42 • El otro lado de la moneda

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Tuve un sueño.

Tuve un sueño que no me gustó para nada.

Tuve un sueño que me causó escalofríos por la espalda.

Tuve un sueño que fue demasiado extraño para considerarse un sueño.

¿Tuve un sueño?

***

Abrí mis ojos lentamente mientras se atenuaban a la luz que le estaban dando.

Una luz demasiado fuerte para mi gusto que estaba molestando la siesta que tomaba.

—Diez minutos más.

Coloqué mi brazo sobre mis ojos tratando de ocultar aquella luz de mis ojos, pero todo fue en vano.

Sentí en con la palma de mi otra mano una textura demasiado diferente a la de una tela.

Palmeo nuevamente para confirmar y tenía razón, era pasto.

Todo signo de sueño desapareció cuando me senté en el suelo.

—¿Dónde estoy?

Al alzar la mirada, me encuentro con un paisaje de una pradera.

Tenía muchas flores de distintos colores y distintos diseños, un pasto verdoso, que le da vida al lugar, y había un lago cristalino en el medio de este.

Pero lo que más me llamó la atención fue la casa que se encontraba ubicada a orillas del ya antes mencionado lago.

Había un camino que pasaba por la entrada de la puerta y se desvanecía a lo lejos en las montañas nevadas.

Un paisaje de cuento de hadas, si es que lo describimos en unas cuantas palabras.

Una vida acá es una vida de calma, paz y armonía.

Observo mis manos y me doy cuenta de que están borrosas, como si estuviera debajo del agua.

—Un sueño.

Era el único significado que le puedo dar, o el otro es de que estoy muerta.

Cosa que dudo mucho.

Aparto las manos hacia un lado y capto que no tenía la misma ropa que ayer, sino traía encima un vestido de color blanco.

Me levanto de mi lugar con cuidado de no caer. Veo que este vestido me llegaba hasta las rodillas.

Con la yema de los dedos agarro el borde de la ropa, sintiendo que era una tela muy suave y confortable para el tacto.

Me pregunto cuánto habrá costado.

Tendré que avanzar o quedarme aquí parada, sinceramente prefiero avanzar y descubrir qué más cosas hay en este sueño que parece demasiado real para considerarse uno.

No me quedó de otra que seguir el camino que dirige hacia la humilde casa que se encuentra al fondo del camino.

Después de andar por unos cinco minutos, me encontraba de pie frente a la puerta.

Veo que no tiene timbre y no me queda de otra que tocar suavemente a la puerta con los nudillos de mis manos.

Toc, toc, toc.

Pero nadie vino.

O mejor dicho, nadie abrió la puerta.

Esperé diez segundos antes de tocar nuevamente para probar suerte esta vez.

Toc, toc, toc.

Iba a tocar de nuevo, sin embargo se escuchó un clic y la puerta de abrió lentamente, revelando por el pequeño hueco el interior de la casa.

De casualidad | Spreen x túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora