𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐕

254 33 50
                                    

𝟒

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

𝟒. 𝐋𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐚 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐚𝐟𝐞𝐫𝐫ó.

ⵈ━═════════╗◊╔═════════━ⵈ

Pasó una hora cuando los cañones ya habían sido colocados, Basilius ya tenía la ruta por lo que lo único que faltaba era que el barco avanzará.

Gon había estado colocando el carbón en la cabina de abajo, revisando que todo estuviera perfecto para partir. Jingū estaba a su lado, ajustando los engranajes mientras compartían un cómodo silencio.

Gon conoció a Jingū cuando ambos tenían catorce años, unos cuantos meses después de su primer celo. Lo recuerda a la perfección porque debe admitir que al inicio tuvo un enamoramiento con la chica, ella era tan seria, tan recta pero a su vez tan expresiva narrando con tanta pasión a dónde iba, que hermosos lugares había conocido, que nuevas comidas probó, que nuevas criaturas había visto.

Ella siempre fue linda con él, y lo trataba como una persona. No como un omega a quien venerar como si fuera una especie de Dios o algo así.

Tal vez ahora, creía que su enamoramiento a ella no era por ser Jingū si no más bien por lo que ella simbolizaba en su vida: libertad, eso era lo que le había atraído de ella.

—¿Estás nervioso?— preguntó de repente peinando su cabello en una coleta.

—Mucho— fue sincero—. ¿Tu?

—Algo— suspiró, levantándose—. Pero creo que nos irá bien.

—Debe serlo— apretó la pala con fuerza—. Debe funcionar.

—Haremos que funcione— la mujer se acercó a él con una sonrisa—. Solo se fuerte— tomo un de sus manos apretándolas—. Gon, no olvides que esto es una guerra por salir de aquí, tus compañeros nos atacarán...

—¿Ah?— la miro confundido—. Sé que nos atacarán.

La pelirroja nego con la cabeza:—Nos atacarán a muerte— ambos se miraron a los ojos—. Quienes fueron tus compañeros serán tus enemigos una vez que el barco avance.

Las palabras retumbaron en su cabeza, suspiro. Era verdad, aunque consideraría hermanas a Idril y Neon habían muchos ahí afuera que considero amigos, buenos rivales de pelea, compañeros que miro en sus clases, con quiénes hizo equipo en varias tareas, muchos que le dieron tips para mejorar con el arco.

Estaba tan absorto en su idea de partir que jamás imagino tener que pelear y aunque si hace unos momentos lo menciono no lo había pensado con claridad. Pero era lo que tenía que hacer ¿no? No tenía opción.

O al menos su mente quería aferrarse a ello. No tenía opción.

—Estoy bien— le sonrió sin ganas a la alfa que quitó sus manos y le regaló una mirada comprensiva—. Gracias Jingū.

𝙻𝚊 𝙽𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎𝚕 𝚂𝚘𝚕. 𝙺𝚒𝚕𝚕𝚞𝚐𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora