—Nena, si...
—¡Christian! —Ana chilla y se aferra con más fuerza a mis hombros.
Estoy tan cerca de la liberación que intento alcanzarla para ayudarle pero no puedo, estoy enteramente a su merced. Me clava las uñas mientras se estremece.
—Oh, Dios.
Está agotada, con las mejillas rojas y visiblemente satisfecha, pero ella sigue subiendo y bajando sobre mi pene para que yo también pueda tener mi orgasmo. Sus músculos me exprimen y cierro los ojos para disfrutarlo, mi cabeza cae contra el respaldo de la silla.
—Mierda, Cerecita. Eso fue bueno.
—Lo sé. —jadea.
Se recuesta un poco contra mi pecho para recuperarse, pero la humedad que se escurre de ella me recuerda que necesitamos asearnos pronto y mantener la compostura.
Con un suspiro, Ana se levanta para ir al baño de su oficina y regresa acomodándose la falda sobre esas bonitas piernas.
—Detective Grey, considera tu periodo de detención terminada. Y espero que el incidente con el detective Sawyer no se repita, necesitas ser cuidadoso.
—Si, señora. —contesto, intento enderezarse pero no puedo—. Nena, fueron los mejores 45 minutos de detención pero, ¿Podrías quitarme ya las esposas?
No necesito señalar mi regazo con los pantalones y boxers abajo, y mi miembro en exhibición. Mis brazos se agitan haciendo sonar las esposas.
—¡Oh! Cierto. —se ríe y busca las llaves en su escritorio—. Menos mal que no dejé que Corey te llevara a las celdas, habría sido muy incómodo.
Quita el candado y mis brazos, esposados en mi espalda se liberan y se estiran, acalambrados y ansiosos de perderse la deliciosa diversión.
Entro al baño de la oficina para asearme lo mejor que puedo, y cuando salgo ella está encendiendo velas aromáticas sobre su escritorio de algún maldito olor dulce.
—Detective... —llama mi atención con el semblante serio—. Está de más decir que lo que pasó aquí, es privado.
—Por supuesto, jefa.
Ella se acerca y me besa en la comisura de la boca, luego me palmea el trasero.
—Vuelva al trabajo ahora, —abre la puerta y habla en voz muy alta—. Y como dije, las consecuencias serán muy serias si un descuido vuelve a pasar.
—Entendido.
Salgo de su oficina y cierra la puerta detrás de mi, solo para notar que todos en el vestíbulo me miran con curiosidad, incluida la entremetida de Mía. El único que tiene los ojos entrecerrados de sospecha es Corey, el jefe de los azules.
Mierda, será mejor que vuelva al trabajo. Subo a mi piso y encuentro ahí a todos esperándome, la preocupación reflejada en sus rostros y yo tengo que recordar que se supone que fui llamado a detención.
—Estoy bien, todo está bien. Arreglé el inconveniente con la jefa. —tomo asiento en mi silla—. ¿Alguna novedad?
—Nop. —Sawyer arquea una ceja—. ¿Y qué hizo? ¿Te dio unas palmaditas en el culo?
—¿Qué?
Leila se ríe y Ethan está entretenido mirando una ventana.
—Recibiste trato especial, ¿Verdad, jefe? —Lay apenas puede contener otra carcajada.
Mis cejas se fruncen.
—¿Por qué lo dices?
Ethan es el encargado de señalar el cuello de mi camisa y mi ropa en general. Carajo, creí que había hecho un buen trabajo arreglándome.
—Tienes lápiz labial por toda la camisa, Christian. Y hay una mancha extraña en tus pantalones.
—Mierda.
Tomo una carpeta del escritorio y me cubro la entrepierna, así puedo ir al baño a arreglar el desastre que causó mi esposa.
—¡Vuelvan a sus malditos asuntos! O podría volver a disparar accidentalmente a uno de ustedes.
Las carcajadas son más ruidosas.
—Solo quieres volver con tu esposita y tener sexo en horario de trabajo. Carajo, Christian, ¿Quién es el loco cachondo ahora?
No sé qué me irrita más, si el comentario o que provenga del puto Luke. Bueno, supongo que ambos. Por suerte para mí, ellos tienen trabajo qué hacer y vuelven a ello tan pronto como me encierro en el baño.
Para cuando es la hora de salir, ya limpié lo mejor que pude ese labial rojo cereza y la mancha blanquecina de mis pantalones, aunque aún es perceptible si pones atención.
Feliz de dejar las malditas burlas, subo a mi auto y conduzco de regreso a casa. Los niños deben estar en casa y Ana no debería tardar en llegar, lo que me permite relajarme un rato.
Giro a la izquierda en mi camino de entrada y me detengo cuando noto el sospechoso auto rojo detenido en la acera, un chico rubio levanta la mano en señal de saludo.
Demasiado sospechoso.
Bueno, ¿No es el chico Liam demasiado joven para conducir? Tal vez ya tiene licencia, aunque, es apenas un mes más chico que mi hija y no recuerdo que Leila o Ethan mencionaran algo sobre comprarle un auto.
Mi pie se desliza en el freno y mi auto se detiene de golpe.
—Carajo, que no sea lo que estoy pensando.
Bajo de mi auto y me dirijo al puto rubio sonriente.
—¡Buenas tardes, señor Grey! —grita, demasiado alegre para ser el reservado chico Kavanagh.
Cuando me inclino en su ventanilla, se quita los lentes oscuros y veo su jodida camisa de la academia.
Maldito infierno.
—¿Qué haces aquí? Ya te dije que mi hija está fuera de tu liga.
El chico frunce las cejas luciendo confuso.
—Lo sé, señor Grey. Y no para de hablar de lo fabuloso que es su novio.
—¿Entonces qué carajos quieres? ¿La estás siguiendo? ¿Sabes lo grave que es acosar a una chica hoy en día?
El maldito chico Abernathy me sonríe como si le hubiera contado un maldito chiste.
—Oh, no estoy aquí por Phoebe, señor.
Antes de que pueda decir algo, Ted aparece a mi lado y la sonrisa de su rostro se convierte en una apretada línea.
—¿Papá?
—Si, soy yo. ¿Qué carajos significa esto? ¿Es así como cuidas a tu hermana?
Frunce los labios de esa forma en que su mamá lo hace.
—No es lo que piensas, papá. En realidad, somos nosotros los que vamos a salir a tomar unos tragos.
¿Qué dijo?
Mi esposa aparece de quién sabe dónde y me abraza por la espalda, atrapando mis brazos y dirigiéndose a Teddy.
—Está bien, todo está bien, lo tengo bajo control. —¿Se refiere a mi?—. ¡Diviértete, cariño! Pero no demasiado.
Mi hijo mayor sube al auto del intruso tan rápido como sus piernas lo permiten y desaparecen en la calle. Solo entonces mi esposa me libera.
—Amor, tenemos qué hablar.
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Nosotros (Mío #5)
FanfictionQuinto libro de la serie Mío. Aquí encontrarás las historias de los hijos de nuestros policías favoritos.