XLVI

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Gun estaba feliz, cansado, pero feliz.

A pesar de haberse levantado con un ligero malestar en su espalda, se sentía muy contento mientras doblaba una suave manta de color amarillo, la cual, le había sido entregada por su pequeño amigo hace tan sólo unos segundos.

Llevó una mano a la parte baja de su vientre y chasqueó la lengua con molestia, caminó hacia el nuevo ropero, abrió las puertas y se estiró para intentar colocar la afelpada sábana en la parte superior.

- ¡Yo lo hago! - Por corrió hacia él y le arrebató el objeto con rapidez, encargándose él mismo de colocarlo en el lugar adecuado.

-Yo podía hacerlo Por.

-Estás a una semana de tener al bebé, no puedes andar estirándote o caminando largos trayectos, mucho menos correr.

- ¡Nadie está corriendo! - el menor bufó todo el camino hasta llegar a una silla de madera blanca, era nueva, como la mayoría de los muebles a su alrededor y estaba ubicada al lado de la ventana, la cual, aún estaba cubierta por las cortinas color turquesa.

-No te pongas así, sabes que no me gusta verte llorar.

Genial, ¿Ahora tenía esa fama?

-No voy a llorar, sólo... -suspiró cansado - Olvídalo.

-Gun, eres mi hermano - caminó hacia él y le tomó las manos, arrodillándose frente a la silla -Sé que algo te está molestando, habla conmigo.

-Soy un inútil.

- ¿Qué? - se acercó un poco más, pues la respuesta había abandonado sus labios como un susurro.

-Me siento inútil, Por. Te llamé para que me ayudaras a alistar el cuarto del bebé y haz hecho todo el trabajo. Yo sólo he doblado la ropa o las mantas que me vas pasando.

-Pero esa es una gran colaboración, la ropita necesita ir bien doblada, de otro modo, se arrugará. Estás haciendo un buen trabajo.

- ¿SÍ? Entonces, ¿Por qué cada vez que doblo algo, tú lo vuelves a doblar?

-Porque siempre es bueno checar que las cosas vayan bien hec- se detuvo cuando se dio cuenta de lo que estaba a punto de decir, de forma cómica, llevó sus manos hacia su boca para cubrirla.

El cantante infló las mejillas hasta que se pusieron rojas, asemejando dos globos a medio inflar y un puchero se agrandó en sus labios. Frunció el ceño y se puso de pie con brusquedad -Ni siquiera puedo doblar un estúpido pedazo de tela.

-Gun.

-No puedo subirme a un escenario, no puedo salir a la calle, no puedo correr ni caminar distancias largas y no puedo doblar la ropa de mi propio hijo. Además, parezco el hermano de la vaca Yodile.

Su garganta comenzó a cerrarse, provocando lo que sabía, era un llanto estruendoso y molesto. Se quería colgar o aventarse por la ventana antes de volver a derramar una lágrima.

Después de que salgas de mí, no volveré a llorar en toda mi vida. Es una promesa.

Se tragó el nudo en la garganta y decidió que, si lo único que podía hacer era doblar la ropa, entonces serían las pijamas mejor dobladas que verían en todo el edificio. Ni siquiera Por tendría que arreglarlas.

El tecladista se acercó por detrás con pasos cortos y lo abrazó con fuerza, teniendo cuidado de no aplastarlo -Lo siento, no quise decir eso.

-No importa, ahora sigamos, quiero que todo esté listo para cuando Tinn regrese.

- ¿Estás molesto conmigo?

-No.

-No te creo- contraatacó el más bajo. A veces, Por tenía una dualidad inexplicable. Un momento era serio y la voz de la razón, al otro, se volvía un bebé gigante.

Mío, Tuyo, Nuestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora