𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐗

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𝟗

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𝟗. 𝐋𝐚𝐬 𝐞𝐬𝐩𝐢𝐧𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞.

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La habitación completa estaba en completo silencio, había cierta tensión en cada uno de los presentes mientras veían como Leorio revisaba los signos vitales de Ori con bastante seriedad, lo veían tomar la presión y escuchar su corazón para luego mirar a Gon y asentir con la cabeza.

—Ori tiene los signos vitales normales— le sonríe—. No hay temperaturas y parece que no está adelgazando.

Sonrió viendo a su niño en la cama, Killua también estaba en la entrada de la habitación con los brazos cruzados viéndolos a ambos con cierta intensidad que lo estaba poniendo un poco nervioso, sin embargo, su estúpido lobo se sentía bastante curioso por esa mirada.

—Gon...— Retz se movió para hablar—. No creo que sea buen momento para que lo despiertes.

Dio un suspiro moviéndose para estar al lado de la cama, cerró los ojos y puso una mano en el vientre del niño se concentro para poder sentir el núcleo de Ori... Pero no podía sentir nada, eso le estaba generando cierta ansiedad; podía sentir como la energía recorría sus venas, pero, su núcleo no lo sentía como si existiera una barrera ahí que no lo dejaba percebir el pequeño núcleo.

Había algo raro en el estado de hibernación en la que se supone que estaba Ori. Abrió los ojos sintiendo todas las miradas sobre él.

—Tienes razón— acarició los cabellos del niño—. No puedo.

Kurapika hace un sonido de garganta para que lo vean:—Gon... Sé que soy bastante nuevo en todo esto, pero, ¿Cómo sabes que no?

—Les seré sincero— dijo volteando para ver a los presentes sobre todo a Kurapika que fue quien preguntó—. No puedo sentir su núcleo— esto hizo que Retz frunciera el ceño—. Mi teoría es que su cuerpo aún no tiene la suficiente energía para mostrar su núcleo, por lo tanto si lo fuerzo a despertar pasarían dos cosas— alzó un dedo—. Uno, tal vez no tenga la energía suficiente y termine extrayendo más sin querer o dos, lo termine sobrecargando— el rostro de Kurapika pareció ir de la confusión a la comprensión—. En cualquiera de los dos casos sería fatal para él.

—Necesito hacer un libro de todo esto— dijo Leorio recargándose en la pared—. Si me dejas claro.

—Lo pensaré— le sonrió levemente—. En todo caso, lo mejor será que lo dejemos así— dio un suspiro un poco incómodo.

—Pero... Él... ¿Esta bien?, ¿no?— preguntó Basilius con un tono preocupado.

—Claro— les sonrió a todos esperando que le creyeran—. Él solo se está recuperando, estoy seguro que puede escucharnos y sentirnos a todos— paso la yema de sus dedos por la piel morena del niño—. Él... Estará bien. Solo denle tiempo, jamás había ocupado su bendición de esa forma...

𝙻𝚊 𝙽𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎𝚕 𝚂𝚘𝚕. 𝙺𝚒𝚕𝚕𝚞𝚐𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora