5 • Hora de compras

9.6K 528 567
                                    

Como la gente es demasiado floja que no usa las escaleras para bajar o subir, se inventó el ascensor.

Me considero una de todas esas personas.

Un genio el que lo hizo, porque imagínate estar subiendo todos los días por una escalera.

Pobres piernas para los que no hacen actividades físicas muy a menudo.

Por dentro, tenía un gran espejo que ocupaba todas las paredes de dichosa máquina. Habían luces que lo mantenían bien iluminado y el espacio era adecuado, como para que alcanzaran quince personas juntas.

—Una pregunta.

—Dime.

Él presionó el botón del primer piso.

—¿No te molesta si te llamo Spreen en un lugar público?—pregunté luego de apoyarme en la pared—Digo, pido permiso para llamarte por tu nombre.

Él copió mi acción a la vez que pensaba por un momento antes de responder.

—Los dos están bien, puedes llamarme como prefieras.

—Gracias—sonreí agradecidamente.

Tin.

Esa fue la señal de que habíamos llegado al primer piso.

—Vamos—Iván camina hacia donde es la recepción y, más allá, están las puertas del exterior.

Lo seguí como un cachorro perdido. Ahora mismo no conozco estos lugares, así que si llego a perderme no quiero ni imaginar las consecuencias.

Estaba tan concentrada mirando a los costados que me topé con algo.

Mejor dicho, la espalda de alguien.

—Oh, disculpa—murmuré retrocediendo un poco para ver a quién le he golpeado.

Cuando se dio la vuelta pude contemplar que era una persona, para ser exactos un chico.

Parecía ser el que atendía en la recepción de este lugar.

Su cabello rubio era lo que resaltaba. Tenía algunos mechones rebeldes que lo hacían ver bien, junto a sus ojos verdosos.

Tierra llamando a (t/n). Spreen te está esperando.

—Yo debería de ser el que se disculpe—se rascó la nuca riéndose entre dientes—. Mis disculpas, señorita.

¿Señorita?

Nunca te he visto por acá, ¿eres nueva en el edificio?—el chico rubio habló, tratando de sacar conversación.

Justo cuando iba a responder, sentí que me jalaban del brazo y me llevaban afuera.

Abrí la boca para gritar a la persona que había sido, pero me sorprendió al ver que fue Iván, que seguía agarrándome el brazo, así que me quedé callada.

Salió del edificio junto conmigo. Lo detuve cuando ya habíamos caminado un buen rato.

—¿Qué fue eso?

—Se nos hace tarde.

Eso fue muy raro.

***

—Estas calles... ¡son increíbles!

Escuché una risa a mi lado.

—Lo son, ¿no?

—Sí, a comparación a las calles donde vivía, esto es mil veces mejor—recordé como la gente hacía lo que se le daba la gana en las calles. Tiraban basura, no había vegetación, no hay seguridad...

De casualidad | Spreen x túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora