Era la tercera mañana consecutiva en la que su estómago le obligaba a levantarse, únicamente para correr al baño y devolver todo lo que había consumido la noche anterior.
Debía agradecer que las náuseas habían comenzado a afectarle sólo por las mañanas, eso ya era algo bueno. No le gustaba sentirse mal estando fuera de su apartamento.
Sin embargo, seguía desconcertado. Anteayer le había echado la culpa a la ensalada que había preparado, el día anterior fue a los frijoles en lata que había cenado. Esa mañana no tenía nada a que echarle la culpa.
Se había quedado dormido y no había cenado.
-¿Y ahora que comí? - se preguntó mientras cepillaba sus dientes.
¿Acaso la mermelada ya había vencido? No, la compré hace poco.
¿El pan? No, lo revisó el día anterior en busca de moho, pero estaba bien. Es cierto que no era el pan más fino del supermercado, pero si fuese tan malo no lo venderían.
No lo entendía. Los vómitos eran una cosa, pero también sufría de mareos y últimamente sentía más hambre de lo normal, algo que le preocupaba porque para ser un cantante debía mantener el físico intacto.
Bueno, el físico y el hecho de que no tenía dinero suficiente para darse el lujo de comprar toda la comida que quisiera. Debía sobrevivir con lo que tenía hasta quincena.
Regresó a su habitación y pudo oler el desayuno del vecino hasta su apartamento. Su naríz se movió de forma cómica en el aire, tratando de aspirar todo el aroma que pudiese. Olía demasiado bien y su estómago rugió cual león, si antes ya lo hacía, ahora gruñía más fuerte.
-Si, ya te escuché.
Se dirigió a su cocina y abrió el refrigerador. Escaneó la comida y decidió preparar sándwiches de jamón con mostaza. Nunca había sido fan de la mostaza, pero se le antojó de gran manera que no pudo negarse a sus impulsos.
Al terminar de comer y al levantarse de su asiento, todo a su alrededor dio vueltas y tuvo que apretar su agarre en la mesa de madera para uno.
-¿Qué sucede conmigo?
¿Sus malos hábitos alimenticios por fin le estaban pasando factura?
Hace unos tres meses se había mofado de las palabras que su madre le había gritado al atravesar el umbral de su casa.
"Vas a morirte de hambre o vendrás a implorar perdón cuando no seas más que un esqueleto andante, pequeño bastardo malagradecido"
Pensó, que su madre estaba equivocada y reía cada vez que iba al supermercado a comprar su comida, la cual, pagaba con su propio dinero. No era de la mejor calidad, pero sobrevivía muy bien con ella. Hasta ahora.
¿Qué podía hacer para solucionarlo? No podía pagar una consulta en el hospital y mucho menos costear la medicina, la cual, era seguro que le iban a recetar.
Oh, como odiaba los hospitales. Su única misión era empobrecer más al pobre, la atención era mediocre y sus instalaciones un asco.
Bueno, nunca había visitado uno, pero escuchaba a la gente mayor quejarse todo el tiempo y los mayores eran sabios.
Sacudió su cabeza para volver a la tierra. Le gustaba divagar de gran manera y a la larga, eso estaba bien, pero necesitaba encontrar una solución.
O quizás simplemente, se trataba de un virus que estaba en el aire, eso explicaría porque únicamente sentía náuseas por las mañanas y mareos a lo largo del día.
-No, un virus no hace eso ¿Verdad?
Pellizcó su barbilla distraídamente hasta que su teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa. Su alarma le indicaba que ya era hora de ir a la universidad.
Se bañó, vistió y colocó la mochila sobre sus hombros. Sería una larga caminata y esperaba, en serio esperaba, no marearse y tropezar como el día anterior. Su nariz aún dolía por el impacto contra el poste de luz.
Trató de caminar a un ritmo relajado, no muy rápido y no muy despacio. Sin embargo, llegó sudando como siempre y a diferencia de otros días estaba sofocado. Parecía un pez luchando por respirar fuera del agua.
Llegó a la mesa de sus amigos y ni siquiera saludó, simplemente se limitó a tratar de calmar su agitada respiración. Llamando la atención de todos.
-¿Oye, te encuentras bien?
-Si... Todo súper - levantó su pulgar.
Todos se encogieron de hombros y siguieron su conversación. Bueno, todos menos uno.
-Gun, ¿Estás seguro que todo está bien? ¿Te sientes mal?
-Todo bien Por, lo prometo.
-Vamos, puedes decirme si algo pasa. No se lo diré a nadie.
-No es nada.
-Por favor, te conozco desde que tenías ¿qué, seis años?, Creo que estoy más que calificado al decir que estás mal. Te vez y suenas mal.
-¿No estás exagerando un poquito?
-¿Exagerar? Hace dos días vomitaste sobre mis zapatos.
-Fue sin querer y no ha vuelto a pasar ¿Verdad? ¿Me has visto vomitar? No. No he vomitado desde ese día.
Ok, mentira. Sin embargo, era por una buena causa, no quería preocupar a su amigo. Además, ya sólo ocurría por las mañanas, como comentó anteriormente.
Su amigo entrecerró los ojos -¿Por qué no te creo?
-No sé. Estoy diciendo la verdad.
El pequeño tecladista suspiró -Si veo que te vuelves a marear o que vomitas, te llevaré al doctor.
-No
-¡Si! Y veremos que dice un profesional de tus mentiras.
Diablos, odiaba la actitud sobreprotectora de Por. Es decir, el chico parecía... algo, cómo decirlo, "disperso" en ciertos casos, pero cuando se trataba de la salud de Gun, era una amenaza.
Sonrió por un momento. Era bueno tener a alguien que se preocupara por él, ¿No es así? Por, había estado con él durante todos sus malos momentos y le había prestado su hombro para que llorara tantas veces que ya no recordaba.
Él, era el único que conocía por lo que estaba pasando, económicamente y emocionalmente hablando.
También recuerda una vez, al mes de haber abandonado su casa, que su madre intentó llamarlo.
Por había visto en el identificador de llamadas la palabra "Madre" y automáticamente cortó la llamada. Lo hizo unas tres veces hasta que decidió apagar su celular.
Volteó a verlo con una expresión de fastidio y masculló entre dientes...
"No quiero que vuelvas a hablar con esa mujer. ¡Mujer para caer tan mal! ¡Es una víbora!¡LA ODIO CON TODO MI PEQUEÑO CUERPO!"
Gun había reído al ver a su lindo amigo tan enojado, pero se sintió protegido.
Ni siquiera notó cuando Yo abrió un hermético con su desayuno. El fuerte olor a huevo cocido chocó con fuerza sus fosas nasales y sintió como el sándwich con mostaza recorría su camino hasta que-
Se levantó discretamente, caminó a paso normal hacia el edificio más cercano y cuando estuvo fuera de vista, corrió lo más rápido que pudo, buscando los baños.
Entró a la caseta y devolvió su pobre desayuno. ¿Por qué no podía retener nada en su estómago? A este paso, estaría muerto para el final de su primer año universitario.
Al calmar su cuerpo de los pequeños espasmos, se puso de pie y al girarse se topó con un par de orbes claros.
Ay no
-Te espero después de clases. Avísale a tus jefes que no vas a llegar hoy.
Y sin decir otra palabra, el chico abandonó los baños sin mirar atrás.
-Diablos - musitó.

ESTÁS LEYENDO
Mío, Tuyo, Nuestro.
Fiksi PenggemarUna noche borrosa deja tras ella uno de los sucesos más extraordinarios en la vida de una mujer, pero ¿Qué sucede cuando el receptor de tan ansiado regalo, es un chico? ¿Es algo bueno o malo? Dependerá de la manera en que lo mires. No soy dueñ@ de l...