¿Por qué es tan difícil para los seres humanos dejar ir? ¿Por qué no son capaces de resignarse a la muerte a pesar de que saben que llegará? ¿Es normal sentir que vas a anhelar y extrañar a alguien por lo que te resta de vida? ¿Es normal que la partida de alguien te marque tanto?.
Aeri tenía muchas preguntas y ninguna respuesta.
Vió a su padre morir lentamente, postrado en una cama y derrotado en menos de seis meses. Nunca pensó que un cuerpo podría deteriorarse tan rápido. Debía darle mérito por vivir más del tiempo estipulado por los medicos; quienes le dieron 3 años como máximo, mientras su padre alcanzó los cinco.
La vida fue un poco cruel con ella, y con su familia en general. Sabía poco de la vida de su madre pero podía asumir que buena no fue, habían cosas que Jieun guardaba muy bien para sí misma, y habían otras que presentía pero prefería no preguntar. Desde pequeña era bastante observadora, por ende era sencillo hallar pistas y unir hilos.
Aeri no era tonta aúnque presumía serlo.
Toda su vida hubieron voces susurando a sus espaldas, ojos mirando sus paso y dedos apuntando sus actos, o mejor dicho los de su madre, lo que para ella era exactamente lo mismo. Si se metían con Jieun se metían con ella.
Probó los dos lados de la moneda.
Es cierto que no les faltaba nada en ese momento, pero también fue real la ausencia de todo en un principio. Todavía recordaba la pequeña casita en la que vivió hasta su cinco; casi seis años de edad. Su madre salía de casa por las noches y volvía puntual en las mañanas. Jieun jamás les dijo que hacía en las noches, pero años después, Aeri podía hacerse a la idea. Debía admitir que cuando esa realidad tropezó con su cabeza se enojó. A sus 13 años entendió de que iba el trabajo de su madre, en ese momento quizo juzgarla, gritarle, reclamar y llorar. Incluso sintió vergüenza de ser hija de Jieun; debía admitir con mucho dolor y pena.
Afortunadamente, Jieun nunca supo de eso. Aeri calló todo, esperando no ser descubierta, pero sus propios pensamientos la delataban ante otros que eran tan observadores como ella. Minjeong por ejemplo, fue la primera en notar la guerra interna que vivía Aeri en aquellas época.
Una tarde en la que salían de clases.
Minjeong llevaba poco ánimo yendo de regreso a casa, y Aeri decidió acompañarla. La pequeña rubia fue la primera en romper el silencio.
- Tu mamá me trajo el desayuno esta mañana, lo ha hecho varias veces esta semana... Te envidio - dijo Minjeong luego de un suspiro cargado de pena.
- ¿Porqué? No tengo nada que puedas envidiar - Minjeong había notado el cambio en la actitud de Aeri respecto a Jieun, ya no la despedía con un abrazo y un beso cada vez que ellas las llevaba al colegio, evitaba mencionarla o hablar de ella. Y en última estancia negaba con ironía cualquier halago dirigido a Jieun.
Minjeong sintió pena, no culpaba a Aeri, debía admitir que la habladuría de otros a veces, cala muy hondo, más de lo que uno mismo se resigna a creer.
- Tienes una madre que se preocupa por tí, te cuida, te consiente y adora como a nadie... Puedes compartir un techo cálido con ella, y dormir tranquila por las noches. Quisiera tener una madre como Jieun -
- No puedes tenerme envidia solo por eso -
- Claro que puedo, Jieun haría lo que fuese por ustedes, cuando ella las ve, sus ojos reflejan la adoración de alguien que estaría dispuesto a degradarse y humillarse por ustedes de ser necesario -
- ¿Degradarse y humillarse? Eso hará que los demás quieran comerte vivo, mientras gritan a los cuatro como te rebajas. Eso no suena envidiable en absoluto -
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DESCIFRANDO TUS ACCIONES.
FanfictionKarina en verdad desea ser la hija perfecta, llenar los estándares de su madre, ser paciente y tolerante como su padre, ser un buen ejemplo para su hermana menor y una amiga en la que se pueda confiar, Pero, siendo el títere favorito de su abuelo er...