𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐕

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𝟒. 𝐋𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐚 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐚𝐟𝐞𝐫𝐫ó.

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—¿Todo bien?— preguntó Kurapika acercándose a su amiga.

La mujer trago saliva y contando hasta tres contestó:— ¿No te parece esto una locura? Ni siquiera lo conoce, el Killua en quien yo confío no haría un trato con un tipo que acaba de conocer.

—No le veo lo extraño— se sentó alado de ella—. Él lo hizo conmigo, no me conocía de nada y aún así decidimos ayudarnos mutuamente.

—Es diferente— pero ella sabía que no, sabía que estaba siendo estúpida, e irracional.

—No, no lo es— Kurapika miro la parte superior de la casa viendo que Killua y aquel chico hablaban—. Confía en él, siempre lo has hecho ¿por qué ahora no?

Canary se quedó callada, sus sentimientos comenzaban a explotar; años de  haberlos ocultado le estaban generando esto. Pero esta vez era diferente, Killua veía con interés a ese omega.

Lo podía ver y sentir. Su propio lobo le gritaba que esa pelea estaba perdida.

Volteo solo para verlos hablar, Killua parecía bastante interesado mientras que el moreno explicaba con una expresión seria.

—Deja de sobre pensar las cosas Canary— le dió un golpecito en su hombro—. Killua siempre ha sido así con los omegas y tengo que admitir que yo también estoy muy interesado— la duda surco el rostro de la alfa—. Es un omega de Slunce... Da mucha curiosidad— tenía un punto, Killua era curioso por naturaleza gracias a los años en cautiverio, aún así... Algo estaba mal—. Sé que estás enamorada, sé que darías tu vida por él— le sonrió con afecto—. Pero no olvides que también es tu amigo, su hermana está en condiciones inciertas y ese chico es la única esperanza que tiene.

—¿Crees que tenga una oportunidad con él, Kurapika?— el rubio quiso ser sincero, a Killua no le interesaban los alfas lo había visto coquetear con una que otra mujer alfa pero no pasó de solo ser tonteo. En cambio con los omegas era diferente, pero no pudo romper más el corazón de su amiga. Además aunque sonara egoísta y algo cruel la necesitaba fuerte, uno de los pilares que sostenía este hogar no podía deteriorarse.

—Creo que si— le dió su mejor sonrisa, era experto fingiendo emociones viendo el rostro más tranquilo de Canary se levantó—. Mejor entremos. Veamos si podemos ayudar en algo.

Ambos entraron a la casa, Basilius le explicaba algo a Bisky mientras señalaba varias posiciones en un mapa.

—Si habrá un ataque— el hombre miro a la mujer—. Nosotros tendremos que irnos por aquí— su dedo apunto al mar Imoogi.

𝙻𝚊 𝙽𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎𝚕 𝚂𝚘𝚕. 𝙺𝚒𝚕𝚕𝚞𝚐𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora