Por primera vez, no quiero festejar el cumpleaños de Jamie.
Se supone que sería un día de celebración para toda la familia, pero en su lugar, soy un mar de lágrimas.
—Phoebe, —Jamie se gira desde su clóset abierto para mirarme—. Todo estará bien, lo prometo.
Me muerdo los labios para esconder otro sollozo.
—Son tres años, ¡Años! —me cubro la cara con la almohada solo para inhalar su olor—. Juraré frente a un juez que no tendremos sexo si eso hace que te quedes.
No lo veo, pero escucho sus pasos acercarse antes de que la almohada sea apartada de mi cara. Jamie se sienta en el borde de la cama y me atrae a sus brazos.
—Nena, está bien, quiero hacerlo. —una pequeña risa vibra en su pecho—. Además, no creo que a tu papá le agrade la idea.
Mi boca hace un puchero.
—Pero ¿Y si te pasa algo? ¿Y si te olvidas de mi? ¿Y si conoces a alguien? —los peores escenarios pasan por mi cabeza—. ¡Jamie, juralo!
El dulce chico que me abraza se ríe otra vez, luego nos tumba sobre su cama y nos quedamos en la misma posición que hemos adoptado todos los días de esta semana.
Tengo que confesar que no creí que papá me dejara pasar las tardes con Jamie, pero mamá hizo su labor de convencimiento y obtuve el permiso. Y para hacerlo aún mejor, Teddy estaba obligado a traerme y quedarse en el auto.
Pero hoy no podemos quedarnos aquí. La música alta de la fiesta que está por comenzar en su patio es un recordatorio constante de que nuestro tiempo se acabó. Jamie se irá.
Lo abrazo con más fuerza por algunos segundos, luego besa mi frente y se aparta.
—Andando, nena. Quiero comer de ese pastel de chocolate que mis hermanas cocinaron para mí.
Oh, si. Las rojas están a cargo de todo, incluido la comida y las decoraciones.
Dejo que Jamie se lleve con él por las escaleras y hacia el patio donde su familia, la mía y los Kavanagh descansan. La camiseta que le regalé le queda tan bien que la comezón regresa.
Malditas hormonas adolescentes.
La madre de Jamie le hace una seña para que se acerque a ellos, y me veo obligada a compartir la atención de mi novio. Y a volver con mi propia familia.
—¿Todo bien, mi amor? —pregunta mamá tan pronto como estoy cerca de ellos.
Mira rápidamente a Harry y Liam en la piscina, luego vuelve su atención en mi. Teddy parece simplemente aburrido.
—Si, mamá. Solo que aún estoy triste.
Ella me sonríe un poco, pero es la mirada en blanco de papá la que me hace fruncir las cejas. Mamá también se da cuenta de eso y le suelta un manotazo en el abdomen.
—Christian, basta. Y no me hagas recordarte cómo fue para nosotros con apenas unos cuántos meses. No es ni la mitad del tiempo que Phoebe y Jamie estarán separados.
Ouch.
Las lágrimas regresan a mis ojos pero parpadeo para alejarlas porque no quiero llorar delante de todos. Pareciera que solo la señora Sawyer y yo estamos tristes.
La madre de Jamie se aferra a él tan fuerte que lo escucho quejarse, y su padre se ríe.
—¡Mamita, exprimes al chico! —su carcajada atrae la atención de todos—. No dejarás nada para entrenar en la marina.
Vuelvo los ojos a mi propia familia y ellos también lucen interesados, seguramente porque ésta será nuestra última reunión con mi chico presente. Desde ahora sé que nada será igual.
El ruido de la música se detiene y las hermanas gemelas de Jamie salen al patio cargando un enorme pastel de chocolate con una vela que parece más un cañón de luces centellantes.
—Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, felicidades querido Jamie... ¡Feliz cumpleaños a ti!
Los gritos se detienen y Jamie sopla la vela, que vuelve a encenderse al cabo de unos segundos. La madre de Jamie la toma con cuidado y la aparta del pastel.
—Bien, es hora de ese pastel. ¿Por qué no se acercan a la mesa? —ella señala las mesas plásticas con sillas a ambos lados, hamburguesas ya servidas en el centro.
—¡Comida! —chilla Harry antes de pasar corriendo por un lado.
Sigo a todos y me siento en una silla cerca de Liam, observando a mi chico disfrutar sus últimas horas con su familia. Sentado en medio de sus padres, se ríe y elogia la comida preparada en su honor.
Decido que es mejor si dejo que Jamie disfrute su tarde, incluso que tenga una salida con sus hermanas aunque eso me ponga los nervios de punta. El día siguiente, su último día en Seattle, es completamente mío.
Jamie aparece para el almuerzo, platica un rato con mi familia y subimos a mi habitación. Hago un montón de fotos de él con su uniforme porque se ve incluso más lindo.
—Nena, ven aquí. —estira el brazo para que me levante de la cama—. Hay algo de lo que quiero hablarte.
Mi mente dispara todo tipo de pensamientos.
—¿Qué ocurre? —el miedo me hace un nudo en la garganta—. ¿Vas a terminar conmigo? Porque si es así, no quiero escucharlo.
Él se ríe.
—No iría al ejército si hubiera planeado romper contigo, de hecho, es todo lo contrario.
Le da un apretón a mi mano, luego la levanta y desliza un anillo muy delgadito sobre mi dedo anular. Luego la besa.
—No hagas planes todavía, es solo una promesa sobre nosotros para que pienses en mi y sepas que no te estoy olvidando. Cuando vuelva, lo cambiaré por un anillo de compromiso.
Lo amo.
—Jamie... —maldición, he llorado mucho la última semana—. Te quiero tanto.
Lo abrazo y lo beso hasta que mamá grita que es la hora de irse. Es el fin. Me limpio las lágrimas antes de seguirlo por la escalera con nuestros dedos entrelazados. Mamá, Harry y Teddy lo abrazan, y papá palmea su espalda cuando le desea buena suerte.
La puerta delantera se abre, revelando la camioneta de los Sawyer y todos ellos ahí dentro, esperando.
—Gracias por todo, señor y señora Grey. Adiós, Ted. Adiós, Harry. —un último vistazo a sus ojos azules—. Hasta luego, Phoebe.
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Nosotros (Mío #5)
FanfictionQuinto libro de la serie Mío. Aquí encontrarás las historias de los hijos de nuestros policías favoritos.