CAPÍTULO XLI "505"

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Kai no solo sabe tratar a las mujeres, también sabe tratar a su cuñado, así que sin que yo le pidiera el favor, me hospedó en uno de los hoteles más exclusivos de Milán, en el que también me atendieron médicamente como el príncipe que soy

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Kai no solo sabe tratar a las mujeres, también sabe tratar a su cuñado, así que sin que yo le pidiera el favor, me hospedó en uno de los hoteles más exclusivos de Milán, en el que también me atendieron médicamente como el príncipe que soy.

—Ésta cama es deliciosa —murmuré— ¿Por qué ese tonto me botó aquí en lugar de cuidarme? Aún soy su cuñado ¿Por qué no me respeta?

Decidí que lo mejor para una noche loca como esta debería continuar con mi lectura, así que conseguí mi libro de Los Miserables y continué leyendo por ahí de la página trescientos cuarenta y cinco, en voz alta y con toda la pasión de un dramaturgo de la época medieval:

El amor es una parte del alma misma, es de la misma naturaleza que ella, es una chispa divina; como ella, es incorruptible, indivisible, imperecedero. Es una partícula de fuego que está en nosotros, que es inmortal e infinita, a la cual nada puede limitar,  ni amortiguar. Se la siente arder hasta en la médula de los huesos, y se la ve brillar en el fondo del cielo”.

—¡Bravo! ¡Bravo! —me dolía la cara y no es por ser una estrella, pero de alguna forma, creí que el mismo golpe me estaba provocando alucinaciones, pero no, no estaba alucinando.

Valentina entró a mi recámara, miré a Polito con impresión y obviamente, cuestionamiento.

—Me dijo que haría un show si no podía verte.

—Está borracha.

—Sí, estoy borracha —me señaló—, te ves bien, estaba preocupada por ti.

—Déjanos solos, Pol, si me escuchas gritar de manera dolorida, entras, si la escuchas a ella, no entres, por favor.

—Dios, Ricardo —cerró la puerta, la miré con cierto escepticismo ¿Se volvió loca?

—Oye, Ricardo.

—Te estoy escuchando.

—Ricardo… —me señaló nuevamente—, eres un hombre muy extraño.

—Claro, soy único en mi clase.

—Ricardo —se acercó, toda torpe, se subió a la cama valiéndole lo que viene siendo madre mi expresión, se acurrucó sobre mí.

—¿Qué quieres de mí, Valentina?

—Ricardo… me asusté, no me gusta verte herido, ni enojado, ni triste, pensé por un buen tiempo que era una idiota por sentirme así.

—¿Por qué vienes ebria? —me miró, se levantó de la cama y me ponía de nervios verla tambalearse, sentí que en cualquier momento se rompería la cabeza—, siéntate, carajo, vas a caerte y me pones de nervios.

—Quería verte.

—¿Ebria?

—Sobria no me da.

🇮🇹 𝐈𝐥 𝐌í𝐨 𝐂𝐚𝐩𝐨 𝟐: 𝐌𝐚𝐟𝐢𝐚 𝐒𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐈𝐭𝐚𝐥𝐢𝐚 🇮🇹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora