Capítulo 7. Ana Grey

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Ana Grey.

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Se supone que sería un trabajo fácil. O eso dijo el capitán Abernathy cuando me ofreció su puesto hace algunos años. La verdad es que coordinar los rondines, la vigilancia por zonas, atender reportes y capacitaciones imprevistas es mucho más de lo que quería.

Pero por hoy, terminó.

Estaciono mi auto en la entrada de la casa y bajo, llevando la camisa y la corbata del uniforme en mis manos. Estoy bastante cansada y me vendría bien uno de esos tragos especiales que Christian guarda en su gabinete de licores y un baño relajante.

O lo más relajante que puede ser una casa con tres niños y un esposo estresado.

—¡Llegué! —grito cuando empujo la puerta.

Todo está en absoluto silencio, a excepción por el sonido del cristal que viene de la sala. Cuando miro ahí, encuentro a mi guapo esposo sosteniendo su vaso de whisky y una copa de vino tinto solo para mí.

—Bienvenida, Cerecita. —dice, y me entrega la copa.

—Gracias, amor. —dejo mis cosas en el sofá y doy un sorbo rápido—. ¿Dónde están todos?

Al menos Gail debería estar en la cocina preparando todo para la cena.

—Los niños están en sus habitaciones. ¿Qué tal estuvo el trabajo?

Hmm.

Otro trago más de mi deliciosa bebida antes de responder.

—Complicado, ya sabes. Está este tipo en el trabajo que sigue negándose a aceptar a los novatos.

Christian frunce las cejas con molestia.

—¿Quieres que patee su culo?

Lindo.

—No, yo puedo hacerme cargo, bebé. Además, amo ese culo.

Christian sonríe mientras camina al sofá y se sienta, señalando el espacio libre para mí. Antes de acudir a su llamado, relleno mi copa.

—Nena, ¿Tú sabías que a Phoebe le gusta Jamie?

¿Jamie?

—¿Jamie Sawyer? —pregunto y él asiente en confirmación—. No lo sabía. Todo este tiempo he creído que le gustaba Liam.

Las cejas gruesas de Christian vuelven a arrugarse en un gesto poco amigable.

—¿Liam Kavanagh?

—Si.

—¿Y estabas de acuerdo? —se incorpora ligeramente en el sofá para mirarme, así que me acerco con cuidado.

—No, pero son niños, Christian. Tener enamoramientos es normal, sobre todo para Phoebs que ha estado rodeada de chicos toda su vida.

Supongo que no eran las palabras correctas porque mi esposo se levanta de un brinco.

—¿Y entonces qué? ¿Aceptamos que nuestra nena actúe como una adolescente problemática?

—Christian... —gruño, pero me interrumpe.

—¿Y cómo sabemos que no es Jamie el que la está persiguiendo? ¡Es una niña! Los chicos no deberían estar en sus pensamientos.

—Basta. —me paro frente a él y hago que me mire—. Conoces a tu hija, ¿Crees que sería forzada a hacer algo que no quiere?

Le toma dos segundos responder.

—No.

—Ahora, voy a dejar pasar el asunto de la "adolescente problemática" por un momento y voy a centrarme en lo otro. ¿Cómo sabes que a Phoebe le gusta Jamie? ¿Ella te lo dijo?

Sus ojos grises se entrecierran, pero hace bien en contener su enojo para sí mismo. Dios sabe que lo amo, pero los temas que tienen que ver con su hija lo alteran mucho.

—Luke me lo dijo. Jamie le dijo a él que está saliendo con Phoebe o algo así, no conozco los detalles, pero estoy a punto de confiscar el teléfono de mi niña y prohibirle...

—¿Le preguntaste? —es mi turno de enfrentarlo con una ceja arqueada—. ¿Hablaste con tu hija primero? ¿O solo vas a entrar ahí y gritarle por cosas que alguien más dijo?

Mi precioso esposo se queda ahí, mirándome mientras trata de decidir qué hacer en un caso tan personal y especial como nuestra hija. Adoro la forma en que algunas canas le salpican el cabello de los costados.

—Creo que debería hablarle primero.

Oh, chico.

Conozco esa mirada y no significa nada bueno para nuestra pequeña y su padre. Apoyo la mano en el centro de su pecho para detenerlo y que escuche.

—Alto ahí, detective Grey. Esta no es una sospechosa, es nuestra hija y no necesita ser interrogada de forma intrusiva. ¿Puedes hacer esto? ¿Puedes subir ahí sin alterarte?

Christian me mira de nuevo, luchando contra su impulso controlador y su carácter duro que lo hace tan bien jefe de unidad. Maldice bajito antes de apartarse.

—No, no puedo hablar de esto con mi pequeña sin querer castigarla hasta que tenga 22 o el jodido Jamie se mude a Groenlandia. —apoya las manos sobre su cadera y suspira—. Luego hablaremos sobre el chico Kavanagh.

Dios.

Espero hasta que él se dirige con su vaso al gabinete para subir las escaleras hasta la habitación de Phoebe. Escucho la voz de Ted cuando me detengo, sabiendo que en la puerta de enfrente mi hijo está teniendo una conversación con una chica, si el tono chillón de su voz es un indicio.

Un problema a la vez, Ana.

Golpeo la puerta y entro, encontrando a mi hija acostada en su cama. Se endereza cuando me ve y sé que sabe por qué estoy aquí.

—Hola mami.

—Hola cariño. ¿Cómo te fue en la escuela?

Mi niña encoge sus hombros con desinterés.

—Bien, como siempre. ¿Estoy castigada por delatar a Teddy?

—No. —me acerco a su cama y me siento—. Papá escuchó que te gusta Jamie, ¿Es cierto eso?

Sus mejillas se sonrojan y desvía la mirada.

—Si.

—¿Por qué? —intento no chillar de incredulidad. Phoebe hace una mueca.

—Es lindo, no como Teddy que es muy tonto y solo habla de chicas. Además, es gracioso.

Hmm.

—¿Ustedes dos han salido?

Mi hija pone los ojos en blanco al instante.

—Por supuesto que no, mamá, por eso le dije a Jamie que tenía qué esperar a que yo tuviera 14 años. Teddy puede salir con esa chica y papá está de acuerdo porque tiene 14, ¿Verdad? Entonces yo también esperaré.

Dios, no puedo con su lógica. Christian definitivamente habría perdido la cabeza por esto, lo bueno es que yo puedo hacerme cargo.

—Me parece muy bien, cariño. Luego podemos hablarlo con tu papá, cuando no esté tan... Alterado.

¿Qué más podría decir yo? Lo único que Phoebs necesita es tiempo y espacio, y que su padre aprenda a soltarla poco a poco. Una píldora difícil de tragar para Christian Grey.

Nosotros (Mío #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora