47 • Olvidándome

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Siento que me olvidaba de algo.

—Solo me dijo que me explicarías algo, de ahí ella se fue—me encogí de hombros, mientras me acomodaba en el sofá.

Otra vez estaba soñando. Los sueños eran tan frecuentes que ahora Myra me caía super bien, era como hablar con una persona en otro mundo a la hora de irte a dormir, y cuando te despiertas estás de vuelta en tu realidad.

Loco, ¿no?

Le había contado mi experiencia de hace unos días, ya que supondría que tenía algo que decirme. 

No me había equivocado.

—En todo caso...—miró el reloj de pared—, aún nos queda algo de tiempo antes de que despiertes.

Soltó un suspiro y continuó:

—Antes de que despertemos, aunque yo todavía no lo hago, pero eso no es lo importante.

—¿Eh?

—¡No es nada!—la comisura de sus labios se elevaron en una sonrisa dulce—. A veces digo cosas que no tienen mucho sentido.

Hace tiempo me hice una idea de quién era ella, pero el plano de los sueños era tan grande y tan inmenso que todavía no lo estudian muy bien. 

Podía ser una persona cualquiera de este mundo o de otro, una alucinación de mi mente, o simplemente que haya enloquecido. Me quedo con la segunda.

La pequeña cabaña, que era de ella, es muy acogedora. Tanto así que me quedaría a vivir acá si esto no fuera un simple sueño, pero hay cosas que hacer en la realidad. La música jazz de fondo le daba un toque rústico al ambiente. 

Perfecto.

—Oh, parece que alguien te está levantando, (t/n).

¡¿Porqué justo ahora?! 

—No quiero irme...

Siempre cuando sucedía esto empezaba a ver borroso a mi alrededor, y efectivamente era justo lo que estaba pasando. 

—Es Iván. Te puso a Micha encima tuyo—se rió entre dientes.

—Lo voy a matar por no dejarme dormir en paz.

—¡Nos vemos, (t/n)! 

Siento que me olvidé de algo.

***

—Miau. Levántate, (t/n)

—No. 

Sentí que colocó a Micha en la parte superior de mi cabeza. La pequeña, ya no tan pequeño, gata no se movió de ahí, de hecho se sentó en mi cabeza...

—Iván—solté un quejido de molestia—, cinco minutos más.

—Nada de cinco minutos—agarró a Micha y la sostuvo en sus brazos—. ¿Viste que hora es?

Ahora sin un gato encima de mi cabeza, pude mirarlo con los ojos en blanco.

—¿Cómo mierda voy a saber la hora si estoy en mi cama?

Él se encogió de hombros.

—Ya es tarde.

—Qué se cree... ¿mi mamá?—murmuré para mí misma, sentándome en la cama.

—Te escuché.

Se sentó a mi lado junto con Micha en su regazo.

—Ahora que recuerdo, ¿dijiste miau?—le pregunté levantando una ceja.

De casualidad | Spreen x túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora