Jamie Sawyer.
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.La puerta principal se cierra de golpe, luego ligeros pasos se dirigen hacia mí en la sala. Phoebe tiene una expresión de fastidio porque sus hermanos han comenzado a cobrarnos cada vez que queremos estar solos.
En mi defensa, yo pagué esta vez.
—Los odio. —se sienta a mi lado—. Se están aprovechando y los haré pagar.
Debe ser divertido tener discusiones con tus hermanos. También tengo hermanas, pero somos más del tipo ellas hablan y yo escucho.
—Solo espera. Ted volverá a tener citas y Harry, bueno, Harry podría necesitar algo.
—Si. —se recuesta sobre mí para apoyar su cabeza en mi hombro—. No puedo esperar a que seamos adultos y vivamos juntos.
¿Qué?
El aire se atora en mis pulmones mientras pienso en mí, teniendo un trabajo de oficina y regresando a casa con una esposa e hijos. Bueno, carajo, no sé si la idea me gusta o me desagrada.
—¿Jamie? —Phoebe me mira con las cejas arqueadas—. No dije que justo ahora. Dios, los chicos son tan delicados.
Mi mano se desliza torpemente por su brazo de arriba a abajo en un intento de distraerla a ella y a mí del futuro. Tal vez deba preguntarle a alguien sobre esto, necesito un consejo.
—Bueno, olvídalo. ¿En qué estaba?
Se acomoda en el sofá subiendo las piernas para recostarse sobre mí, ahora su pecho tocando el mío y mi mirada se dirige involuntariamente ahí. Phoebe podrá tener 14 años, pero juro que sus pechos son más grandes que los de algunas de mis compañeras.
—Dijiste que ibas a besarme hasta que te desmayaras, pero creo que tu papá podría malinterpretarlo.
—Oh, cierto.
Tiene que apoyarse sobre mí para subir las manos a mi cabello, me he dado cuenta que le gusta tocarlo cuando me besa. El problema es que, con ella acostada sobre mí, no sé qué hacer con mis manos. ¿Debería tocar su espalda? ¿Abrazarla?
Decido que lo mejor para mí es poner mis manos en la seguridad del sofá, apoyadas en los cojines que me sostienen. De esa forma, mis manos no se verán tentadas a tocar su trasero en los pantalones del uniforme.
Mis brazos tensos se aflojan poco a poco cuando ella presiona sus labios sobre mí, dando suaves besos por toda mi cara porque dice que le gustan mis pecas. Recordaré agradecer a mi mamá por eso.
—¿Phoebe? —gruño un poco cuando ella se mueve—. Nena, quédate quieta.
Mi novia hace exactamente lo contrario cuando se remueve sobre mi regazo para mirarme.
—¿Por qué?
—Bueno... —¿Cómo carajos le digo que está despertando cierta parte de mi cuerpo? —. No quiero incomodarte.
—¿Qué? —sus bonitas cejas se arrugan.
Phoebe vuelve a moverse contra mí y mi nuevo mejor amigo se pone más duro. Piensa en Dios. O en tu suegro. Siento las mejillas rojas de vergüenza.
—Nena... No me alborotes. —mi voz es un gruñido frustrado cuando la empujo para que se baje y deje de molerse contra mí.
Ella finalmente se da cuenta de lo que ocurre porque mira a mis pantalones, luego a mí y sus mejillas también están rojas. No parece asustada, solo avergonzada.
—¡Jamie! —chilla, pero no se mueve.
Estiro el brazo para tomar el cojín del respaldo y ponerlo sobre mí, así mi chica no puede frotarse inocentemente contra mi pene. Tengo 17 años, mi cuerpo hace cosas que no debería cuando estoy en casa de los Grey.
La puerta se abre de pronto y contengo la respiración esperando que sea el jodido Ted, tratando de asustarnos de nuevo. Pero no es él. Es la madre de Phoebe la que nos mira con los ojos entrecerrados.
—¿Phoebe? ¿James?
No podemos ocultarlo, nuestras mejillas siguen rojas y estamos ligeramente agitados, con algunas partes de nuestros cuerpos sensibles. Rayos, creo que debería tratar de salir de aquí mientras pueda.
—Hola mamá. Jamie y yo estábamos... —Phoebe gira para mirar la pantalla de la televisión apagada—. Terminando de ver una película.
—¿Ah, sí? —sus ojos claros recorren a su hija, luego a mí y arquea una sola ceja—. James, ¿tienes frío?
Carajo. Sus ojos se clavan en el cojín que sostengo contra mi entrepierna y asiento porque, ¿Qué más puedo hacer en este momento?
—Si, señora.
—Ajá. Será mejor que mantengamos esto en secreto para Christian, no quiero ser viuda tan joven.
Y con eso, ella sale de la sala y va a la cocina. Ahora es un bueno momento para salir de aquí. Aunque, un momento...
—¿Dónde rayos está Ted? Se supone que él y Harry estaban afuera vigilando.
—Esos dos. —Phoebe mira por la ventana con los ojos entrecerrados—. ¡Lo hicieron a propósito!
Se levanta del sofá y sale corriendo por la puerta principal hacia donde se supone que se encuentran sus hermanos jugando con la pelota.
La señora Grey regresa a la sala y me mira, con la mano apoyada sobre su frente y una expresión confusa.
—Jamie cariño, creo que deberías irte antes de que llegue mi esposo. Ya llamé a tu madre para que venga por ti.
—¿Ya? —balbuceo, pero tengo que estar de acuerdo—. Si, muy bien.
Me levanto todavía sosteniendo el cojín y ella se ríe un poco, luego se gira hacia la pared y agita la mano a modo de despedida.
—Lo siento, no debería reírme, pero es que me acuerdo tanto de mi esposo. —otra risita—. Jamás menciones esto delante de él.
—Claro.
Mi problema está bajo control, así que lanzo el cojín y salgo de la casa de los Grey lo más rápido que puedo. Cuando salgo, la mini van de mama está ahí, pero es papá quien conduce.
—Chico, ven aquí. —se estira para abrir la puerta—. Despídete de tu novia.
No creo que lo note. Ella está en el otro extremo del jardín, golpeando con el balón a sus hermanos que permanecen boca abajo sobre el pasto. Y parece enojada.
—Le mandaré un texto.
Subo al auto con papá y él pone la camioneta en marcha tan pronto como me pongo el cinturón.
—¿Por qué estás aquí? ¿Hay algún problema?
Papá me mira fijamente por algunos segundos.
—¿Te metiste en problemas? ¿Algo que quieras confesar, chico?
Carajo, no. No quiero volver a escuchar "la charla" sobre el mini Sawyer de papá o la vergüenza en la cara de mamá cuando me habló de los condones. Marcie fue bastante más explícita.
—Nop, todo bien. Solo la besé.
Papá mira de un lado al otro, luego sonríe aliviado.
—Perfecto, mantente ahí y no hagas nada que provoque que Christian me dispare.
Un momento, ¿Dispararle?
Qué carajo.
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Nosotros (Mío #5)
FanfictionQuinto libro de la serie Mío. Aquí encontrarás las historias de los hijos de nuestros policías favoritos.