𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈

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𝟔

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𝟔. 𝐋𝐚 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐯𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐝𝐢𝐬𝐟𝐫𝐚𝐳𝐚𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐞𝐥𝐥𝐚.

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Como lo imagino la subasta lo dejo con muy mal cuerpo, ver a personas siendo compradas solo por el capricho de quienes tienen poder y dinero le hicieron tener  ganas de vomitar. Omegas, alfas y betas no importaba.

Hiroko lo miro imperturbable, tomando del vino qué aun tenía su copa:—Las primeras veces son las más difíciles— le dijo recargada en la barda de cemento—. Te lo dije, tienes que estar preparado para lo que veras aquí.

—¿Cómo puedes solo mirar?— le preguntó enfermo.

—El tiempo te hace insensible para ciertas cosas— se encogió de hombros—. Es difícil lo sé y aunque suene horrible es mejor que tú estés pensando desde aquí lo terrible qué es y no desde el escenario.

Trago saliva, tenía razón:—Supongo que no será la última vez que nos veamos o hablemos.

—Te di mi número espero que llames— un cigarro fue entregado—. No es una opción no hacerlo, Gon.

De alguna forma sentía que tenía razón hasta ahora ella era una "aliada" qué conocía absolutamente todo sobre su situación y la de Ori, tal vez aunque lo haga por capricho, por entretenimiento ella era poderosa. Y le sería de ayuda. Además le daba un poco de confianza saber que la mujer en realidad jamás había mencionado algo sobre quien era en realidad.

—Lo haré— comenzaron a bajar de las escaleras yendo a la salida del teatro.

—Nos despedimos— Hiroko era casi de su estatura tal vez un centímetro más baja—. Fue un placer— le hizo una reverencia la cual acepto de inmediato sintiéndose cómodo le dio una también—. Cuida a tu niño.

Gon asintió, ni siquiera se lo tenían que decir. La mujer camino junto a la omega, vio a lo lejos que su alfa la tomaba de la cintura y le daba un beso en su frente para luego hacerla caminar con una mano en su espalda baja. Camino entre la gente, cansado con los pies ardiendo y el rostro adormilado. Olio el aroma qué lo acompañaba, sintiéndose más relajado se golpeó mentalmente cuando se dio cuenta de lo que había hecho.

Pero no podían culparlo. Killua tenía un hermoso olor a sándalo y a café, era embriagante al punto de hacerlo bostezar.

La aya se acercó a él con Ori en sus brazos, su niño estaba totalmente dormido. Al estar tan adormilado su instinto salió a flote, una vez que la mujer estaba frente a él cargo al niño, la cabeza de Ori se escondió entre su hombro y cuello olfateando entre sueños su aroma y rodeando su cuello con sus manos.

𝙻𝚊 𝙽𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎𝚕 𝚂𝚘𝚕. 𝙺𝚒𝚕𝚕𝚞𝚐𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora