y el tablero de poker qué Hisoka ya tenía arreglado.

𝙻𝚊 𝙽𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎𝚕 𝚂𝚘𝚕. 𝙺𝚒𝚕𝚕𝚞𝚐𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora