Malditos idiotas.
Se supone que sería una divertida noche de chicos, beberíamos hasta el cansancio, luego volveríamos al apartamento para seguir la fiesta.
Eso está totalmente descartado porque la mitad de mis invitados están ebrios, los tres viejos huyeron por algún asunto oficial y Reynolds... Bueno, el imbécil vomitó encima de mi.
Jodidos padrinos.
—Tranquilo, Jamie. Lo tengo. Ve a casa, toma una ducha, cambiate y alcánzanos en el club.
—¿Estás seguro? —pregunto a Reynolds porque Teddy y Jase se ven bastante mal.
—Si, por supuesto. Son sacos de papas.
Sacos de papas.
La última vez que dijo eso me cargó sobre su hombro a través del puto desierto hasta el campamento porque yo estaba deshidratado y él se negó a cargar las botellas de agua.
—Bien, como sea. —golpeo su hombro con el puño—. Te llamaré cuando esté en camino.
—Si.
Salgo del bar deportivo que eligieron y camino las pocas cuadras que me separan de mi apartamento.
Cuando entro al vestíbulo, saludo al guardia y sigo mi apestoso camino hasta el ascensor. Es un vienes tranquilo y no hay muchas personas.
O eso creí, porque antes de que las puertas del ascensor se cierren, una chica con una gabardina larga estira el brazo y entra.
No debería mirarla, pero lleva un sombrero y una máscara de gato que la hace lucir muy sospechosa.
Intento pensar en los inquilinos del edificio que corresponden a ese género y edad, pero antes de que pueda pensar más, el timbre suena cuando llegamos al ático.
La puerta metálica se abre, y lo próximo que sé es que la chica gato me está empujando por el pecho para que entre y ella conmigo.
Mierda.
—No, no, ¿Qué carajos crees que haces? —es sorprendentemente fuerte—. Te equivocaste de piso.
La chica se queda callada mientras se abre la gabardina y me muestra un corsé de encaje, tanga y medias largas hasta el muslo.
Mierda, estoy entrando en pánico.
—¿Que haces? ¡Vístete! —intento cerrarle la gabardina para no mirar—. ¿Quién te pago? ¿Reynolds? ¿Theodore?
Presiono el botón del ascensor con una mano mientras la otra sostiene la gabardina cerrada, la chica gato se estira y lanza el sombrero por la sala.
Luego saca una pierna larga por la abertura y mis ojos se dirigen ahí para asegurarme que no se le ocurra quitarse la zapatilla o la media.
—¡Sal de aquí! ¡No me hagas utilizar la fuerza!
La chica lanza la zapatilla y sus dedos recorren el borde de la tela, tratando de parecer seductora mientras yo estoy teniendo un ataque.
Ella empuja su pecho contra mis manos, luego hace un movimiento ninja por debajo de mi brazo que me obliga a soltarla y corre hacia el sofá.
—Maldita sea, ven aquí.
Recorro los pasos que me separan de la sala, pero ella es demasiado rápida y se quita la gabardina con un sensual movimiento.
—Bueno, basta. Es hora de que te vayas, ¡Te pagaré el doble!
Es mi fin, si cualquiera de los chicos decide aparecer aquí, estoy frito. Ya que no puedo sacar a la chica gato, giro sobre mis pies para ir al ascensor.
Si me quedo ahí mientras Reynolds viene y se la lleva, puedo salvar mi culo.
La chica se ríe.
—Nene, ¿De verdad crees que dejaría que otra mujer tocara a mi chico? —mi boca cuelga abierta mientras Phoebe se quita la máscara—. Habría castrado al responsable.
Mierda.
El alivio me recorre de arriba a abajo porque en realidad todo esto es obra de Phoebe y no el estúpido privado que Ted quería contratar.
—Nena, estoy asombrado y muy confundido. —me tomo un momento para apreciar su atuendo—. Te ves sexy como la mierda.
Phoebe se muerde el labio interior.
—Lo sé, nene. Ahora ven aquí y hazle el amor a tu prometida.
—Mierda, si. —ella no tiene qué decirlo dos veces.
Me gusta la forma en que la tela oscura resalta su piel cremosa y sus tetas casi se salen del corsé directo a mi boca.
—Nena, esto me encanta. —mordisqueo los duros brotes—. ¿Y qué tienes ahí para mí?
Mis dedos recorren los ganchos sobre su espalda y decido que son demasiados para lidiar con ellos ahora.
El tanga, por otra parte...
Antes de que pueda arrancarlo de ella, me empuja por el pecho hacia el sofá para que me siente.
—Jamie, estoy feliz de ver qué me rechazaste cuando no sabías quien era, y por eso te ganaste un premio.
¿Un premio? Jodidamente genial.
—¿Qué es? ¿Una mamada? ¿Un 69?
—Deja algo para la luna de miel, nene. —empieza a mover la cadera de un lado a otro—. Esta noche soy tu stripper personal.
—Carajo, me encanta.
Observo con atención como mi chica desliza las copas de encaje hacia abajo, dejando sus bonitas tetas salir a saludarme. Se da la vuelta y se inclina para mostrarme su culo redondo.
—¿Te gusta mi ropa?
Es malditamente fantástica.
Menea el culo mientras se deshace de los ganchos que la retienen, el corsé cayendo al suelo con un pequeño golpe. Luego gira lentamente cubriendo sus tetas con las manos.
—¿Te gustaría tocarme?
—Si. Más que eso.
Mueve sus largas piernas de un lugar a otro, sus manos suben y bajan por todas las curvas que me gustaría tocar.
—¿Debería dejarme las medias? —se inclina en el piso, luego abre las piernas con demasiada agilidad hasta que toca el piso.
Y mierda, me encanta que ella pueda hacer todas esas cosas de gimnasta stripper para mí.
—Jamie, dije que si debería dejarme las medias.
—No. —se me hace agua la boca de solo mirarla—. Solo las zapatillas.
Mi chica sonríe y agita sus pestañas de forma provocativa antes de venir de rodillas hacia mi, sus ojos puestos en el bulto creciente de mis pantalones.
—Es hora de tu premio, nene. Manos arriba y déjalas ahí o tendré que atarte.
¿De verdad? Oh, mierda. Eso es sexy.
Estiro los brazos por encima del respaldo y me preparo para disfrutar de la mejor despedida de soltero que podría desear.
.
.
.2/2
💙✨
ESTÁS LEYENDO
Nosotros (Mío #5)
Fiksi PenggemarQuinto libro de la serie Mío. Aquí encontrarás las historias de los hijos de nuestros policías favoritos.