𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐗

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𝟗

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𝟗. 𝐋𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐧𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞.

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Gon había estado llorando bajó el abrazo de Kurapika, era un sollozo interminable, su cuerpo temblaba y se aferraba al rubio como si este fuera algún tipo de ancla. Estuvieron así por unos diez minutos hasta que el omega se desmayo y tuvieron que llevarlo a la cama, Leorio curó de nuevo las heridas abiertas y lo dejaron descansar.

Kurapika también se había casi desmayado, tuvieron que llevarlo a la fuerza a una habitación para que descansara; al ser un miembro importante en la manada él lo habría acompañado a la reunión que tenía con el idiota de su hermano.

Stirling ya estaba esperando en el auto con un semblante serio y recto.

—¿Segura no quieres ir?— le preguntó a Alluka que estaba en la entrada de la puerta sosteniendo un abrigo.

—Prefiero quedarme con Gon— le sonrió—, Además no quiero ver el rostro de Milluki tan pronto.

Le sonrió divertido dándole un apretón fraternal en su brazo:—Espero que la visita no se alargue mucho— se colocó el abrigo y dio un gran suspiro, estaba tan cansado pero tenía que interpretar su papel si es que no quería que esto se le fuera de las manos—. Cuídalos...

—Tranquilo Killua— fue el turno de su hermana de darle un apretón reconfortante —. Estaremos cuidando de ambos, no te preocupes— le dio una sonrisa divertida—. ¡De los tres! Kurapika esta hecho una furia.

Le dio una sonrisa que no llegó hasta arriba pero fue genuina por lo que su hermana le sonrió aliviada. Para cuando se acercó al auto pudo ver a Canary estaba ya en el asiento de atrás junto a Basilius. Entró al auto en el asiento del copiloto el pequeño hombre encendió el motor de inmediato.

—¿Él... Está bien?— Canary preguntó después de unos segundos de silencio.

—Si, Leorio le administro analgésicos— dijo dando un suspiro cansado, de repente sorprendido por el interés de la morena. Canary había estado tranquila desde que zarparon incluso había ayudado con los sueros y el cambio de sábanas en la habitación de ambos hermanos, no había hecho más comentarios venenosos, parecía más resignada con cada día que pasaba.

—Supongo que mañana despertará— dijo filtrando la esperanza en su voz—. O eso espero.

—Bien— no sonrió, solo le asintió—. Ahora, Stirling, dinos ¿cómo se llama tu jefe? Hablanos de él.

𝙻𝚊 𝙽𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎𝚕 𝚂𝚘𝚕. 𝙺𝚒𝚕𝚕𝚞𝚐𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora